La «cremá» puso punto y final a los tres días de Fallas de Elda, las últimas del calendario fallero. Antes de ver arder los monumentos de las nueve comisiones, los falleros acompañaron en procesión a sus dos patronos, San Crispín y San Crispiano que salieron desde la iglesia de la Inmaculada, donde se encuentran desde que el 31 de agosto abandonaron su ermita en el parque de San Crispín.

Con sus trajes de novia alicantina del indumentarista Rubén Hernández, las Falleras Mayores, Lorena Bravo y Marina Pérez junto a su corte de honor Anabel Rico, Ana Ruiz, Carmen Cebrián y Rocio Martínez realizaron el último de sus paseos por las calles de Elda, acompañando a la escultura de los santos. Tras ellas, las autoridades civiles y la presidenta de la Junta Central de Fallas, Chelo Moya, junto a su directiva apuraron los últimos momentos de las fiestas.

Atrás quedó el pregón de la soprano Ana María Sánchez del 12 septiembre y la «cridà» a cargo de la Fallera Mayor, Lorena Bravo, en su nombre y el de Marina Pérez, que inició las fallas.

Larga jornada

La pólvora es un elemento esencial en estas fiestas y de buena mañana, se llamó a todos los falleros a tomar la calle con las «despertàs», un rito que se repite en todos los distritos festeros de la ciudad. Así, comenzó un largo día para las falleras mayores, Lorena Bravo y Marina Pérez y para su corte de honor que recorrieron los primeros monumentos en ser pasto de las llamas, los ubicados en el Centro Específico para Enfermos Mentales de Elda (CEEM), y los de los dos centros geriátricos de la localidad, Novaire y El Catí.

Después se dirigieron a la Plaza Castelar donde la pólvora volvió a ser la protagonista de la jornada con la intensa y sonora «mascletà». Este es el segundo año que el espectáculo explosivo cuenta con un gran número de espectadores al trasladarse, en las pasadas fiestas, del parque Peri en las afueras de la ciudad a los jardines de la céntrica plaza.