Hay tragedias que marcan la historia de las ciudades y de sus habitantes y de los barrios y de sus vecinos y que, a pesar del paso del tiempo, quedan marcadas para siempre en la retina. El próximo 14 de mayo se cumple el 55 aniversario del hundimiento de la plaza de El Raval, un espacio público que contaba en su parte central con una fuente alrededor de la cual se reunían muchos ilicitanos, sobre todo los fines de semana, para departir sobre temas de la vida cotidiana.

Narran las crónicas de la época que el accidente se produjo a última hora de la tarde de aquel fatídico sábado, cuando la tierra se tragó la plaza y a seis jóvenes que quedaron sepultados en un refugio que había sido construido durante la Guerra Civil y que conectaba el barrio ilicitano con la ladera del Vinalopó. El inmenso boquete presentaba unas dimensiones de siete por cinco metros. Como consecuencia del accidente, perdieron la vida Vicente Arróniz, José Canals, Jacinto Selva y Rafael Palao, mientras que Fermín Bernad y Juan Gasó pudieron ser rescatados días después con vida. Al parecer, los seis desafortunados jóvenes se habían reunido en la plaza para llevar a cabo una buena obra: todos ellos formaban parte del equipo de fútbol "Arrabal" y uno de los fallecidos, José Canals, se había lesionado en el partido de la semana anterior y no podía trabajar, con las consiguientes penurias económicas que ello le reportaba. Por ello, los 17 titulares y suplentes del equipo deportivo se habían comprometido cada uno a darle a su desafortunado compañero cinco pesetas al finalizar cada jornada semanal para paliar sus miserias pecuniarias. En el momento del hundimiento, la mayor parte de los jóvenes había cumplido con su compromiso y sólo quedaban en el zoco del emblemático barrio ilicitano los seis jóvenes que cayeron a una profundidad de 15 metros.

Instantes después del accidente, tanto las brigadas municipales como los bomberos y los vecinos comenzaron un frenético esfuerzo por rescatar a las víctimas, algo que no fue inmediato. El entierro de los desdichados jóvenes se celebró el martes siguiente, después de haberse instalado la capilla ardiente en la escuela contigua al Santo Hospital. Las crónicas de INFORMACIÓN, que dio una amplia cobertura informativa a la tragedia, apuntaban a que cerca de 30.000 personas se habían sumado al entierro y que acompañaron los féretros de los fallecidos, que fueron trasladados a hombros hasta el cementerio por sus compañeros de trabajo. La presencia en el sepelio de autoridades eclesiásticas, civiles y militares fue espectacular.

Mientras tanto, Juan Gasó y Fermín Abad permanecían hospitalizados en una sala de cirugía del hospital ilicitano, desde donde narraron los luctuosos acontecimientos. Los jóvenes explicaron que en un primer momento creyeron que se había producido un terremoto y que, sin tiempo alguno para reaccionar, quedaron envueltos entre piedras y escombros mientras que iban cayendo por el inmenso socavón hasta que llegaron al fondo del refugio, "donde nos salpicó ya el barro", explicaba entonces Gasó.

Los supervivientes contaron que una de las víctimas falleció de inmediato a causa del impacto, mientras que los demás habían quedado empotrados entre el barro y las piedras, por lo que la muerte les sobrevino poco después. Las dos víctimas rememoraron la odisea que padecieron bajo el subsuelo ilicitano hasta que consiguieron nuevamente ver la luz del sol. "Pudimos recorrer gran parte del refugio, con la pena de no haber podido salvar a nuestros compañeros", señalaron, al tiempo que mostraron su gratitud a la Cruz Roja que los recogió a las puertas del refugio. Ellos sólo tenían rasguños en los brazos.

El hecho, además, coincidió con la muerte un día antes de dos personas en la explosión de una tintorería en la calle Alfonso XII.