Una solución inmediata para asegurar la vivienda a personas sin hogar y, a la vez, una apuesta por la cultura y la integración en el medio ambiente. El proyecto de la ilicitana Cristina Giner y de la alcoyana María Gisbert ha conquistado un concurso de arquitectura celebrado a nivel nacional, en el que se presentaron cincuenta propuestas.

Su reto no era otro que encontrar la manera de garantizar la protección contra la intemperie de la gente que vive en la calle mediante la instalación de elementos arquitectónicos provisionales en espacios públicos. Y así, con este lema, las dos arquitectas se pusieron manos a la obra y diseñaron iglús con materiales típicos del Mediterráneo, nada más y nada menos que con el esparto trenzado.

Con estos ingredientes, Cristina y María consiguieron la mención especial en el concurso de ideas Habitar, organizado por la Conselleria de Igualdad, Políticas Inclusivas y Vivienda, junto al Colegio de Arquitectos de la Comunidad Valenciana.

«El objetivo que nos propusieron era que a medio plazo se pudiera asegurar el acceso a la vivienda como derecho humano garantizado», explicó Giner. De acuerdo a estos requisitos, las dos arquitectas han dado forma a una alternativa pensada para la integración social. «La idea de este proyecto es generar conciencia hacia las personas sin hogar y buscar soluciones inmediatas para asegurar un techo», señaló la ilicitana.

Raíces mediterráneas

Sin embargo, el trabajo esconde, además, otro atractivo con el que las dos arquitectas han conquistado al jurado. El fomento de las raíces autóctonas y el trabajo en equipo. Y es que, los vecinos participarían en la construcción de estos hogares provisionales a través de talleres de trenzado con artesanos que enseñarían sus conocimientos.

Más allá de esta vertiente, la sostenibilidad y las garantías ambientales son otros dos de los puntos fuertes de la propuesta. El uso de materiales orgánicos integrados en el ámbito urbano forman parte de este proyecto, en el que está todo pensado.

El refugio tendría capacidad suficiente para dos personas, que podrían protegerse de la humedad y de la lluvia, gracias a una capa aislante y unas fibras resistentes al agua. Ahora, tras abrirse hueco en un camino en el que todavía queda mucho por avanzar, las arquitectas esperan que algún día se pueda poner en marcha proyectos de este tipo para ofrecer una primera ayuda a las personas que viven en la calle.

«Hace falta más concienciación sobre esta necesidad, no pretendemos dar una alternativa a una vivienda, sino una respuesta inmediata a la protección contra la intemperie, a no dormir bajo el frío o la lluvia. Podría ser interesante que las ciudades crearán algo así », reconoció Giner.