Francisco Torres Oliver nace en La Vila en 1935, en la calle "de la Bomba" rebautizada hoy como "de Vicente Cervera". Estudia Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid, donde se licencia y donde también estudia Bellas Artes. Tras acabar los estudios se dedica a la enseñanza pero termina dedicándose de lleno a la traducción. Hoy es reconocido por esa faceta. Fue Premio Nacional de Traducción en 1991 en la Modalidad de Literatura Infantil y Juvenil. En 2001, obtuvo el Premio Nacional de Traducción por el conjunto de su obra. Y en 2009, fue reconocido también por la Asociación Española de Escritores de Terror. Pero la parte más creativa de Torres Oliver es también la más desconocida: la pintura. Ahora, hasta el 22 de marzo, el Espai d'Art de la Barbera acoge una exposición sobre esa parte de su obra que ya ha pasado antes por galreías de San Sebastián y Madrid. La muestra se titula "Figuras del Pensamiento" y entre las piezas que la componen figuran dibujos que han ilustrado portadas de algunos de sus libros.

¿Cúales son sus orígenes y cómo se convierte en traductor naciendo en una población donde esa profesión era casi desconocida en su época?

Vengo de una familia modesta. Mis padres tenían una pequeña fábrica artesanal de alpargatas en el pueblo, en la que trabajaban también cuatro trabajadoras. Aquí estudié Bachiller y cuando acabé me fui a estudiar a Madrid con un grupo de mi misma condición social, modesta. Fui para estudiar Bellas Artes, pero empecé la carrera de Filosofía y Letras. Luego ya me desvié. Tras terminar la carrera me dediqué a la enseñanza durante bastante tiempo, incluso estuve de director técnico hasta 1979. A partir de ese año me propusieron la traducción de un libro, concretamente mi cuñado. Se trataba de una colección de cuentos, "Los mitos de Cthulhu". Acepté traducirlos y aún se están vendiendo. Al mostrarlo al editor Jaime Salinas, el hijo del poeta Pedro Salinas, me dijo que podía traducir para él y me dio un libro, luego otro... y pasé años traduciendo casi exclusivamente para Alianza Editorial. Después lo he estado haciendo para mucha más gente.

Ha traducido literatura fantástica, de terror, textos de diversas disciplinas, grandes novelas de autores como Charles Dickens, Daniel Defoe, H. P. Lovecraft, Jane Austen, Lewis Carroll, Thomas Malory... ¿Con qué autor ha disfrutado más de su trabajo o por cual tiene predilección?

Para mi el más importante de todos es la "Muerte de Arturo" de Sir Thomas Malory, que lo escribe en la cárcel antes de ser condenado a muerte. Después de morir fueron unos varones a hablar con Carlson, el primer impresor de Inglaterra, y termina siendo el primer libro profano que se publica en Inglaterra (el primer libro publicado fue la Biblia). La primera edición de la "Muerte de Arturo" sale en 1485. Esta edición -dice mostrando un volumen expuesto junto a sus cuadros-, la hizo Jacobo Sirvent, el hijo de la duquesa de Alba, que es quien me lo encargó. Conmemora el 500 aniversario al salir en 1985 y es el libro que he traducido con más placer y del que estoy más orgulloso.

Pasándose la vida traduciendo historias creadas por otros, ¿no ha sentido usted el gusanillo de escribir las suyas propias?

Me lo han dicho muchas veces, "porqué no escribes algo de tu propia cosecha", pero me he sentido más realizado con la pintura.

Y aún así, al mirar sus cuadros parece que uno se mete en una historia de miedo ¿No son también un poco góticos, como"su" literatura?

Estos -dice apuntando a un conjunto-, por ejemplo, sí son todos ilustraciones de libros, pero el centro de la exposición está en el conjunto de seis símbolos, con los que invito al espectador a que se pregunte y conteste así mismo preguntas. Los demás son independientes, espontáneos o relacionados de manera remota... en muchos el centro del interés está fuera del cuadro.

Cuando uno coge un libro pocas veces se fija en quién lo ha traducido. ¿Le reconocen a usted fuera del ámbito literario?¿Qué siente cuando regresa a La Vila, al origen de todo?

Siento como si estuviese en casa aunque todo ha cambiado mucho. Cuando yo era chaval había bastantes menos habitantes, los conocía a casi todos hoy no conozco a casi nadie. Me ha ocurrido también que alguna vez ha cambiado de domicilio alguien que conocía y que sabía que era muy popular, he preguntado donde vive y me han dicho quien es ese. Los que somos viejos tenemos que estar acostumbrados a eso.

Si tuviera que hacer una reseña del libro de su vida, ¿Qué escribiría?

Digamos que he ido por la vida tratando de hacer las cosas lo mejor posible tanto en la traducción, en la pintura como en la función de profesor. Que he recibido ciertas satisfacciones, que he logrado algo, pero que quizá también tenía que haberme centrado más en un solo cauce.

¿No hubiera sido menos divertido?

Sin duda. ¡Mucho menos interesante!