Entrevista

Israel Fernández, el cantaor del siglo XXI por excelencia y majestad: "Soy leal a lo que estoy cantando"

Gitano toledano, de 34 años, frondosa melena y barba de certero mosquetero, no solo posa en las fotografías con ‘look cool’, concilia a los flamencos de pura cepa con las revistas de tendencias y los festivales alternativos, en los que lleva ya varias temporadas actuando

El cantante Israel Fernández, en Barcelona a mediados del pasado diciembre.

El cantante Israel Fernández, en Barcelona a mediados del pasado diciembre. / Ana Puit

Luis Troquel

Hacía décadas que la escena flamenca no fraguaba una certeza así. ¿A día de hoy alguien pone en duda que Israel Fernández es el más rutilante cantaor de su joven generación? Y mucho más que eso: renovador sin desviarse por ello de la senda del cante más puro, instintivo e infatigable conocedor de la tradición en diferentes escuelas. El cantaor del siglo XXI por excelencia y majestad. Forma además insuperable tándem junto a su inseparable guitarrista Diego del Morao. Y con tres músicos más (palmas y cajón), vuelven a Barcelona para estrenarse nada menos que en el Liceu. Este próximo jueves 18 de enero, dentro de la programación del Banco Mediolanum Festival Mil·lenni.  

“Mi libertad es cuando yo canto. No tengo otra. Yo me escapo cantando, me libero”, asegura Israel Fernández al tiempo que reconoce haber crecido sin ser consciente del tesoro de su voz. “Como es algo que venía conmigo, ni me lo planteaba”. Empezó a cantar con cinco años. “Y ya de tan chiquito me preguntaba: ¿cómo cantaré con 18 años? Y luego: ¿cómo cantaré con 25? ¿y con 30? Y todavía hoy en día me estoy preguntando cómo cantaré a los 40. Porque nunca lo hago igual. Depende siempre de cómo me encuentre: psicológicamente, sentimentalmente, físicamente…”.

En otra liga

Gitano toledano, de 34 años, frondosa melena y barba de certero mosquetero. No solo posa en las fotografías con ‘look cool’. Concilia a los flamencos de pura cepa con las revistas de tendencias y los festivales alternativos, en los que lleva ya varias temporadas actuando. Y ahora suma nueva y triunfal pirueta: acceder a la liga de los grandes teatros. Algo que parecía ya imposible. 

Fernández concilia a los flamencos de pura cepa con las revistas de tendencias y los festivales alternativos

Durante los años 90 y los 2000, y parejo a la eclosión de renovadoras figuras del baile, un puñado de cantaores lograron saltar a teatros y auditorios de gran formato. Se creó un amplio circuito de perfil cultural que aún perdura, pero al que parecía que ningún nuevo nombre conseguiría ya incorporarse. Por estupendos artistas que han seguido surgiendo, ninguno alcanzaba el tirón de público necesario para ello (fuera del contexto de esas cumbres jondas que atraen ya a su propia audiencia).

Hace poco más de un año Israel Fernández salía por la puerta grande del Palau de la Música, y con todo un Teatro Real entremedio, desembarca ahora en el Liceu. “Intento no echarle mucha cuenta a eso porque me agobiaría. Si me pongo a pensar en la repercusión, el teatro tan grande, lo que esperan de mí… Es como la vergüenza que me da que me paren por la calle y me digan: ¡maestro!”. ¿No le gusta? “No es que no me guste, es bonito, lo dicen además con cariño, pero añade todavía más presión. Yo intento tomármelo con calma, subir al escenario y ponerme a cantar lo que el corazón me cuenta. Y hacerlo primeramente para gustarme a mí”.  

Israel Fernández.

Israel Fernández. / Ana Puit

De 'Pura sangre'

Cante a cante, disco a disco, se ha convertido en esa nueva gran figura que el actual flamenco tanto necesitaba. Y la cosa no acaba ahí. Porque si una buena parte de sus predecesores conquistaron el ‘mainstream’ con proyectos más de canciones que de estrictos cantes, él lo está haciendo sin salirse de los palos flamencos. En su último disco, ‘Pura sangre’, reivindica incluso la serrana. “La letra habla del silencio interior, hay mucho ruido dentro de la persona, y a mí esa paz, ese silencio me hace mucha falta para escribir y componer”. 

Como el anterior, de su puño y letra. “Lo normal es que cuando cantas en un mismo palo, las diferentes letras sean independientes una de la otra y nada tengan que ver entre sí. A mí en cambio, sobre todo cuando grabo, me gusta contar una historia, que esté todo relacionado. Ese es el motivo mío”. 

En la portada se le ve junto a un corcel. “Todo el disco tiene algo de autorretrato: hablo de mi infancia, de mis padres, de mis abuelos…”. Y asegura que lo de ‘Pura sangre’ nada tiene de alegato racial. “Para mí la pureza es la lealtad de la persona, es como decir: soy leal a lo que estoy cantando. Porque además yo pienso que la magia está precisamente en la mezcla”. Y tal vez por esto, en el disco, salte ya de cabeza a los sonidos electrónicos. Pero no sin red. Siempre junto a la guitarra de Diego del Morao. “Para mí es una bendición poder contar con un genio como él”. Y con bastantes otros músicos flamencos más.

Parrita y Ralphie Choo

En los conciertos no le gusta planificar demasiado. Cambia a menudo las letras, aunque casi nunca olvide ese emotivo recuerdo a aquel ‘Vuelve’ de Zíngaro. “En mi casa se escuchaba mucho a Zíngaro, y también a Parrita… Por cierto, el otro día en Spotify me salió eso de los artistas que más has oído durante todo el pasado año, y Parrita aparecía el primero. Luego Camarón. Tercero Paco de Lucía, cuarto Michael Jackson y quinto Ludovico Enaudi”. 

Y antes de que terminara ese 2023, un inesperado nuevo 'single' le reunía con el joven artista y productor de quien todo el mundo habla: Ralphie Choo. Y más desde que, hace escasos días, Rosalía compartía una foto patinando sobre el hielo con él. ‘Platero’ lleva por título. De experimental sonoridad y jondura a prueba de balas.