Ellos son Enrique y Pedro Domenech y, al señalar en la fotografía que del descubrimiento del Tesoro de Villena hay en el Museo Arqueológico José María Soler, exclaman, "nosotros somos los dos niños". Así han pasado a la historia local, como los dos niños que no saben si mirar al estupendo hallazgo arqueológico encontrado en la "Rambla del Panadero" o a la cámara del fotógrafo, Miguel Flor.

Ahora, después de cincuenta años, son los testigos de aquella tarde del primer día de diciembre de 1963, cuando ya anocheciendo encontraron el Tesoro de Villena.

Pedro advierte que "no era la primera vez que íbamos con Soler"", argumentando que sus padres "eran colaboradores habituales de él y sabían perfectamente como tenían que desenterrar materiales arqueológicos, así como respetar el lugar para que se pudiera investigar el pasado". De hecho, Pedro estuvo en el hallazgo del "Tesorillo" del Cabezo Redondo unos meses antes.

Como en otras ocasiones, los hermanos Domenech junto a sus hijos habían acudido a la llamada del historiador, al que le habían avisado del hallazgo de unos brazaletes de oro en la rambla donde estaban extrayendo arena para la construcción.

"No íbamos a por un tesoro", puntualiza Enrique, mientras Pedro apunta "solo queríamos saber qué hacían esas piezas allí". Su padre, uno de los hermanos Domenech, arañaba la tierra con una azada para removerla y ver qué podían encontrar. Todo se paralizó cuando la expedición escuchó el grito de Pedro Domenech: "Don José, aquí está".

Enrique narra cómo, después de encontrar la vasija, "Soler nos manda con el taxi a buscar a Alfonso Arenas, concejal del Ayuntamiento de Villena, y a un fotógrafo, Miguel Flor". Los dos niños fueron los primeros en dar a conocer a la población un hallazgo que se envolvió en una manta, atada con un cinturón y en un saco de arpillera para evitar que el continente se descompusiese.

"Nosotros vimos un casco de romano"

Pedro cuenta que cuando vieron "sobresalir el cuenco, nosotros pensamos que era una casco de romano", como el que le había mostrado Soler en las fotografías de otros hallazgos peninsulares. Pero, desde el primer momento, el descubridor del Tesoro les dio a entender que la historia les estaba mirando.