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De la cárcel gallega al IES de Altea

Internos de un centro penitenciario comparten experiencias y enseñan cómo escapar de la droga

De la cárcel gallega al IES de Alteadavid revenga

Al llegar ayer al IES Altaia de Altea esperaban en la puerta Juan y Miguel. Estaban junto a Juan Luis y Benito, formando un grupo de cuatro que, a simple vista, parecía formado por profesores que aguardaban regresar al centro tras alguna hora libre. Ayer, de hecho, pasaron la jornada lectiva dando clase en el centro alteano.

No enseñaron matemáticas, ni lengua, ni gimnasia, ni ninguna otra asignatura curricular. Juan Luis y Benito apenas enseñaron nada, pues su presencia se limitaba a acompañar -y ayudar si era preciso- a los dos primeros, Juan y Miguel, encargados de impartir la lección del día. Ellos, con 33 y 30 años, son también estudiantes. Pero sus aulas están lejos. En el Centro Penitenciario de Teixeiro (A Coruña), donde están presos desde hace años por delitos vinculados con el consumo de drogas. Y esas, las drogas, fueron parte de la materia enseñada, basada en mostrar las vueltas que da la vida, cómo ésta descarrila cuando hay sustancias adictivas de por medio, cómo nunca es tarde para tomar de nuevo los mandos, y cómo en la ardua faena de volver a empezar, los estudios son una gran ayuda.

En las charlas, dadas a estudiantes de 15 a 17 años, estos dos internos gallegos empezaron contando cómo tomaron contacto con la droga, con los primeros porros de la adolescencia. Cómo, a través de estos, sin darse cuenta entraron en contacto con un mundo ilegal en el que también era posible acceder y probar otras sustancias. De ahí, hasta delinquir para poder comprarlas y terminar en la cárcel por ello, era cuestión de tiempo.

Tras la introducción, el turno era para los chavales, que podían preguntar lo que quisieran. Y lo hicieron. Preguntaron de todo. A todo les respondieron... No, la comida no es precisamente buena en la cárcel, y con la crisis es peor. La hora de irse al cuarto, las 20.30 horas como tarde, y encerrado hasta el día siguiente. Un sábado siempre es igual que un martes. En tu cumpleaños no te dan tarta. Sólo te invitan a coca-cola cuando es Navidad, y si quieres agua embotellada, o pan, te lo pagas. Los chivatos mal van dentro, pero fuera peor. Ciertas agujas transmiten enfermedades, y aun cogiendo una incurable, se lleva bien con gimnasio y hábitos saludables. Ah!, y no se pega por abrazar. Los módulos parecen independientes, con normas propias. Está el de "respeto", con biblioteca y con internos más responsables. Está el terapéutico, que no da permisos para salir los fines de semana, "porque se creen que de lunes a viernes no hay drogas". En ellos hay compañeros, pero pocos verdaderos amigos. Uno no tiene pareja, la perdió dejándole cuando se enteró de que seguía metiéndose heroína. Otro sí la tiene, le espera fuera y le visita a la cárcel. Las fuerzas para salir adelante las sacan de la familia y de gente que está fuera. Para vivir en la cárcel, lo básico es la paciencia...

Al final de la clase, ocurre lo que nunca se ve en un instituto. Los alumnos dan un largo aplauso a los profesores del día. Con toda seguridad, no olvidarán lo que hoy les han contado.

Estas charlas forman parte del proyecto ANOCA (Aprender No Carcere) de la escuela EPAPU de Teixeiro. Entraron en contacto con el instituto alteano tras conocer a sus responsables en Bolivia, participando ambos en un proyecto educativo por el que han sido galardonados con el Premio Nacional de Educación para el Desarrollo Vicente Ferrer. Además, el "proxecto ANOCA" ha sido reconocido este año con el 2º Premio Miguel Hernández. Juan y Miguel estudian para ser, uno psicólogo y el otro filólogo de lengua inglesa.

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