¿Sabes cuánto tiempo tardamos en crearnos una primera impresión de alguien?

7 segundos. Luego, en el minuto siguiente, nos dedicamos a buscar evidencias que corroboren esa primera impresión. Y te aseguro que siempre las encontramos.

Pero, ¿en qué nos fijamos exactamente para “catalogar” a la otra persona? En dos aspectos: la cara y la vestimenta. Si, además, la persona tiene un rasgo muy sobresaliente, también lo incluiremos en el primer “escaneo”; por ejemplo, si mide 2 metros, esa característica nos llamará la atención. O si pesa 130kgs. O si tiene una melena llamativa.

A veces, cuando doy este dato en un curso, hay alguna persona a la que le sabe mal que “cataloguemos”, porque le parece injusto clasificar a alguien según su apariencia. Seguramente, es así. De hecho, hay un montón de vídeos con experimentos sociales, en los que se demuestra lo injustos que podemos llegar a ser cuando actuamos en base a la apariencia del otro. Aquí te dejo uno para que lo veas.

https://www.youtube.com/watch?v=SGPjUyVtTQw

Sin embargo, se trata de un reflejo que tenemos genético. Nos viene de nuestros antepasados más primitivos. Y nos ha servido durante miles de años para clasificar básicamente en dos grupos: “peligroso” o “amistoso”. Esa clasificación prácticamente automática nos ha servido para sobrevivir a lo largo de la historia.

Es posible, sin embargo que, si no nos cargamos antes el planeta, evolucionemos lo suficiente como para no tener que clasificar autómaticamente a nadie. Sin embargo, a día de hoy, esto es así. Si bien hay que cultivar el interior, ten en cuenta este dato cuando vayas a conocer gente nueva, sobre todo si de esa persona depende un trabajo, una recomendación o incluso tu vida, como en el vídeo.