El muro de Berlín en 1988, meses antes de su demolición

Estoy frente al muro de Berlín, que atraviesa y divide en dos a la ciudad. El muro de un sólido hormigón aparenta una salud insultante. Cualquiera que diga que puede desplomarse en el momento menos pensado seguro que lo toman por loco. Pero ni yo ni nadie se percata de que ya está siendo atacado por un virus que va a acabar demoliéndolo. Es un virus que aparece incluso impreso en sus paredes, casi perdido entre las muchas pintadas que cubren por completo su superficie. Se llama “perestroika”. Precisamente ahora se cumplen los 25 años desde que la perestroika provocara la demolición de este monumento a la intolerancia humana. Lo que relato a continuación es mi visita a Berlín y al muro un año antes de su caída.

El muro de Berlín un año antes de su caída

Discurre el mes de agosto de 1988 y me encuentro en Berlín Occidental, un distingo obligado ya que la antigua capital alemana, al igual que toda Alemania, está divida en dos partes, la Occidental y la Oriental. Recorro un tramo del muro de sus más de 45 kilómetros de longitud que dividen en dos a la ciudad. Además, hay otro muro recayente en la parte oriental y entre ambos un terreno de nadie, y digo de “nadie” porque quien se atreva a cruzarlo es, prácticamente hombre muerto. Todo ello, dicho sea por hacer una mínima referencia histórica, como consecuencia de los acuerdos de los vencedores de la II Guerra Mundial y de la posterior Guerra Fría. Me encuentro en el tramo más visitado del muro, con la totalidad de su superficie decorada con grafitis, algunos de excelente factura, múltiples frases, entre las que hay muy ingeniosas, y vulgares pintadas. Sólo en muy contadas ocasiones decido salir en alguna imagen pero esta ocasión no la quiero dejar pasar, aunque sólo sea por presumir de que “yo estuve allí”. Por supuesto que por mi imaginación no pasa la más mínima esperanza de que tan sólida construcción de hormigón tenga los días contados. Sin embargo apenas unos meses después de mi visita caía desplomado cual si fuera de papel. Vamos que, metafóricamente hablando, casi me cae encima tras más de 28 años de existencia. Por una de esas casualidades que pasan algunas veces vengo a posar en la fotografía delante de un tramo del muro en el que aparece rotulada no sólo la causa de su demolición, la perestroika, sino también el nombre de su promotor, Gorbi, como se conoce popularmente a Gorvachov, presidente de la Unión Soviética y responsable de la reestructuración económica que está empezando a implantarse en 1988 en los países del bloque oriental.

Las alusiones a la perestroika y a Gorbi (Gorbachov) aparecen en este tramo del muro

En mi recorrido por el Berlín Occidental paso por lo que antes de la guerra era el corazón de la ciudad con el Reichstag como epicentro y que hoy, 7 de agosto de 1986, está rodeado de un paisaje desolador, con múltiples cicatrices de los daños sufridos en la guerra y utilizado apenas para alguna exposición. La fotografía de abajo lo muestra claramente. Cómo imaginar entonces que este edificio iba a volver a ser la sede del Parlamento de la Alemania unificada y que la cúpula que reconstruyó el arquitecto Norman Foster iba a ser en la actualidad uno de los mayores iconos de Berlín.

El Reichstag en 1988 antes de volver cumplir sus funciones parlamentarias

Camino por las calles de Berlín y me tropiezo con un destacado edificio que, por el contrario, no ha sido reconstruido y, por lo tanto, se mantiene en ruinas. Es la iglesia del Emperador Guillermo. Se ha acordado mantenerla así de forma permanente, y creo que con gran acierto, como memorial de la destrucción de la guerra.

La iglesia del Emperador Guillermo se conserva en ruinas como memorial de la guerra

También en Berlín Occidental me tropiezo con el monumento al Trabant el turismo oficial de la Alemania Oriental con un diseño y carrocería tan desfasados que es motivo de befa por parte de los alemanes occidentales. Vamos que un Biscúter español de los 50 parece que no tiene mucho que envidiarle.

Monumento sarcástico al turismo fabricado en la RDA

Sin duda, más sorprendente para mí es encontrarme en pleno Berlín Occidental y en estos tiempos de Guerra Fría con el monumento al soldado soviético, al ser este ejército el primero en entrar en el Berlín de los nazis. Resulta que al marcar la línea divisoria entre las distintas partes de Berlín, este símbolo para la URSS ha quedado en la parte occidental. Para custodiarlo, hay varios soldados procedentes de la parte oriental que son reemplazados cada dos horas. Una custodia que se hace necesaria dadas las iras de muchos berlineses contra los del otro lado del muro, reflejadas en las cruces plantadas detrás del Reichstag y que representan a cada uno de los orientales que han pagado con su vida la “osadía” de querer pasar al lado occidental. Me cuentan que en 1970 hubo un intento de atentar contra estos soldados.

El monumento al soldado soviético estaba en la parte occidental de Berlín

Mi tour por Berlín llega a su punto culminante cuando con un autobús de turistas españoles llegamos al mítico Checkpoint Charlie, el paso fronterizo controlado por Estados Unidos y que tras múltiples controles y papeleos me permiten penetrar en Berlín Oriental. Pronto constato que los rusos se quedaron con la mejor parte, ya que en este lado de la ciudad se concentra la mayor parte de las grandes edificaciones empezando por la puerta de Brandeburgo, el emblemático monumento del que me tengo que conformar con contemplarlo desde la distancia ya que las vallas y la policía impiden acercarse a ella.

La puerta de Brandeburgo estaba en Berlín Oriental, muy cerca del muro

Visito la famosa avenida de los Tilos, la plaza de la Academia, el Museo de Pérgamo, la Biblioteca Real y otros puntos de interés de esta parte de la ciudad. Entre sus monumentos me encuentro con alguno que hoy ya ha desaparecido como el erigido a Lenin. Por el contrario, sí se ha mantenido otro dedicado a la memoria soviética que aparece abajo. También están muy cerca de Berlín el espléndido palacio y jardines de Sansouci y la ciudad de Postdam.

Este monumento a Lenin fue demolido tras la reunificación de Berlín

Como Berlín es una isla occidental dentro de la Alemania Oriental, salir de allí no es tan sencillo. Tengo dos posibilidades de hacerlo. Una es por avión, mediante compañías aéreas francesas , británicas, estadounidenses y , obviamente las soviéticas, las únicas autorizadas para aterrizar en Berlín Oriental como potencias ganadoras de la guerra. La otra fórmula es en vehículo pero cumpliendo a rajatabla las condiciones impuestas por el gobierno oriental, y es que hay que hacerlo a través de una autopista, una especie de pasillo, que no puedes abandonar en ningún momento hasta llegar a la frontera con la RFA. Es la que utilizo a bordo del autobús turístico para llegar hasta Hamburgo, mi siguiente destino.

Por el contrario, este monumento de marcada tipología soviética todavía pervive

Precisamente ahora que se cumplen los 25 baños de la caída del muro celebro que se hayan conservado varios tramos del muro de Berlín, pese a que tras su caída apenas se pudo frenar la ira de los berlineses que se desahogaban machacándolo y triturándolo. Una conservación aunque sólo sea para no olvidar que algo tan abominable como “el muro de la vergüenza”, como se le llegó a conocer, no sólo existió sino que ha vuelto a reconstruirse en otras latitudes, aunque no es el momento de citarlas para no empañar el final feliz de los 25 años de la reunificación de Berlín.

la sede de la Orquesta Filarmónica de Berlín

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