Poblado de pigmeos en Camerún

Atravieso densas junglas, ríos salvajes y terrenos inhóspitos para llegar a un poblado de pigmeos y cuando por fin llego me llevo el chasco de mi vida. Sí, por su baja estatura eran pigmeos, pero ¡de pacotilla!, con vaqueros, camisetas y zapatillas de deportes, nada que ver con su indumentaria tradicional. Advierto al guía que no admito el timo y que sólo pagaré el tour si, como me prometieron, la visita era a un asentamiento de pigmeos que preservan sus tradiciones y costumbres. Lo que finalmente sucedió lo describo a continuación.

Para ir al encuentro de los pigmeos hay que hacer un tramo en piragua

Me encuentro en Camerún, uno de los pocos países en los que todavía sobreviven algunas pequeñas comunidades de pigmeos, una etnia famosa en todo el mundo por su baja estatura, que no sobrepasa el metro y medio. La visita a una comunidad pigmea es una de las varias razones que me han traído hasta este país centroafricano con su parte occidental bañada por el Atlántico en el golfo de Guinea.

La altura de los pigmeos no alcanza el metro y medio

Como para viajar a algunos países de África es casi imprescindible contar con un guía, dada la precariedad de servicios de todo tipo y la dificultad de desplazarte áreas de densa jungla y caminos sin señalizar, contacto a través de Fitur, la feria de Turismo de Madrid, y de internet, con una agencia de viajes autóctona que incluye en su programa una visita a una comunidad pigmea que promociona con imágenes de los mismos con sus prendas ancestrales. Como sucede en todo el mundo, la presión del llamado “mundo civilizado” ha diezmado los asentamientos genuinos de pigmeos hasta el punto de que los que sobreviven con su cultura genuina se han reducido drásticamente y cada vez están en lugares más remotos.

Pigmeos interpretando danzas tradicionales

Visitar uno de estos poblados es toda una aventura. Así, tras un recorrido en un todoterreno llego con el conductor-guía hasta el río Lobé, en las cercanías de su desembocadura en el Atlántico, en el golfo de Guinea. Desde allí hay que hacer un largo recorrido en piragua que, además es río arriba, y por aquellos lares los motores fueraborda no existen. Así que la navegación es a remo por un paraje que cada vez se hace más denso de arbolado, especialmente cuando nos desviamos por un afluente que nos obliga en ocasiones a agacharnos por la frondosidad de la jungla.

La percusión acompaña a las danzas

Tras una larga travesía desembarcamos y seguimos la ruta a pie por un sendero en la selva apenas perceptible y en una especie de penumbra permanente ya que el arbolado es tan tupido que el sol es incapaz de filtrarse.

Las piraguas son apenas troncos vaciados rústicamente

Por fin llegamos a un pequeño claro en el que me anuncian que estarán los pigmeos. Sin embargo, mi expectación se convierte en chasco ya que los pigmeos que veo se han dejado seducir por el mundo moderno y de sus señas de identidad sólo conservan, obviamente, su altura, y algunas chozas. Visten con vaqueros, camisetas publicitarias y algunos hasta zapatillas de deporte. Me niego en redondo a admitir semejante engaño y le advierto al guía que la visita era a un poblado de pigmeos en su ambiente y hábitat tradicional y le muestro las imágenes que publicitan en su programa.

Dos niños pigmeos ante sus chozas

Tras una larga y a veces tensa discusión con el guía, y mucho más afable con los nativos, llegamos a un acuerdo. Se vestirán con su atuendo tradicional pero les tengo que dar un margen de dos horas y a cambio de darles una propina adicional. Así quedamos y para consumir el tiempo de espera doy un paseo en piragua por uno de los riachuelos cercanos para intentar observar la fauna, aunque con tan abundante floresta lo único que vemos son algunas especies de monos y de aves, y unas cuantas tortugas.

Los pigmeos se alimentan de los animales que cazan y de los frutos que recolectan

Transcurrido el tiempo pactado regresamos al poblado y compruebo, con admiración, que los pigmeos han cumplido su compromiso y en 120 minutos se han confeccionado su vestimenta ancestral valiéndose exclusivamente de elementos de la propia naturaleza. Los saludo efusivamente y a continuación llevan a cabo unas danzas rituales a ritmo de sus propios instrumentos de percusión, así como unas prácticas de simulación de caza. Sus chozas son muy rudimentarias ya que los pigmeos son nómadas y viven de la caza y de la recolección de frutos silvestres trasladando a menudo su emplazamiento de un lugar a otro.

El río Lobé cerca de su desembocadura

Luego tengo un cambio de impresiones con la ayuda del guía que sirve de traductor, quien me dice que en Camerún hay dos etnias diferentes de pigmeos, los bagdeli, que son los que estamos visitando, y los baka. El gran riesgo que sufren ambas etnias es la pérdida de identidad, engullidos por el mundo moderno. Llega la hora del regreso y me despido de tan amistosa gente confiando en que conserven sus costumbres y sus señas de identidad durante mucho tiempo.

Catarata del río Lobé al desembocar en el Atlántico

Los pigmeos es sólo uno de los incentivos de Camerún, ya que son tantos que merecen capítulo aparte. Yo no dudaría en calificarlo como un país fascinante, halago que sólo otorgaría a una veintena de países en todo el mundo.

Puesta de sol en una playa de Camerún en el golfo de Guinea

TODAS LAS IMÁGENES DE MANUEL DOPAZO