Monforte ya huele a Purísima como dicen los festeros cuando llegan los Moros y Cristianos. La matrona Elena López Terol fue anoche la encargada de abrir la celebración con un pregón que «no ha sido un parto fácil», confesó desde el balcón del Ayuntamiento antes de que comenzara la entusiasta Retreta y con presencia de lluvia que no empañó el acto.

«No puedo dejar de admirar, año tras año, la gran participación de nuestros niños y también de la mujer en la fiesta. Y es que son las monfortinas, de nacimiento y de adopción mujeres con un papel muy activo y fundamental no sólo en las fiestas, sino también en la vida social, laboral y cultural de Monforte. Mujeres, madres, abuelas que estos días procuran que nada falte y nos obsequian con un cocido con pelotas de esos que reconfortan el cuerpo y el alma. Jóvenes madres, que como me pasaba a mí, hacen un esfuerzo titánico para que todos salgan a desfilar. Mujeres valientes, decididas. No podía ser de otra manera, teniendo como ejemplo y como patrona a la Purísima, a nuestra Inmaculada, una gran mujer y una gran madre», dijo la pregonera antes de recibir una emocionante ovación.

El programa de actos para el día de hoy incluye a las 11 horas la Santa Misa; 12.30 horas el Alardo de Arcabucería; 17 horas el arranque festero y a las18.30 horas el Desfile General de Comparsas.

PREGÓN DE FIESTAS DE MOROS Y CRISTIANOS 2019:

Buenas noches Monforte, alcaldesa, autoridades, presidentes de las comparsas, familia, amigos, compañeros:

Qué honor y qué privilegio poder estar aquí hoy, en este balcón frente a vosotros, como pregonera de estos Moros y Cristianos 2019. Un día que sin duda quedará grabado en mi memoria para siempre. Y es que no se tienen muchas oportunidades en la vida de expresar públicamente y desde el corazón lo que una siente por sus fiestas, por su gente.

Así que cuando nuestra alcaldesa, María Dolores, me lo propuso, le dije que sí, aunque os he de confesar que escribirlo no ha sido un parto fácil.

Llegan nuestras fiestas en un mes frío, Diciembre, después de un largo año de gestación, de preparativos, de ilusión. Como sucede en un embarazo, los primeros meses son tranquilos, una nueva vida crece, va tomando forma, empiezan los planes. Muchos son los que, con horas de trabajo y esfuerzo personal, cuidan de ella para que todo salga bien: comparsas, festeros, comisión de fiestas, ayuntamiento, parroquia... A mitad de año, en nuestra Media Fiesta, la criatura ya empieza a moverse con fuerza, se hace más presente, nos recuerda, con los actos de presentación de cargos, que está ahí, que falta menos. Hay que empezar a prepararse en serio.

Y llega noviembre, la recta final, afloran las emociones, empiezan los nervios. "Ya huele a Purísima", decimos los de Monforte. Comienza la cuenta atrás, cuatro domingos de tambor, tres, dos, uno... Se arreglan cuartelillos, trajes, que no le falte de nada a esta criatura. Miramos al cielo y le pedimos a la Purísima que no llueva y que no haga mucho frío.

Y por suerte puntual, llega el día del parto. Todo un pueblo se engalana con banderas, estandartes, imágenes de nuestra Purísima. Se encienden las luces. La calle se llena de música, la gente se dirige con flores a la Iglesia, y allí, con la ofrenda y el himno, bajo la atenta mirada de nuestra patrona, un año más, nace una nueva fiesta. Todo el pueblo la recibe con orgullo y admiración. Para nuestros ojos de padres y madres, no hay otra mejor. Llenas de vida, de luz, de color.

Podemos reconocer en ellas, como sucede cuando vemos por primera vez a un bebé y buscamos parecidos, rasgos de tradiciones heredadas a través de muchas generaciones, nuestras raíces. Pero como cada nueva vida, hay algo nuevo, único,diferente, que nos permite seguir creciendo, evolucionar y mirar al futuro con ilusión.

