Bienvenido sea el escalofrío

Carlos Aguilar propone un viaje imprescindible al cine de terror en la fecunda década de los 50

Carlos Aguilar  Cine de terror 1950-1959. De entre los muertos   Prólogo de Roger Corman  Desfiladero   304 páginas / 21,90 euros

Carlos Aguilar Cine de terror 1950-1959. De entre los muertos Prólogo de Roger Corman Desfiladero 304 páginas / 21,90 euros / porTinoPertierra

Tino Pertierra

Llega Cine de terror 1950-1959. De entre los muertos arropado por un prólogo de Roger Corman, uno de los reyes de la serie B especializado en arrancar escalofríos a la audiencia. Buena elección por parte de Carlos Aguilar para poner los colmillos largos con una propuesta en la que la erudición va unida a la amenidad con el estilo inconfundible de su autor. Sin miedo a la envergadura del proyecto, Aguilar recorre de forma exhaustiva la historia del cine de terror de la prodigiosa década de los cincuenta. Lo hace prestando debida atención a los grandes clásicos pero sin darle la espalda a títulos caídos en el olvido, y a los que Aguilar limpia de telarañas para rescatar bastantes joyas. Fueron años importantes porque se pasó de un sistema encabezado por carismas como Bela Lugosi, Boris Karloff o Lon Chaney Jr. a otro nuevo en el que las estrellas eran Vincent Price, Peter Cushing o Christopher Lee, tres prodigios de elegancia y saber estar a la hora de poner los ojos de punta. Años donde se mimaba a los autocines y se llenaba los programas dobles de serie B(arata).

El autor de obras de culto como Guía del cine simboliza en genialidades como El enigma de otro mundo (1951), La humanidad en peligro (1954) o La invasión de los ladrones de cuerpos (1956) la atmósfera de psicosis global que tejió la Guerra Fría con la amenaza de una guerra nuclear que acabara con todo(s). De aquellos vientos bélicos a los lodos de un temor con tintes paranoicos hacia los avances científicos si caen en manos malvadas.

Que sea Hollywood un escenario habitual es lógico, pero Aguilar matiza que dista de acapararlo todo, y no deja en la estacada otras cinematografías muy poco conocidas por estos lares como la filipina, la japonesa o la mexicana. El final de la década trajo para el cine de terror un gran cambio con la legendaria productora británica Hammer o la fecunda escuela italiana, que pusieron pantallas arriba un género propicio para romper moldes. Una oportuna contextualización sociopolítica y un apartado gráfico espléndido con un gran trabajo de documentación enriquecen una propuesta llena de apuntes reveladores y sagaces. Destacamos de plena actualidad: «Desde esta época poseen voz propia, o sea una identidad más allá del puesto menor en los créditos, los técnicos de efectos especiales. Esos enconados profesionales que, a las órdenes del director y con base en el guión, materializan con la debida paciencia las morfologías más tremebundas... dado que antes habían sido ninguneados por cinéfilos y críticos. Así, desde los años cincuenta los amantes del género exigen saber quiénes crean las criaturas sobrenaturales, esos monsters tan admirados, quieren conocer sus nombres y filmografía, y casi compartir sus secretos, y los ponderan hasta un extremo que cobrará rango de idolatría tras iniciarse los setenta». Por ejemplo, un genio llamado Ray Harryhausen.