Cultura

Woody Allen, bufidos del clarinetista más famoso del mundo

 El cineasta inaugura el 55 Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona

Woody Allen tocando el clarinete con la New Orleans Jazz Band.

Woody Allen tocando el clarinete con la New Orleans Jazz Band. / EP

Roger Roca

“!Eres el puto amo!”, “!Gracias por tus películas!”. Una pequeña multitud se arremolina sobre Woody Allen mientras cruza la calle Casp desde el hotel ME y entra al Teatro Tívoli por una puerta lateral. Hace rato que le esperan para felicitarle y para mostrarle su apoyo. Barcelona no es Venecia. Allí presentó hace unos días su película número cincuenta, “Golpe de suerte”, mientras un grupo de manifestantes protestaba a las puertas de la sala pidiendo al festival que no pusiera el foco “sobre violadores”, en relación a la acusación de abusos sexuales que hace años sostiene su hijastra Dylan Farrow y que Allen siempre ha negado. Pero aquí, ni un cartel de #metoo, ni un abucheo. Si en Barcelona hay alguien que quiere cancelar a Woody Allen no se ha tomado la molestia de presentarse. 

La entrada al escenario también tiene su qué. El director del Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona presenta al artista, que inaugura nada menos que la 55 edición del festival con dos conciertos consecutivos y todo vendido. Aplausos… y no aparece nadie. Silencio. Otra ronda de aplausos. Nada. Risas. En la platea reina el buen humor. Si este fuera cualquier otro concierto lo normal sería suponer que hay algún contratiempo. Pero actúa Woody Allen, o sea que quizás esto es un gag. Quién sabe. A la tercera va la vencida y ahora sí, aparece la New Orleans Jazz Band que lo hará lo mejor que pueda, anuncia Allen, para entretenernos con una noche de ragtime, de blues, de la música de los burdeles y la música de las iglesias de la ciudad que vio nacer al jazz. Música de otra era recreada con aplomo, gusto y rigor. La banda se sabe la historia del jazz primigenio del derecho y del revés. Woody Allen también. Pero sus prestaciones como clarinetista son restringidas. Él es el primero en reconocerlo. Y su público, el primero en disculparle. Esto no va de música, claro. 

En la algarabía Nueva Orleans, donde los solistas se entremezclan trenzando melodías cada uno a su manera, el clarinete de Woody Allen suena tembloroso hasta la neurosis, tal cual la expersión musical de esos personajes desballestados que tantas veces ha llevado a la pantalla. Toca en bufidos cortos y entrecortados, como si dar con cada nota fuera algo casi doloroso y luego se queda pensativo. Solo sale de ese ensimismaiento para negociar cons su trompetista qué canción tocarán a continuación. Se deciden por un número que es pura nostalgia -”cuando sea demasiado viejo para soñar te tendré a ti para recordarte”-, y luego remontan con el infalible “Para Vigo me voy”, que solía cantar Eddy Davis, director musical de la banda, fallecido en 2020.

Todo suena en su sitio, pero el ánimo de la sala se va enfriando. Los aplausos arrebatados del principio van pasando de entusiasmo a la cortesía hasta que Allen toma el micro para decir adiós y presentar a sus músicos y el público, ahora sí, aplaude a rabiar. Como si de repente recordara que ese señor de bufido herido que toca una música de otro tiempo y se ha pasado medio concierto absorto en sus pensamientos es el autor de todas esas películas que les han hecho tan felices. 

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