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Patrizia Reggiani, la viuda negra vuelve con «House of Gucci»

Lady Gaga echa toda la carne en el asador en su papel de Lady Gucci, la ambiciosa y maquiavélica mujer que ordenó matar al nieto del fundador de la casa de moda italiana, en la película de Ridley Scott

Arriba, Reggiani custodiada, en 1998. Debajo, su alter ego en el cine, Lady Gaga, junto a Adam Driver. | REUTERS

Ostentosa, vengativa, excéntrica y maquiavélica son solo algunos de los adjetivos que definen la personalidad de Patrizia Reggiani, más conocida en los 80 y 90 como Lady Gucci, la viuda negra de la moda y de Italia entera. Su imagen rodeada de policías en el juzgado de Milán donde se la declaró culpable de planear el asesinato de su exmarido, Maurizio Gucci, y se la condenó a 29 años de cárcel casi se hubiera perdido en la memoria de no ser por la operación rescate de la película de Ridley Scott, que cuenta la historia de poder, traición y escándalo en el seno de uno de los clanes más famosos de la moda, los Gucci.

Patrizia Reggiani, la viuda negra vuelve con «House of Gucci»

Las primeras imágenes que se han adelantado del filme muestran a una Lady Gaga imponente en el papel de la retorcida exconvicta, y ya se ha aupado en las quinielas a los Oscar, rivalizando con Kristen Stewart, otra firme candidata por su papel de Lady Di en Spencer. «Han pasado tres años desde que empecé a trabajar en ello. He vivido como ella durante un año y medio. Y hablé con el acento durante nueve meses», ha revelado a Vogue la cantante, a quien acompañan en el reparto Adam Driver, Al Pacino, Jared Leto, Salma Hayek y Jeremy Irons. El filme, que se estrenará el 26 de noviembre, ha resucitado el interés por la socialité y una de las malas malísimas de la historia de la moda. Pero, ¿quién fue realmente esta mujer?

El Rolls Royce y la bicicleta. La obsesión por el lujo le vino marcada por vía sanguínea. Nacida en 1948 en el seno de una familia de clase media-baja, su madre era camarera y su padre, camionero, Patrizia comenzó a gustar del glamur en cuanto sus progenitories se mudaron a Milán y su padre pudo ahorrar algo de dinero, que empleaba en agasajar a su hija. Le compró abrigos de pieles -su debilidad- y deportivos. Con esa tarjeta de visita, la niña ya crecida empezó a infiltrarse en la alta sociedad de la ciudad. De ahí que una de sus frases más famosas sea esta: «Es mejor llorar en un Rolls Royce que ser feliz en una bicicleta».

Una cazafortunas desbocada. Cómo no, en una de esas fiestas de la jet set a las que acudía frecuentemente, a finales de los 60, Patrizia conoció a Maurizio Gucci (Adam Driver), hijo de Rodolfo y nieto del fundador Guccio. En 1972 se casaron. Y a ella se le abrieron las puertas del paraíso. Escapadas al chalet de Saint Moritz, en los Alpes suizos; al ático de casi mil metros en la Olympic Tower de Manhattan, al yate Creole, con 64 metros de eslora y uno de los más grandes del mundo; a la villa Acapulco, o a todas las islas privadas que Mauizia -como se les conocía a ellos y a su flota de coches- disfrutaban por todo el mundo. «Maurizio se sentía libre conmigo -contó Patrizia a The Guardian-. Nos divertíamos, éramos un equipo». El matrimonio parecía feliz y tuvieron dos hijas: Allegra y Alessandra.

Crisis en el imperio y en la pareja. En 1983, cuando murió Rodolfo Gucci, que siempre vio a Patrizia como una cazafortunas, Maurizio heredó el 50% de la compañía, ya en crisis. Litigó con su tío Aldo y su primo Giorgio para quitárselos de encima y controlar todo Gucci, algo que en realidad era el sueño de Patrizia. La pelea acabó en 1993, cuando Maurizio le vendió el 50% a Investcorp, un banco árabe de Bahrein. A Patrizia casi le da algo: «Estaba muy cabreada con él por muchos temas, pero en especial por perder el negocio familiar», dijo entonces. La marca entró en barrena hasta que la resucitó su nuevo director creativo, Tom Ford. Pero el matrimonio ya estaba herido de muerte.

La amante, la vidente y el sicario. En 1985 descubrió que su marido le era infiel con Paola Franchi. La pareja se separó, pero no se divorció hasta 1991, y Maurizio le seguía pasando una pensión de medio millón de dólares al año. Dejó de ser Lady Gucci y los celos se la comían. En 1992, fue operada con éxito de un tumor cerebral, y en la convalecencia se fue a vivir con su pitonisa, Pina Auriemma (Salma Hayek), con quien tuvo largas charlas sobre su ex. Al final, su vidente la condujo hasta un sicario, el endeudado pizzero Benedetto Ceraulo, que recibió 300.000 euros por disparar tres veces a Maurizio. Con 46 años, el magnate cayó muerto el 27 de marzo de 1995. «Fui preguntando a todo el mundo, incluso al tendero del barrio, ¿hay alguien que tenga el valor de asesinar a mi marido?», ha explicado Patrizia en un reciente documental. Primero se sospechó de los primos del clan, pero unos pinchazos telefónicos delataron a Patrizia. Fue arrestada en 1997.

«La más Gucci de todos». Fue condenada a 29 años de cárcel, que se quedaron en 26 tras un intento de suicidio. Al final, ha cumplido 18 años. Pudo salir antes de 2014, pero es célebre la frase con la que rechazó un empleo con el que hubiera obtenido la libertad condicional: «Nunca he trabajado y no tengo intención de empezar ahora». La viuda negra de la moda, como se la conoce ahora que sale a la calle vestida de Zara, presta sus servicios a una conocida joyería de Milán y casi todos los fines de semana se pasea por los barrios más exclusivos con un loro al hombro. «Aún me siento la más Gucci de todos», va diciendo.

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