Polémica por el comportamiento de unos clientes en un restaurante de Santa Pola
El empleado del establecimiento ha explicado que los implicados se negaron a abonar la cuenta porque nadie les había dicho que se tenía que pagar
¿Falta de información o falta de vergüenza? Con esta pregunta se podría resumir lo ocurrido en un restaurante de Santa Pola, donde unos clientes se han negado a pagar la cuenta (o al menos, una parte considerable de la misma). Así lo explica el empleado del negocio en cuestión, que ha dado todos los detalles de lo sucedido en su perfil de Twitter.
Su cuenta @AutiPeregrino y en ella, a través de una serie de tuits, ha compartido la surrealista experiencia que al menos ha servido para que los artífices de la misma aprendan una valiosa lección: la comida se paga. Tal como se puede deducir por la fecha en la que el trabajador realizó su publicación, los hechos ocurrieron el 2 de agosto y tal como él mismo apunta en respuesta a diveros usuarios, tuvieron lugar en un local de la marca Lizarrán.
Esta franquicia basa gran parte de su estrategia comercial en ofrecer tapas y pinchos, y el precio de lo consumido se calcula por el número de palillos o bandejas que los clientes hayan dejado sobre la mesa, y aquí es donde radica el motivo de la disputa. Al parecer, según expresa el empleado, los consumidores se negaron a abonar el pago de lo que habían consumido porque "nadie les ha dicho que la comida se paga".
El disparatado argumento ha provocado un fuerte revuelo en la red y la publicación en la que se recoge lo sucedido acumula ya varios millares de reacciones y ha recibido cientos de comentarios. La mayoría de respuestas critican la actitud de los clientes, pero también hay quien muestra cierta comprensión hacia los responsables de estos hechos y que cree que lo ocurrido puede deberse a una posible confusión, ya que en algunos territorios de España se sirve una tapa gratis por cada consumición.
Esta tradición hostelera no es la que sigue Lizarrán, una franquicia popularmente conocida y en cuya flota de establecimientos los camareros van acercando a las mesas los diferentes platos que van saliendo de cocina y explicando en qué consiste cada uno. Es decisión ya de cada cual aceptar alguno de los pinchos, siendo consciente claro de su precio, que normalmente suele aparecer indicado en los letreros del interior del local.
Tocó llamar a la Policía
Así lo recalca el autor de los tuits en contestación a varios de los miles de usuarios que han interactuado con su publicación, que han querido saber más de este episodio, que todo hace indicar que acabó en un amago de simpa. Y es que según afirma el empleado, ante la rebeldía de los clientes, que se mantuvieron firmes en su parecer, tocó llamar a la Policía para poner orden a una situación un tanto espinosa.
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