Los novios lucen llamativos vestidos

Nunca había visto nada igual, mismamente una boda de las mil y una noches. Estoy en la India y los novios parecen auténticos maharajás. Pues bien, allí estoy participando de tan selecto espectáculo, consiguiendo que los novios posen para mí y disfrutando de una celebración a la que, por supuesto, no he sido invitado. Esta es una crónica de cómo pude colarme en tan fastuosa boda como un "pequeño Nicolás" cualquiera.

La novia coloca un collar de guirnaldas al novio

Estoy en Chennai, anteriormente conocida como Madrás, la capital del Estado indio de Tamil Nadú. Voy caminando por sus calles visitando sus atractivos más destacados cuando me llama la atención un engalanado caballo en el patio de un hotel. Me acerco para hacer unas fotos y el guarda me aclara que es el caballo del novio para una boda que se va a celebrar. Agradezco la explicación y sigo mi camino cuando escucho música a lo lejos. Siguiendo el rastro del sonido me encuentro con una orquestina callejera ensayando en traje de gala. Como suele ser habitual en la India, no sólo no ponen reparos a las fotos sino que incluso posan con agrado. Me dicen lo mismo, que están preparándose para una boda que se va a celebrar esa noche y me indican el hotel donde se celebra el convite.

Una orquestina ensayando para la boda

Me mata la curiosidad y decido esperar a la boda merodeando por la zona. Está anocheciendo cuando una importante avenida se cierra al tráfico y minutos después veo a lo lejos unos abanderados a caballo con llamativos trajes abriendo un largo desfile que me recuerda al folklórico que se celebra en Hogueras, con numerosos participantes luciendo sus mejores galas y todo ello amenizado por el estruendo de distintas orquestinas y bandas de música, en una gran fanfarria. El elemento fundamental del desfile es el novio, que con su lujoso traje hindú parece un brazo de mar a lomos del engalanado caballo.

Dos jinetes abanderados abren el desfile nupcial

Sigo la marcha de la cabalgata nupcial disparando algunas fotos de la misma hasta que llegamos a un lujoso hotel en cuya puerta se ha instalado un gran arco, bajo el que pasa el novio con su caballo, entre la expectación de los numerosos asistentes. tras un breve ritual, el novio descabalga y penetra en el hotel seguido de los invitados. Para mí la fiesta ha terminado y parece que me voy a quedar sin saber cómo continua el festejo ya que la entrada a la boda es controlada por empleados del hotel que comprueban con detenimiento las invitaciones de los asistentes. Mi mayor frustración es no haber podido ver a la novia, que doy por seguro que lucirá un espectacular vestido. Observo a lo lejos que varios fotógrafos, previsiblemente los oficiales del enlace, también entran, pero no mostrando la invitación, sino una credencial.

El novio pasa a caballo por el arco nupcial

Como siempre suelo llevar el carnet de prensa del periódico, opto por intentarlo a sabiendas que lo único que me puede pasar es que me digan que no. Así lo hago y el conserje del hotel se queda mirando con cara de extrañeza el carnet y se la muestra a un compañero para salir de dudas. Es entonces cuando les repito con firmeza "press, press" y les retiro la tarjeta, franqueando la puerta con decisión sin perder ni un segundo. Tras unos segundos que me parecen inmensos consigo mezclarme entre el bullicio de los asistentes lejos de la vista de los conserjes.

Las mujeres hindúes con sus coloridos saris

Llego al salón del convite, lujosamente engalanado y con los novios ya juntos en una especie de trono. Me acerco hasta ellos y aprovecho la presencia de los fotógrafos y cámaras oficiales para sacar numerosas fotos de la pareja sin la más mínima objeción e incluso con una amplia sonrisa del marido. Otra cosa es la mujer, que no parece muy contenta que digamos. Ni por un momento abandona una cara tan larga como si en vez de una boda pareciera que la llevan al matadero. Deduzco que será de la emoción.

El caballo del novio está listo para la ceremonia

El salón conecta con una amplísima terraza en la que hay una veintena de quioscos con cocineros y hornillos, todos ellos especializados en los distintos tipos de comidas, bebidas y dulces, y de donde se surten los invitados, a modo de self-service. Son numerosos los presentes que al verme con la cámara me piden que les haga fotos y me dan la dirección del correo electrónico para que se las envíe. Otros me insisten en que me una a ellos y me invitan a que escoja lo que prefiera comer en los distintos quioscos. No obstante, como mi objetivo era poder asistir a la boda y sacar imágenes de la misma, y eso ya lo he conseguido, la verdad es que apenas pruebo bocado y me marcho con el dulce sabor de unos pastelitos indios.

Invitados a la boda en la terraza del self service

Se podrá decir que esto no se puede comparar con las proezas del pequeño Nicolás, y es verdad, pero estos hechos sucedieron antes de conocer la existencia de tan sorprendente personaje y, por tanto, sin ningún ánimo de imitarle.

Los templos de Mahabalipuran situados en la playa

Chennai no es una ciudad espectacular pero es la escala obligada para visitar una de las maravillas de la India: Mahabalipuran, a 60 kilómetros de distancia, con varias edificaciones históricas declaradas Patrimonio de la Humanidad. De ellas destacan los cuatro templos hindúes ubicados sobre la arena del litoral y rodeados de grandes esculturas de piedra representando distintos animales, como elefantes y leones.

El mural del descenso del Ganges esculpido en la roca

Otra de las maravillas de Mahabalipuran es un gran mural esculpido sobre la roca a modo de bajorrelieve que representa el descenso del Ganges, muy cerca también de la playa. Como curiosidad no omito que es muy visitada una gran roca casi completamente circular situada en la pendiente de un montículo de piedra y que parece increíble que se pueda mantener en la situación de equilibrio en la que se encuentra sin precipitarse abajo. Es la imagen de abajo y yo, desde luego, no me pondría debajo de tan amenazante roca tal como aparece el grupo, sobre todo si hay alguien que se está apoyando en ella e incluso parece que está empujándola con mucha malicia.

La roca parece que se va a precipitar sobre la gente que se protege del sol

TODAS LAS IMÁGENES DE MANUEL DOPAZO