Los nuevos Prometeos

Cuando el monstruo es una mujer: ¿por qué sigue fascinándonos la historia de Frankenstein?

La criatura ha trascendido su origen literario y adaptaciones cinematográficas hasta convertirse en un verdadero icono pop, cuando no un personaje transgresor

Emma Stone en Poor Things.

Emma Stone en Poor Things. / EPC

Quim Casas

Al margen de que sea uno de los personajes más importantes del terror clásico junto a Drácula, el hombre lobo, el hombre invisible, el zombi y, en menor medida, la Momia, el doctor Victor Frankenstein y su criatura, tantas veces confundida con el nombre de su propio creador, ha trascendido su origen literario y adaptaciones cinematográficas hasta convertirse en un verdadero icono pop, cuando no un personaje transgresor. 

También la figura de la escritora londinense Mary W. Shelley, autora de la novela publicada en 1818, se ha visto aupada en los últimos años por las corrientes feministas. De este modo, su ‘criatura’ se ha elevado por encima de las cotas del relato fantástico y gótico para convertirse en un personaje de la cultura popular que sigue atrayéndonos sobremanera más de 200 años después de su creación literaria, 113 desde su primera aparición cinematográfica –en un corto de 13 minutos de la firma Edison– y 92 desde que lo encarna Boris Karloff en ‘El doctor Frankenstein’.

'El jovencito Frankestein', dirigida por Mel Brooks.

'El jovencito Frankestein', dirigida por Mel Brooks. / EPC

Los nuevos prometeos

 No deja de ser significativo que la biografía sobre J. Robert Oppenheimer escrita en 2005 por Kai Bird y Martin J. Sherwin –y en la que se basa el filme de Christopher Nolan– se titulara ‘Prometeo americano’ teniendo en cuenta que el título completo de la novela de Shelley es ‘Frankenstein, o el moderno Prometeo’.

Prometeo desafió en la mitología griega a los dioses robándoles el fuego, la creación, lo que emparenta a uno de los arquitectos de la bomba atómica con el científico que quiso insuflar vida a un cadáver retando a Dios. La riqueza del trabajo de Shelley está en las múltiples interpretaciones que genera en función de cada época: del peligro de desafiar las reglas de Dios y los hombres al caos que puede provocar la inteligencia artificial mal gestionada.

 El cine ha sido capital para convertir a Frankenstein en lo que es. Fueron importantes en los años 30 las producciones Universal, y en los 50 y 60 las de la compañía británica Hammer Films, con Peter Cushing como el doctor y Christopher Lee, entre otros, como su creación hecha de un cuerpo humano remendado y un cerebro deficiente devueltos a la vida mediante corriente eléctrica.

Kenneth Branagh, con producción de Francis Ford Coppola y Robert De Niro en el papel de la criatura, realizarían en 1994 un intento algo espurio de reverdecer viejos laureles. Mención aparte merece la versión de la novela ilustrada en 1983 por el autor de cómics Bernie Wrightson, más realista que la concepción del monstruo con el rostro de Karloff y muy influyente en filmes posteriores.

Frankestein en la cultura popular

 Pero es el mismo cine el que a través de productos de lo más variopinto ha contribuido sobremanera a elevar el personaje –los personajes sin tenemos en cuenta al científico y al monstruo– a héroe o antihéroe, según se mire, humanizarlo o parodiarlo hasta convertirlo en un elemento común y reconocible del imaginario popular. Sin ánimo de ser exhaustivos podríamos citar la fascinación que la película con Karloff ejerce en la niña Ana Torrent de ‘El espíritu de la colmena’ (1973), de Víctor Erice.

O las desmitificaciones de la historia a través del musical gay con ‘The Rocky horror picture show’ (1975) de Jim Sharman –y la mitología festiva que ha generado– o la parodia, más respetuosa de lo que podría pensarse, efectuada por Mel Brooks en ‘El jovencito Frankenstein’, con Marty Feldman como el Igor de joroba cambiante.

Elsa Lanchester en 'La novia de Frankestein'.

