Los efectos de la guerra de Ucrania en la economía de Alicante: más actividad pero menos rentabilidad

Las empresas tienen más trabajo por el bloqueo de la industria en los países del Este, aunque el aumento de costes estrecha sus márgenes. El turismo también gana menos pese a las buenas cifras de ocupación

Planta de producción de una empresa del metal en el Alto Vinalopó.

Planta de producción de una empresa del metal en el Alto Vinalopó. / AXEL ALVAREZ

M. Vilaplana

M. Vilaplana

Pintaban bastos para la economía internacional a raíz de la guerra de Ucrania, pero, a la hora de la verdad, la afectación ha sido más reducida de lo que se esperaba en un principio. Así ha sido al menos para la provincia de Alicante, que ha sabido capear el temporal y sobreponerse a los negros presagios de los expertos. Las cifras de empleo y de exportaciones lo ponen en evidencia, dado que se mueven en niveles históricos pese a un contexto a todas luces adverso. De hecho, la actividad de las empresas ha crecido de manera sensible, gracias en gran parte al bloqueo de la industria en los países del Este. También el turismo está presentando unos niveles de ocupación equiparables a los mejores años de antes de la pandemia. En cualquier caso, no es oro todo lo que reluce, porque a esa bonanza hay que contraponer el aumento de los costes energéticos y de las materias primas, que han estrechado de manera notable los márgenes de beneficios.

La economía de la provincia, al igual que la del conjunto de los países, ha tenido que pasar en muy poco tiempo dos duras pruebas. Primero fue la pandemia de coronavirus, que detuvo por completo la actividad en los primeros meses de confinamiento, antes de que se iniciara una lenta pero paulatina recuperación no exenta de dificultades. Pero cuando se empezaba a vislumbrar la normalidad, irrumpió hace justo un año la invasión rusa de Ucrania, que no hizo otra cosa que profundizar en problemas que ya se venían arrastrando con anterioridad, como el encarecimiento de los costes energéticos y de todo tipo de materias primas.

Transcurrido este tiempo toca hacer balance, y si se atiende a las cifras oficiales, la realidad es que la economía alicantina ha salido bastante bien parada. Así se pone de manifiesto, al menos, en lo que respecta a las exportaciones, que con 7.068 millones a final de 2022 han alcanzado su nivel más alto de la historia, con un incremento del 13,69% con relación al ejercicio anterior. También son más que significativos los datos del desempleo, los más bajos desde al año 2007 merced a 140.495 parados, lo que representa 15.912 menos que en 2021.

¿Cómo explicar que se hayan obtenido estos indicadores económicos un año después del inicio de la guerra? El exrector de la Universidad de Alicante (UA) y catedrático de Fundamentos de Análisis Económico Ignacio Jiménez Raneda no duda a la hora de señalar que el conflicto bélico ha tenido un impacto muy importante sobre la energía, debido a las restricciones sobre el crudo y el gas ruso. «Es un problema de gran envergadura, porque el encarecimiento de la energía afecta al conjunto de los sectores productivos, y termina provocando una inflación que se ha ido trasladando a todo tipo de productos, incluidos los de la cesta de la compra», asevera.

El contrapunto, añade Jiménez Raneda, ha venido de la mano del crecimiento de las exportaciones, propiciado, explica, por el bloqueo de la industria de los países del Este, que ha llevado a los importadores a buscar alternativas de abastecimiento que han beneficiado a las empresas de la provincia. 

El lado negativo, y en eso coinciden tanto Raneda como el catedrático en Organización de Empresas de la Universidad Miguel Hernández (UMH) José María Gómez Gras ha sido la caída de la rentabilidad. Según señala este último experto, «habría que analizar empresa por empresa, pero no cabe duda de que, con la inflación y el aumento de los costes de producción, los beneficios de las empresas han caído de forma considerable. Es normal que haya más empleo, porque también hay más actividad, pero los márgenes han retrocedido».

Esa es la valoración general, pero la cosa también ha ido por barrios, dependiendo de los sectores. En el ámbito industrial, el calzado ha conseguido en el último año superar los niveles de exportación anteriores a la pandemia tras una larga travesía en el desierto, y desde el sector existe el convencimiento de que, de no haber irrumpido la guerra, los resultados hubiesen podido ser mejores, dado que han perdido los mercados de Rusia y Ucrania.

Desde el metal se pone el énfasis en el esfuerzo realizado por las empresas para mejorar sus sistemas productivos y buscar mercados alternativos, posicionándose también para captar clientes que hasta el momento tenían a sus principales proveedores en los países del Este. Con todo, no dudan en asegurar que los beneficios han caído, debido a que las empresas no han podido cargar los aumentos de costes para no perder competitividad.

