Toni Hill: «El garrote vil era un trabajo y alguien tenía que hacerlo»

Retrato del escritor Toni Hill.  | INFORMACIÓN

Retrato del escritor Toni Hill. | INFORMACIÓN / JUDITLÓPEZPICAZOJUDITLÓPEZPICAZO

Judit López Picazo

Aunque se licenció en psicología, Toni Hill ejerce de traductor y como escritor de novela de intriga desde 2011, con la publicación de la primera entrega de la trilogía El verano de los juguetes muertos, que sigue la historia del inspector Héctor Salgado. Su obra más reciente, El último verdugo, es un thriller ambientado en una Barcelona postpandémica y protagonizado por un asesino en serie muy particular, que seguro da mucho de que hablar en la «Conversación con Toni Hill», el martes 5 de septiembre a las 19.30 horas, justo después de la inauguración de Cartagena Negra y antes de la entrega del V Premio Novela «Icue Negro».

El último verdugo es un thriller plagado de grises, en el que los malos no son tan malos ni los buenos tan buenos. ¿Es esta una forma de personificar la dificultad de encontrar la ‘reciprocidad’ que busca la Ley del talión?

Los personajes de mis novelas, en general, nunca son malos ni buenos, aunque hay unos que tienen más porcentaje de maldad o de bondad que otros. No creo que la gente sea, en el 99% de los casos, esencialmente mala o buena. Todos somos una mezcla de cosas, y dependiendo del momento y de la situación, nos pesa más un lado o el otro. En El último verdugo hay un personaje claramente psicópata, que tiene una conducta totalmente reprobable, pero tal y como pensé la novela, en algún momento el lector se siente un poco empujado a empatizar con este señor, a pesar de saber que no es una buena persona. Y por otro lado, los buenos que lo persiguen tampoco son unos santos. A mí es lo que me parecía interesante de todo este juego, plantearnos dónde están los límites, qué es justicia y qué es venganza... Más que responder, quería plantear una serie de preguntas con la novela.

En el caso del protagonista, quien tiene comportamientos claramente crueles, ¿se le hizo difícil moralmente construir un personaje al que puedes querer al mismo tiempo que odiar?

Bueno, a mí es lo que me gusta, claro que es duro, y tiene que ser creíble todo, así que tienes que acercarte con mucho respeto a la personalidad del tipo, y matizar todo lo matizable, es decir, crear un personaje que, aunque él no tiene mucha empatía con el resto del mundo, el resto del mundo, que no somos psicópatas, sí podemos tener una cierta empatía con él, ¿no? Una cierta, matizo, no puede estar suelto. Pero Thomas es un personaje muy complicado, muy contradictorio, y ahí estaba el reto de la novela.

¿Hay alguna inspiración, directa o indirecta, que haya dado pie a esta novela, como el verdugo Nicomedes Méndez?

A mí me ha servido mucho Nicomedes porque lo encontré en el momento justo en el que estaba pensando cómo definir a mi psicópata. Es de aquellos hallazgos que encuentras un poco por casualidad y un poco porque parece que tu cabeza esté buscando algo. Fue una casualidad con demasiado fortuna para pensar que fue solo una casualidad. Pero funcionó muy bien y me dio todo el disfraz que se pone el personaje. Nicomedes, por otro lado, es un tipo muy curioso y especial, que no era un psicópata, a él le pagaban por ejecutar a gente. En una época en la que la pena de muerte era legal, como han dicho muchos verdugos reales, si era un trabajo, alguien tenía que hacerlo, el garrote no iba a ir solo. Un poco de ahí viene la inspiración, de que alguien tiene que hacer ese trabajo.

Y, en su proceso creativo, ¿le inspira más la realidad, o la ficción y el mundo de la imaginación?

La realidad está ahí, nos rodea y la podemos tocar, pero yo trabajo mucho con mi imaginación. De las cosas que más me gusta es pensar en el argumento de una novela, y no me gusta inspirarme en casos reales, porque hay gente real que sufre. En mis novelas, yo puedo hacer sufrir a mis personajes pero no dejan de ser personajes. No tengo que atarme a las convecciones de la realidad, la ficción la puedes llevar hacia donde te de la gana, la realidad no.

Tras 12 años en el mundo de la literatura negra, ¿ha notado cambios en el interés del público, quizá con el auge de eventos como Cartagena Negra?

No sé si los eventos generan interés o el interés genera eventos. Yo creo que un montón de autores de novela negra española hemos conseguido que el público lector prefiera nuestras novelas a las que vienen de fuera. Durante muchos años el buen trhiller era el inglés y algún francés, y decían que las novelas españolas eran como las películas, mucho peores, y lo que había que hacer era consumir literatura de género negro norteamericano, inglés, luego ya los nórdicos… y ahora yo creo que hemos conseguido algo muy difícil, que es crear una masa de lectores y eventos que se retroalimentan. Hace 12 años, cuando empecé, prácticamente éramos como pioneros en esto. Estaban Lorenzo Silva, Manuel Martín, y un par más, pero ya está. Luego ha habido una oleada de escritores de distintos estilos: un trhiller más ágil o una novela con un contenido más social y profundo… Está muy bien en este momento la proliferación de eventos, novelas, autores y público, porque todo va junto.