P ¿Qué supone para usted el reconocimiento que le entrega Elche este 9 de octubre?

R Cuando me lo comunicaron, fue algo inesperado, una gran alegría que me da un pueblo que considero mío. Aunque no sea de nacimiento he vivido en él 43 años. Me dijeron que valoraban mi trayectoria profesional y pedagógica y la defensa que he hecho siempre de nuestra lengua, así como el reciente nombramiento de la Acadèmia Valenciana de la Llengua. Somos cuatro académicas, yo soy la última que he entrado y hasta hubo una mujer presidenta. Yo entré en sustitución de Carme Miquel.

P ¿Cómo ve Elche?

R Cuando llegué a Elche fue una ciudad que no me enamoró. Era 1977 y no estaba construida ni la avenida de la Libertad. Me siento muy orgullosa de su crecimiento, de que sea agradable y bonita estéticamente. Es difícil el proceso porque han sido años en los que las ciudades han sido arrasadas a nivel urbanístico. Elche ha podido sobrevivir a todo eso y conseguir una ciudad agradable y limpia. También ha mantenido sus barrios, como El Raval, y la esencia de la zona de Carrús.

P ¿Qué le parece la peatonalización del centro ilicitano?

R Al igual que ocurre en muchas ciudades europeas, los centros peatonalizados permiten ganar espacio para la gente, para caminar, comprar y estar tranquilo. Además del beneficio económico que supone reducir la contaminación. Es un objetivo que se ha cumplido y un planteamiento de futuro. Ahora bien, para hacer esto hay que contar con infraestructuras, aparcamientos grandes en los que la gente pueda dejar el coche. En Elche se ha hecho el trabajo con muchos aparcamientos alrededor del centro, plazas para los habitantes del campo y los barrios. También nos tenemos que acostumbrar a usar el transporte público.

P Se presentó al Ayuntamiento en las elecciones de 1991, ¿aquella etapa quedó cerrada?

R Fui cabeza de lista para el Ayuntamiento con Unitat del Poble Valencià, lo que ahora sería Compromís o el Bloc. Esa etapa está absolutamente cerrada en mi vida. No he seguido militando en ningún partido desde 1992. La política siempre me ha gustado pero teníamos que decidir porque mi marido [el exconcejal socialista Antonio Amorós] se ha dedicado plenamente a ello. Fue una etapa en la que aprendí mucho, en la que las cosas se hacían por ideales y porque creíamos en lo que planteábamos. No era una cuestión de ocupar cargos, se trataba de pelear por la ciudad y el país que queríamos.

P ¿Cuál es la meta de la Acadèmia Valenciana de la Llengua?

R La AVL es una institución que tiene el objetivo de fijar la lengua y fomentarla. Desde 2001 ha elaborado muchos trabajos, como el diccionario normativo valenciano o el de gramática. Está compuesta por 21 académicos. Nos dividimos en secciones y comisiones, que empiezan o terminan según la necesidad, como la de la escritora del año, que es Carmelina Sánchez-Cutillas. Formo parte de la sección de fomento del uso del valenciano, que es donde creo que más puede aportar. Es un trabajo precioso. Venía del mundo de la gestión educativa, de estar en la primera línea, al pie del cañón, y ahora la AVL es un regalo que me permite disfrutar de la cultura.

P ¿Tiene salud el valenciano?

R Hay una situación en la sociedad, otra en la educación, otra en los medios… Queda muchísimo trabajo por hacer. Necesita una discriminación positiva al ser una lengua minoritaria, la ley tiene que ir en ese sentido. Estamos mejor que en los años setenta pero no como deberíamos estar. Lo que implica una lengua oficial, que es conocimiento y uso por todos los habitantes del país, no se cumple. En los últimos años ha habido una paralización y un retroceso. Nunca debe ser un tema de enfrentamiento, no nos podemos poner en contra de algo que enriquece el intelecto, como no se cuestiona el inglés.

P ¿Hay más polémica ahora que en la Comunidad gobierna un gobierno de izquierdas que cuando mandaba el PP?

R Es mucho más difícil reconstruir que construir desde la nada. Y lo más fácil de todo es destruir. Durante los 20 años de gobierno del PP la lengua no ha sido una prioridad. No se fue a la contra pero dejaron de darle aire a la rueda del molino. Todo lo construido durante los años anteriores en cuanto a normativa, actitudes, uso y prestigio del valenciano dejó de tener esa dimensión. El castellano siempre está presente en toda la sociedad y en la época del PP se demonizó la inmersión en el valenciano.

P ¿Qué se encontró el Gobierno del Botànic cuando llegó?

R Una situación que le tocó revertir. Se ha trabajado mucho pero los partidos de la oposición, PP, Ciudadanos y Vox, hacen batalla en contra, recurren y lo llevan todo a los tribunales. Es una pena porque el valenciano es enriquecedor y muy positivo si cuenta con recursos. No sé por qué no quieren que funcione. El Botànic ha intentado ponerlo en la agenda y tiene muy difícil avanzar. Han sido 20 años de destrucción de la realidad sociolingüística y reconstruir sobre las cenizas es lo más difícil.

P ¿Cuál es la realidad que se está viviendo en la Vega Baja?

R La ley de uso aprobó la escisión y dejó fuera a generaciones de jóvenes y niños que no podían estudiar valenciano. Fue la primera discriminación que se hizo. Pensaban que era libertad cuando la lengua formaba parte de su historia y su territorio. La excepción debería haber desaparecido hace mucho tiempo.

«La pandemia ha confirmado que la educación presencial es mucho mejor»

Antes de su ingreso este año en la Acadèmia Valenciana de la Llengua, Torró fue directora territorial de Educación

P ¿Cómo valora su trayectoria de más de treinta años en el mundo de la educación?

R He sido inspectora de Educación durante 25 años. La inspección te pone sobre el terreno, es un trabajo impagable si te gusta la materia porque estás en contacto con los directores de los centros y ves qué se cuece en las aulas. Asesoras y luego las altas instancias son las que deciden sobre recursos, profesorado, mobiliario… La inspección se pone mucho de parte de las familias y es un trabajo poliédrico. He estado en casi todas las comarcas de la provincia y eso me da seguridad a la hora de diagnosticar.

P Después ejerció cuatro años como directora territorial...

R El día a día fue duro. Nada más llegar nos planteamos la situación de las infraestructuras y que desaparecieran las aulas prefabricadas porque no son un lugar digno. Licitar una construcción es un proceso duro y costoso de mucho papeleo. No es como cambiar una ventana o una caldera. Intenté trabajar en las necesidades reales de los centros educativos. Nunca debemos olvidar que es importante explicar bien. La sociedad necesita información clara, concreta y directa.

P ¿El covid va a dejar contra las cuerdas al sistema educativo?

R Aún no lo sabemos, lo veremos en el futuro. Lo único que puedo decir es que está situación ha obligado a que muchos alumnos se queden en sus casas, se cierren aulas y se acelere la educación telemática. La pandemia ha confinado que la educación presencial es mucho mejor. Lo realmente importante es el contacto y la socialización. Las relaciones humanas no se aprenden en los libros.

P ¿Es optimista?

R Hay que serlo y pensar que esto pasará en un año o dos. Tenemos que confiar en los científicos y escuchar el mensaje que nos lanza el planeta, que nos está diciendo que así no se puede vivir. Los niños de Infantil y Primaria lo han pasado muy mal, necesitaban salir de casa, relacionarse con sus compañeros y jugar en el patio. Hay que seguir teniendo cuidado y da mucha pena verlos con la mascarilla puesta.