Impacto en los productores de muñecas

La guerra sí ha tenido un impacto considerable para el sector juguetero, y de manera muy especial para los productores de muñecas, de gran peso en la provincia de Alicante y que tenían en Rusia y Ucrania algunos de sus mercados más potentes. Eso, como era previsible, ha tenido su reflejo sobre las ventas al exterior.

El textil, por su parte, no mantenía relaciones comerciales significativas con los países del Este. El problema ha venido de la mano del encarecimiento del gas y la electricidad, sobre todo para el subsector de los acabados.

El turismo, por otro lado, apenas ha notado el impacto de la guerra en términos de ocupación, toda vez que en el último verano las cifras obtenidas se han podido comparar con las alcanzadas en los mejores años de antes de la pandemia de coronavirus. El problema ha venido aquí también de la mano de la rentabilidad obtenida por los diferentes establecimientos, teniendo en cuenta que se trata de un sector cada vez más electrointensivo debido a una serie de servicios que se han ido incorporando en forma de piscinas climatizadas o jacuzzis, entre muchos otros.

Uno de los sectores a los que mejor le ha ido en el último año ha sido a la construcción y, más en concreto, a los promotores de viviendas. Buena muestra de ello son las 50.000 operaciones formalizadas, lo que supone un incremento de un 37,9% con relación al ejercicio anterior y la mejor cifra en los últimos 15 años. La explicación hay que buscarla, principalmente, en la fuerte demanda extranjera y, de manera particular, en la procedente de los países del Este, que han protagonizado un éxodo notable de ciudadanos de alto poder adquisitivo a raíz del conflicto bélico. También el mercado español ha contribuido, aunque en menor medida, a este notable despegue, debido a que la inflación ha propiciado que el mercado inmobiliario se haya visto como un ámbito seguro en el que poder invertir.

Mal año para la agricultura

El lado contrario hay que buscarlo en la agricultura y la ganadería, a las que el conflicto bélico ha perjudicado de manera notable. La invasión provocó, de entrada, un aumento desmesurado del precio de los cereales que se reflejó en el coste de los piensos. También los cítricos vieron cómo se bloqueaban los mercados europeos en plena campaña, debido a la invasión de fruta procedente de Turquía, Marruecos y Egipto que no pudo penetrar en Rusia y Ucrania. A ello hay que añadir el aumento registrado por los costes de la electricidad, los fitosanitarios y los fertilizantes, que han dejado sin rentabilidad a gran parte de los cultivos.

Con todo, el balance, en términos generales, ha sido positivo. Así lo señala el presidente de la Confederación de Empresarial de la Comunidad Valenciana (CEV), Salvador Navarro, quien destaca la reacción de las empresas en un contexto tan adverso: «Han sabido adaptarse y buscar nuevos mercados, y el resultado es que la situación ahora mismo es bastante mejor de lo que se hubiese podido esperar», sentencia.

Los sindicatos ponen el foco en los salarios

Los sindicatos realizan un balance del año de guerra salpicado por claros y oscuros. Por un lado, destacan los buenos resultados de la reforma laboral en lo que respecta a la creación y consolidación del empleo, pero, por otro, lamentan la pérdida de poder adquisitivo por parte de los trabajadores, debido a unas subidas salariales que, en la mayoría de los casos, han sido inferiores al incremento registrado por la inflación.

El secretario general de CC OO en l’Alacantí-Les Marines, Paco García, critica que las grandes empresas estén incrementando de manera más que notable sus beneficios, sin que eso se vea reflejado en lo que perciben sus empleados. Y lamenta, en este sentido, la postura de la patronal, indicando que, «mientras Garamendi se sube el sueldo de forma generosa, luego le niega el pan y la sal a los trabajadores». La precariedad de los salarios, añade, tiene un impacto mayor sobre la provincia de Alicante, «donde históricamente hemos estado siempre por debajo de la media de lo que se cobra en el resto de España».

Por su parte, la secretaria general de UGT en la misma demarcación, Yaissel Sánchez, también pone el énfasis en la dificultad que ha habido para negociar los convenios sectoriales, «debido -lamenta- a la resistencia ejercida por las empresas. Eso ha llevado a una pérdida de poder adquisitivo que a algunas familias les está pasando factura de manera notable, porque los precios de la compra están por las nubes». Sánchez, con todo, espera que los convenios que se han podido firmar «se cumplan, algo en lo que vamos a estar muy vigilantes».

Tanto CC OO como UGT, por último, han elogiado la solidaridad de la provincia a la hora de acoger a los exiliados ucranianos y darles empleo.