No es solo el hecho de llevar el nombre de Juan Gil-Albert en la denominación de nuestra institución lo que nos compromete. Nos compromete la necesidad del recuerdo y reivindicación de una literatura humanística como la cultivada por él.

«Yo esperaba que algún día se me leería, pero no sabía cuándo», dijo en una ocasión. Y lo cierto es que se le leyó sobre todo en los años setenta y ochenta. Fue su momento dulce, el de los reconocimientos lectores e institucionales. Pero la realidad actual es otra: a Juan Gil-Albert ha dejado de editársele desde hace años. El asomo editorial que tuvo de pronto hace quince años, en el centenario de su nacimiento durante 2004 al recuperarse en tres volúmenes sus obras en prosa y en uno su poesía completa, no ha tenido continuidad. Y hoy pocos parecen acceder a su literatura. Incluso los acercamientos de investigadores han disminuido en número.

Podría ser que fuera ya un clásico y entrara en esa definición que nos daba Chesterton: la de que un clásico es un autor al que se le puede elogiar sin haberlo leído. Pero mucho tememos que en su caso se ha desplegado además una inoportuna capa de olvido.

Eso es lo que creíamos hace casi un año, al preparar el 25 aniversario de su muerte de 2019. Entonces la Universidad de Alicante, a través del Centro de Estudios Iberoamericanos Mario Benedetti, y el IAC Juan Gil-Albert decidimos aunar esfuerzos para convocar de nuevo al autor, a su literatura, a su legado humanista. Y de ahí nació la iniciativa del Congreso internacional Vibraciones de Juan Gil-Albert: la fascinación de la constancia, al que se invitó a colaborar al Ayuntamiento de Alcoy.

Reunir a quienes en las últimas décadas conocieron personalmente a Gil-Albert, le trataron y escribieron sobre él con quienes ya no tuvieron esa relación directa pero se sumaron a la crítica gilabertiana entrado el siglo XXI era poco menos que obligado. Pero también se planteaba un reto: el Congreso debía ser de verdad, abierto a comunicaciones, abierto a nuevas voces que se introdujeran en su universo cultural.

El hecho de que a esa llamada hayan acudido, junto a los gilabertianos clásicos y los incorporados en este siglo, veintiún nombres más que concurren por primera vez a un evento sobre el escritor contradice las primeras preocupaciones, y en cierto modo augura un renovado interés que no se ciñe a una parcela de su obra. En cuatro días comparece el Gil-Albert múltiple: el poeta, el memorialista, el ensayista, el novelista, el pensador cultural en un Congreso seguido con optimismo.