"Cuando llegaba la primavera, incluso si era una primavera falsa, lo único que importaba era encontrar el lugar donde pudiéramos ser felices"

Ernest Hemingway. París era una fiesta.

Hablar de Shakespeare & Co. es inevitablemente hablar de su fundadora, Sylvia Beach. Sylvia nació en Baltimore de padre reverendo presbiteriano y madre nacida en la India de padre misionero. A sus catorce años la familia se estableció en París y posteriormente se trasladó a Princeton, y tras diversas estancias en España y Belgrado ella decide quedarse en París a partir de 1919. Sylvia siempre había querido tener una librería, así que cuando encontró un local que había sido una antigua lavandería y con un alquiler realmente asequible le mandó un telegrama a su madre con la urgencia que tienen los sueños: "Abro librería en París. Por favor, manda dinero". Su madre le envió todos sus ahorros. Había nacido Shakespeare & Company, que abrió sus puertas el 19 de noviembre de 1919.

La librería comenzó a funcionar con el sistema de "alquiler" de libros con suscripción y el pago de un depósito. Dice Hemingway recordando su estancia en París, que en aquellos días no había dinero para comprar libros y los tomaba prestados del servicio de préstamos de la librería de Sylvia Beach, que en aquel momento estaba en el número 12 de la Rue de L'Odeon. Describe la librería como un lugar cálido donde calentarse en el frío invierno parisino, con mesas y estantes llenos de libros y de fotografías de escritores tanto vivos como muertos, y con la presencia siempre amable y alegre de Sylvia; esa mujer con los ojos del color de los castaños, el árbol más bonito que se puede verse en los parques de París.

Cuántos escritores cruzaron ese umbral y sintieron el calor de Sylvia€ Hemingway, ScottFitzgerald€ allí acudieron los expatriados, la "Generación perdida" (nombre que recibió un grupo de notables escritores estadounidenses que vivieron en París y en otras ciudades europeas en el periodo que va desde el final de la Primera Guerra Mundial en 1918, hasta la Gran Depresión en el año 1929, y que renovaron la narrativa norteamericana. El nombre de Generación Perdida fue acuñado por la escritora y mecenas Gertrude Stein, que también era asidua a la compañía de Beach).

Joyce solía acudir a la librería al final de la tarde. Se conocieron en 1920. Joyce, a quien Sylvia tenía verdadera adoración, llevaba siete años trabajando en su propio Ulises y viviendo su particular odisea para publicar. Esfumadas las posibilidades de sacar a la luz el libro en países de habla inglesa Sylvia tuvo la idea (y la valentía) de llevarlo a cabo en París. Y a pesar de la falta de capital y de experiencia dirigió todos sus esfuerzos a hacerlo posible, poniendo en marcha el (¿posiblemente?) primer crowdfunding de la historia literaria.

Sylvia permaneció en París durante la ocupación alemana y vivió allí hasta su muerte en 1962. Mantuvo abierta la librería hasta un día de 1941 en el que un oficial alemán quiso adquirir la novela Finnegan Wake, de Joyce, y ella se negó a vendérsela, siendo entonces amenazada con confiscarle todas sus pertenencias. En cuestión de horas su marido y ella vaciaron la tienda y trasladaron todos los libros al apartamento del piso superior, repintando encima del cartel de

entrada para borrar todo rastro del establecimiento. La librería dejó entonces de existir, y poco después Sylvia pasó seis meses en un campo de internamiento.

Tras su puesta en libertad Sylvia no se sintió con fuerzas de volver a abrir la librería y permaneció cerrada hasta que apareció en escena Whitman, pero no Walt, sino George. George Whitman llegó a París en agosto de 1946. Tenía 33 años y tras haber servido en el ejército se había inscrito en la Sorbona. A lo largo de su vida había viajado como un trotamundos o más bien, como a él mismo le gustaba denominarse, como Tumbleweed (como una planta rodadora, o nube del desierto) que iba de un lugar a otro, protegida por la bondad de los desconocidos.

En 1951 decidió abrir una librería en París y Sylvia, que seguía amando los libros tanto como a la ciudad que había atrapado su espíritu para siempre, se convirtió en una de las visitantes habituales. Una vez fallecida Sylvia en 1962 Whitman le cambió de nombre a su librería (1964), recuperando el de Shakespeare and Company como homenaje. Y este no sería el único reconocimiento que Whitman haría a la librera y editora, ya que su hija, que hoy dirige Shakespeare and Company, lleva por nombre Sylvia Beach Whitman.

Fue también George el que emprendió una práctica (que sigue hasta nuestros días) de acogida temporal de escritores en este hogar literario. Una especie de residencia de escritores muy particular. Y es que, en su deseo de devolver la generosidad que encontró durante sus viajes, George decidió abrir las puertas de la librería a todo tipo de escritores, artistas e intelectuales que buscaban refugio. A cambio, se les pedía a estos Tumbleweeds (como se llamaba a los invitados) que leyeran un libro al día, ayudaran en la tienda durante un par de horas y escribieran una autobiografía de una página para los archivos de George. Hoy, la librería ha albergado a más de 30.000 nubes del desierto.

Con su colorida fachada y su acogedor interior, en el que podrías perfectamente quedarte a vivir tan ricamente, Shakespeare and Co. sigue atrayendo tanto a escritores como a lectores y turistas de todas las partes del mundo. Richard Linklater, el director de cine, también sucumbió a sus encantos y no pudo resistir la tentación de incluirla en su película Antes del atardecer (Richard Linklater, 2004), continuando la historia de Jesse y Céline que nos dejó con el corazón en vilo en Antes del amanecer. Es justo aquí donde comienza la película, cuando Jesse, escritor protagonista, presenta su novela y se reencuentra con Céline. Si todavía no la habéis visto hacedlo en cuanto terminéis de leer este artículo.

Menuda historia, cómo no enamorarse de este sitio, rozando la orilla del Sena, en una pequeña esquina rodeada de hermosos árboles, un pequeño rincón del mundo en el que aún se respira el aliento vivo de la escritura; aún la presencia de Sylvia que nos sigue mirando amable y sonriente.

Cada vez que estoy en París no puedo evitar que mis pies se encaminen hacia ese rincón, como si de la letra de aquella canción (April in Paris) se tratara...

"€ nunca conocí el encanto de la primaveranunca me encontré con ella cara a caranunca supe que mi corazón podía cantarnunca eché de menos un cálido abrazohasta abril en París.Hacia quién puedo correrqué le has hecho a mi corazón€"

Hemingway tenía razón. Hasta abril en París, hasta encontrar esta librería. Incluso cuando llega una falsa primavera, este siempre será un lugar hacia el que correr y ser felices.