Desde la Gran Manzana

El triunfo de Baco

McDonell en el encuentro ante el Leyma Coruña.

McDonell en el encuentro ante el Leyma Coruña. / Alex Domínguez

Mar Galindo

Mar Galindo

Algunos jugadores parecen tocados por los dioses. Dueños de la cancha, en sus minutos de partido es como si alcanzaran ese estado de éxtasis, de plenitud máxima, que los griegos relacionaban con el culto a Dionisos. Piensen en los 17 puntazos de Guillem Arcos el miércoles pasado frente a Melilla, que nos confirman que el canterano tiene todavía muchas alegrías por delante que darnos. La consistencia de Sean McDonnell, uno de los jugadores más fiables del equipo, esta semana en el quinteto ideal de la jornada. O acuérdense del partidazo del montenegrino Rakocevic frente a Coruña, en el que acabó con 25 de valoración, con sus cinco triples y su 100% de eficacia al tiro libre. Ese estado de gloria, de gracia, los romanos lo asociaban a Baco, el dios del vino, que nuestro Diego Velázquez inmortalizó en uno de los cuadros más famosos que cuelgan del Prado: el triunfo de Baco, donde el dios comparte espacio y jolgorio bacanal con los hombres. 

De buena tierra de vinos llega este domingo la visita al Ferrándiz. El UEMC Real Valladolid de baloncesto, empatado a puntos con el HLA Alicante, quiere seguir saboreando las mieles del triunfo. Pero enfrente tiene a un Lucentum embriagado de talento. Tendrá que hacer frente a la defensa de nuestro gladiador Edu Gatell, que ha puesto más tapones que nadie en esta liga, y a un conjunto presa de esa locura divina que le confiere jugar en casa, con el impulso de su acalorada afición. Sexto contra séptimo, borrachos de ambición por conseguir el mejor puesto para el playoff, encomendados a la inspiración dionisíaca en una lucha entre hombres y dioses, solo uno de ellos podrá levantar la copa de la victoria en ese gran banquete de la LEB Oro. Como decía Plinio el Viejo, en el vino está la verdad.