Guillermo Heras, el jefe que no iba de jefe

Le he llamado cariñosamente todos estos años “Jefe”, o “el Boss”, otras veces “Willi” el andariego. Para la cultura alicantina, un inmenso regalo que nunca agradeceremos bastante. Lo estoy viendo ahora con sus manos atrás, mesándose la coleta, cuando las cosas en la Muestra de Autores no iban bien o porque siempre surgía un problema a última hora. O, simplemente, porque “esa era la última edición” —una copla que sonó desde las primeras convocatorias—. Y todos a su alrededor sabíamos que al año siguiente volvería a estar al pie del cañón. Porque la Muestra la parió él y se ha mantenido gracias a su paciencia, generosidad y trabajo. Y porque siempre ha sido ese boss que solo es un currito más que cree en lo que hace. Por eso apostó por la dramaturgia viva española cuando nadie daba un duro por ella. 

Nos deja un bagaje interminable. En su mochila con el logo de la terreta, esos 29 años al frente de la Muestra consiguiendo consolidarla. Peleó como nadie para que el festival más importante de teatro contemporáneo de este país se quedara en Alicante. Solo un jefe que no va de jefe puede conseguir ese milagro. Atrás, su lucha constante por dignificar la profesión teatral desde el compromiso y la búsqueda. Era una magnífica persona. Un jefe lleno de ternura, honesto y sabio. No sabes con qué aspecto de su carrera quedarte: con su oficio de director (por algo fue Premio Nacional de Teatro. En Jácara disfrutamos de su entrega en el montaje “Calderilla”), como autor (faceta solapada que merece una recuperación urgente), ensayista, gestor (el CNNTE, Iberescena, la MTEAC…).

Me quedo con su amistad, su bonhomía y la suerte que he tenido de aprender de él y, con él —a pesar de todo— seguir creyendo en el teatro nuestro de cada día.

Hoy, los teatreros de Alicante, España y Sudamérica nos sentimos un poco huérfanos. Te vamos a echar tanto de menos, Boss.