De un modo u otro, Draguica Steiner, Draguy, siempre fue una guerrera. Durante los 15 años que ejerció de cámara en la antigua Canal 9 acompañada de su eterno 'socio' en la profesión, Vicente Fuster, la he visto peleando a brazo partido con otros colegas que, como ella, buscaban el mejor plano a codazos en un mundo de hombres, en tiempos en que nadie con un teléfono móvil podía usurpar la labor de los profesionales. Residía en Benidorm, en cuya playa de Poniente se la veía a menudo supervisando las instalaciones para la práctica del voleyplaya. Su hija, Liliana Fernández, ha sido seis veces campeona de España, olímpica en tres Juegos y medallista europea.

Rebasados los 70 años, Draguy ha muerto esta madrugada al no superar las consecuencias de un ictus sufrido semanas atrás. Guerrera en la vorágine caníbal del periodismo gráfico y guerrera en sus inicios en el mundo del cine, bien de protagonista o bien de secundaria bajo la dirección de su pareja, otra leyenda de nombre Luis Colombo, maestro con Jess Franco y Paul Naschy de esa serie B tan poco valorada como indispensable para entender la historia de ese cine español al que poco se homenajea en la gala de los ‘goya’, pero que es cantera de maestros del guion, la dirección y el montaje. Con Colombo y Jess Franco, Draguy intervino en varias películas en la década de 1980, ‘El ángel de la muerte’ y ‘Comando terrorista’, entre otras, incunables del súper 8 y el Betamax que un día fueron joyas de los estantes a pie de suelo del videoclub, donde nadie miraba.

Un día sorprendí a Draguy en una de estas películas mientras zapeaba los canales mando en mano. Le habían doblado la voz. Nunca perdió el acento croata. Durante los casi 10 años que duró la guerra yugoslava, el conflicto con Serbia asoló el país de Draguy especialmente entre 1991 y 1995. Finalizada su carrera de actriz y ya camarógrafa profesional, se convirtió en una antibelicista militante y pacifista en pos de la causa nacional, tratando de convencer (y lo hacía) a sus compañeros de profesión de las maldades de Milosevic, hablando largo de la belleza de una nación con un potencial más grande que los rifles de asalto serbios, denunciando las atrocidades del enemigo y atrayendo adeptos hacia una causa que abrazamos casi todos. Mientras duró la guerra, Draguy hizo más por su país que muchos políticos.

Su otra batalla, en la que se mostró igualmente incansable, fue la de tratar de dignificar el voleyplaya, el deporte en que su hija es un referente en España y en el mundo. También ganó. En octubre de 2016, el pabellón central del Palau d’Esports de Benidorm se bautizó con el nombre de Liliana Fernández Steiner, en un nuevo reconocimiento de la ciudad a los hijos e hijas de la villa que la han dado a conocer en todo el mundo. Además de croata, Draguy era una benidormense más. A partir de ahora, seguirá ganando guerras en la memoria colectiva de quienes la conocimos.