Entre ellos, llaman a Vilamuseu la «musea». Así que pocas palabras más pueden explicar mejor quién forma el equipo del Museo de La Vila Joiosa. Las mujeres copan la mayor parte de los puestos de trabajo de este espacio cultural, desde arqueólogas o conservadoras a guías; en total, once mujeres al frente de uno de los centros museísticos más importantes de la provincia.

La dirección de Vilamuseu está en manos de Antonio Espinosa, pero a su alrededor le acompañan dos mujeres en el equipo de toma de decisiones. «No hay ninguna diferencia a la hora de trabajar, no importa el sexo que tenga una persona sino del trabajo que haga», indicó Espinosa a este diario. Pero en su opinión que la mayoría de las trabajadoras del museo sean mujeres «es algo muy bueno; con tantas, el museo funciona muy bien».

Será por la forma de trabajar o por la organización que aportan pero los puestos más altos de este espacio museístico están copados por mujeres y sólo dos hombres. Vilamuseu cuenta en la actualidad con una museóloga y jefa de Difusión, Carmina Bonmatí; una jefa de colecciones y conservadora, y también arqueóloga, Amanda Marcos; una restauradora, Coté Velázquez; una técnica de Etnografía, María Jesús Marí; una guía, Malena Lloret; una animadora sociocultural, Rosa Davó; y una administrativa, Tami Llorca.

Pero además, dos de los tres becarios son mujeres: María Ramis y Belén Ballesteros que trabajan junto a Pedro J. Zaragozí. También hay un arqueólogo y jefe de investigación, Diego Ruiz. Y en cuanto a los conserjes, cuatro son hombres y dos mujeres.

Así que en Vilamuseu se podría decir que las que se encargan de salvaguardar el patrimonio, que es mucho, son ellas. Es cierto, como recuerdan, que el ámbito en el que trabajan es un área copada por el sexo femenino en las aulas. De ahí que la lógica lleve a pensar que hay un mayor porcentaje de mujeres en las directivas de museos o entidades parecidas, pero no es así. Espinosa explicó que en los museos sí se nota la diferencia entre hombres y mujeres en los puestos más altos ya que están copados en su mayoría por los primeros. «Creo que también es una cuestión generacional. Cuando se jubilen los que hay actualmente las que lleguen a los cargos directivos serán mujeres», indicó.

Desde el museo vilero además se intenta poner un granito de arena en lo que se conoce como museología de género. «Tenemos un museo muy social en el que intentamos que los 365 días del año sean 8 de marzo», explicaron. Y esto se refleja en que en cualquier exposición o actividad que organizan, la mujer tiene el mismo protagonismo que el hombre, sea de la época que sea. «Intentamos derrumbar mitos y tópicos en todo lo que hacemos», indicaron además de que «huimos de lo que se contaba antes y que hablaba sólo del papel de los hombres como guerreros para destacar también el papel de la mujer en esas épocas», explicaron las trabajadoras del museo.

Dificultades

Aunque en el espacio cultural ni se plantean problemas por ser hombre y mujer, algunas de ellas sí recuerdan que dentro del ámbito en el que trabajan se han enfrentado a situaciones machistas. «La arqueología era un campo de hombres; es decir, hace 20 años tenía que lidiar con los constructores u operarios en las obras que eran todo hombres y no entendían que una mujer les dijera qué tenían que hacer», apunta Amanda Marcos. «Me preguntaban a mí pero luego iban a otro arqueólogo a preguntarle lo mismo». Esto ahora ha cambiado y ahora prácticamente no se hacen esas diferencias.