Elsa Lanchester en 'La novia de Frankestein'. / EPC

 No le van a la zaga los encontronazos con otras culturas cinematográficas, ya que Frankenstein lidió con luchadores enmascarados mexicanos en ‘Santo y Blue Demon contra el doctor Frankenstein’ (1973) –que tenía su guasa– y hasta fue rival de un monstruo ‘kaiju’ en ‘Frankenstein vs. Baragon’ (1965), realizada por el director del primer Godzilla, Ishiro Honda.

Hasta el más pop de todos los artistas, Andy Warhol, le hincó el diente en ‘Carne para Frankenstein’ (1973), filmada en 3D por su colaborador Paul Morrissey. Tim Burton realizó su particular lectura con perro reanimado en ‘Frankenweenie’ (corto de 1984 y largometraje de 2012) y el doctor Frankenstein compartió protagonismo con otros personajes esenciales del fantástico (Dorian Gray, Mina Harker, el licántropo) en la serie ‘Penny Dreadful’ (2014-2016).

Emma Stone en 'Pobres criaturas'.

Emma Stone en 'Pobres criaturas'. / EPC

Y Frankestein creó a la mujer

 Mucho antes de que Yorgos Lanthimos, con la complicidad de Emma Stone, decidiera convertir en mujer a la criatura a la que un genio loco insufla vida desde la muerte en ‘Pobres criaturas’, el cine ya había planteado este substancial cambio de género. James Whale, director de ‘El doctor Frankenstein’, dirigió en 1935 la obra maestra ‘La novia de Frankenstein’, en la que el doctor revive una mujer para dotar de compañía femenina a su criatura inmortal.

Terence Fisher, en la Hammer, rodó la también muy interesante ‘Frankenstein creó a la mujer’ (1967), en la que devolvían a la vida a una joven que había cometido suicido; en todo caso, el filme plantea temas de orden estrictamente sexual más que feminista. Curiosa, aunque no lograda, fue ‘La prometida’ (1985), producción británica de Franc Roddam en la que un doctor Frankenstein interpretado por Sting crea a su Eva –encarnada por Jennifer Beals recién salida de ‘Flashdance’– para convertirla en su servidora perfecta. No estamos muy lejos de ‘Pobres criaturas’.

 La reivindicación del carácter feminista de la novela original ha llegado a través de los filmes sobre la propia autora más que en aquellos que adaptan su obra. Por un lado está ‘Mary Shelley’ (2017), ‘biopic’ firmado por la directora saudí Haifaa Al-Mansour y protagonizado por Elle Fanning.

La película sigue al pie de la letra los ensayos publicados en la década de 1970 que restituyeron el papel feminista de Shelley: defensora del amor libre y enfrentada a la sociedad más conservadora por sus ideas sobre las relaciones afectivas y el arte, descargó en ‘Frankenstein’ algunas de sus frustraciones en torno al mundo en el que vivía.

Una noche en Villa Diodati

 En una línea similar, aunque a partir de un retrato coral, están las películas inspiradas en la famosa noche del 17 de junio de 1816 en la mansión suiza de Villa Diodati. Mary, su futuro marido y poeta Percy B. Shelley, la hermanastra de este, Claire Clairmont, Lord Byron y su ayudante y médico personal, John Polidori, pasaban unos días en la casa.

Aquella noche de pre-verano, Byron les incentivó a escribir un cuento gótico. Byron y Shelley olvidaron pronto el asunto, pero Mary esbozó las líneas maestras de su novela y Polidori las de una historia ambientada en las guerras napoleónicas –publicada después como ‘Ernestus Berchtold o el moderno Edipo’– y las del relato ‘El vampiro’, considerado fundacional de esta tendencia.

 ‘Gothic’ (1986) de Ken Russell, ‘Verano atormentado’ (1988) de Ivan Passer y ‘Remando al viento’ (1988) de Gonzalo Suárez evocan aquella noche tan creativa desde diversos ángulos, tanto literarios como los centrados en las relaciones de amor, odio o dependencia entre los cinco personajes. Mary Shelley está interpretada respectivamente por Natasha Richardson, Alice Krige y Lizzy McInnerny, siendo Elizabeth Hurley en el filme de Suárez la menos conocida de las figuras, Claire Clairmont, y acometiendo Hugh Grant en el mismo filme al poeta romántico Lord Byron y José Luis Gómez a Polidori.

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