Más de 40 años en el sector turístico, con un leve paréntesis en otro departamento, le dan una experiencia que pocos pueden aportar. Roc Gregori inicia su jubilación con un repaso a todo lo que ha vivido.

Usted comienza a trabajar en Benidorm cuando la ciudad casi empezaba en esto del turismo ¿no?

Benidorm ya era el primer destino de España o uno de los primeros. Pero ha habido dos fases. Cuando yo entré era la fase del gran crecimiento de los hoteles impulsados por el dinero de los turoperadores. Del 68 al 69 se inauguraron 28 hoteles y al año siguiente casi otros tantos. Había clientes, pero no se había dibujado el Benidorm como hoy lo conocemos.

¿Los mayoristas fueron quienes ponían el dinero?

Fueron los que financiaron aquel momento de la historia de la ciudad. Pero además diseñaban cómo tenía que ser el hotel con arreglo a los gustos de sus clientes. Que los hoteles sean como son, los de aquella época, es culpa del turoperador. Eso le dio un cambio al tipo de hotel, y ha perdurado hasta ahora. Un ejemplo es que en esas fechas se podía hacer un tres estrellas sin baño en todas las habitaciones. Eso quedó cortado gracias a la supervisión de los mayoristas, que dijeron que todas las habitaciones debían tener baño privado. Como ponían dinero, tenían poder de decisión.

¿Cómo ha cambiado el turista que venía hace 40 años a Benidorm con respecto al de ahora?

Ha cambiado mucho porque también lo ha hecho la gente. Entonces en Semana Santa no había ni música hasta la Resurrección. Era otro comportamiento. También comenzó entonces el español de larga estancia a pasarse al apartamento. Los famosos Rodríguez que dejaban aquí a la familia y se volvían a trabajar. La clase media empezaba a tener vacaciones y se destapó esa cajón que iba a necesitar de un Benidorm grande y capaz. También han cambiado las modas y las formas de comportarse. Hubo momentos en los que venían del resto de España a Benidorm sólo a comprarse pantalones, los famosos Bananas. Estábamos más cerca de la moda europea que Madrid o Barcelona. Había un comportamiento más europeizado y España aún era sepia, dura y tradicionalista. Aquí ya estábamos acostumbrados a ver gente que era diferente, que pensaba diferente y que se comportaba de forma diferente.

Benidorm fue aquellos años también un referente del ocio nocturno y ahora ha dejado de serlo.

Vino otra época que fue la de las grandes discotecas y la ciudad era una avanzadilla del ocio nocturno y las altas horas de la madrugada. Es cierto que ofrecíamos un producto muy ligado a eso. Coincide cuando se incorpora España, o mejor las españolas, al ocio nocturno. Antes las mujeres no salían. No había ligues de españolas. La masa del ligue eran las inglesas, aunque las llamáramos suecas. Con las discotecas se rompe eso y llegan las españolas. Pero cuando descubrí que las españolas ligaban yo ya era mayor.

De ser referente nocturno se ha pasado a ser el de la tercera edad, que te aleja de otros sectores.

Sí. A veces es más complicado avanzar por un determinado mercado que por otro que te viene solo. Benidorm ha sobrevivido porque ha sabido adaptarse a los gustos de la demanda. Hay jóvenes que constituyen demanda, pero ya no en la medida de antes. Las discotecas hoy no son el único sitio donde ir. Antes la discoteca era la catedral del ocio nocturno, no podías ir a otro sitio porque no estaba de moda. Y eso ya no es así. Bueno, queda Ibiza con un cierto arcaísmo, que sigue siendo un poco el refugio de las discotecas. ¿Habría que buscar gente más joven? Sí, siempre que no deteriore la respuesta que damos a los clientes que ya nos vienen. Si buscar otro cliente supone cambiar el que tenemos, hay que pensárselo mucho porque lo que funciona no es conveniente tocarlo.

¿Qué hacía la administración municipal mientras tanto para salvaguardar ese turismo?

Iba, como siempre, a remolque de la iniciativa privada. Tratando de dar respuesta a la evolución de las necesidades de la demanda y del negocio. Sólo hubo un momento en que Benidorm se anticipa, que fue con el PGOU del 56. Se marcaron unas estrategias que definieron la personalidad de hoy. Pero eso no es perder el tiempo, sino responder al compromiso con el sector. Y Benidorm ha ido más rápido que nadie a la hora de dar respuesta a las necesidades.

¿La administración autonómica también debe ir a remolque o debe marcar las líneas a seguir con leyes como la de municipios turísticos?

A remolque no significa ir frenando, sino dejarse guiar por el sector privado. La administración autonómica define cómo deben ser las empresas turísticas y hace leyes mirando qué es lo que requiere el sector y al mismo tiempo teniendo capacidad de investigación para adelantarse en la medida que pueda. Unas veces se puede hacer mejor y otras peor.

¿En qué medida puede afectar la crisis actual al turismo?

El turismo aguanta. Con disminuciones, pero sin ser dramáticas o peligroso. El futuro dependerá de cómo y cuándo se resuelva la crisis. El ciudadano no prescindirá de sus vacaciones en primer lugar. Las hará más modestas, pero no las suprimirá. Lo que puede ocurrir es, como siempre, que caigan los más débiles y se mantengan los más fuertes. Pero el empresario debe tener reservas porque ha tenido años de bonanza. Habrá cambios, seguro. Los costes suben y hay que repercutirlo en los precios. Benidorm será de los últimos en sufrirlo de manera dramática. Nuestras condiciones natrales y empresariales son óptimas. Sufriremos, pero nos adaptaremos para que salgan las cuentas. Lo hemos demostrado. No soy pesimista.

¿Con qué se queda de todos estos años?

Me quedo con mucho. El sector público donde he estado ha tenido mucha trascendencia. Benidorm está más implicado que nadie en el turismo. Y en la Generalitat el tiempo fue imborrable porque hicimos cosas, como la Ley de Municipios Turísticos. Ese mecanismo funciona y tiene futuro. También me quedo con la red de CDT's, los activos de las tres provincias, hoteles de prestigio...

¿Y a partir de ahora qué?

No lo sé. De momento aprendo a estar jubilado. Quiero jubilarme. Desde luego algo haré, pero con libertad y atendiendo a mi gusto más que a la necesidad. Tengo demasiadas ofertas, pero no quiero trabajar, sino entretenerme y aportar mi experiencia.