Como monfortina de nacimiento, llevo estas fiestas en mis genes, como tantos de vosotros. Mis padre, Jose Antonio, murciano de nacimiento y monfortino de adopción, es de esos festeros que ,aunque nunca ha desfilado, siente la fiesta como el que más. Mi madre, Sacramento, monfortina de pura cepa, sí que desfiló en su juventud, además en las tres comparsas. Devotos de la Purísima, festeros de corazón. Así nos lo han transmitido a mis hermanos y a mí.

Pero no hace falta haber nacido aquí, para sentir lo mismo que yo, porque sois muchos, venidos de otros lugares, los que también os enamoráis de la fiesta y de este pueblo que recibe a todos con los brazos abiertos.

Cuantos recuerdos se han despertado en mi al escribir este pregón: aquellos primeros desfiles de contrabandista, de la mano de mi tía Mónica. Aún conserva mi madre ese traje de cantinera. La ilusión de salir por primera vez con mis amigas del Parador, Inma y Eulalia, de cantineras en los cristianos. Los ensayos con un radiocasete alrededor de la Iglesia. Los primeros cuartelillos con Los Curros y retretas con mis amigos. Las procesiones cogida del brazo de mi chico. La primera vez que mis hijos salieron a la fiesta siendo todavía unos bebés... Un sinfín de recuerdos y anécdotas.

Os he de confesar que no he sido mujer de una sola escuadra ni de una sola comparsa. A lo largo de mi recorrido festero cantineras cristianas y contrabandistas, Marismeñas, Tempranillos, mis queridas Lucenas y Los Mudéjares me han acogido entre sus filas. Moros, Cristianos y Contrabandistas. He desfilado al son de marchas cristianas, timbales y pasodobles. Todos han sido grandes amores, porque para mí, la esencia de la fiesta, va mucho más allá del traje y de la música. Para mí es poder disfrutarlas con familia y amigos. Son días de reencuentros y también de añoranzas.

Pero desde hace casi 20 años, estas fiestas tienen además otro significado, muy especial para mí. Y es que cada año, sin importar que si es un desfile general, un pasacalles o la entrada a la embajada, sin importar la edad, los monfortinos y monfortinas hacemos protagonistas de estas fiestas a nuestras criaturas. Desfilan en brazos de su padre con chupete y pañal, recorren cada desfile de la mano de su madre o pasean en carrito con los abuelos, pero con su traje puesto. Algunos hasta hacen doblete o triplete y salen de moros, cristianos y contrabandistas, porque no falta un padrino o madrina, un familiar o amigos que quieran sacarlos. Y arrancan los aplausos de los que vienen a disfrutar de nuestros desfiles, que murmuran "madre mía, cuantos niños hay en este pueblo".

Niños y niñas que empiezan formando parte de las escuadras de sus padres y que poco a poco forman las suyas propias y alquilan sus primeros trajes con los amigos. Chiquillos que desfilan el día 5 con todos sus compañero de colegio y guardería. Para algunos, procedentes de otros pueblos, de otras culturas y lugares del mundo serán sus primeros desfiles y se plantará en ellos la semilla de la fiesta. Desde los alto del castillo declaman las embajadas a pleno pulmón, con la misma entrega que nuestros embajadores. Chicas y chicos que van llegando a la adolescencia, a la juventud y con su entusiasmo, frescura y empuje, garantizan la continuidad de nuestras tradiciones.

No puedo dejar de admirar año tras año la gran participación de nuestros niños y también de la mujer en la fiesta. Y es que son las monfortinas, de nacimiento y de adopción mujeres con un papel muy activo y fundamental no sólo en las fiestas, sino también en la vida social, laboral y cultural de Monforte. Mujeres, madres, abuelas que estos días procuran que nada falte y nos obsequian con un cocido con pelotas de esos que reconfortan el cuerpo y el alma. Jóvenes madres, que como me pasaba a mí, hacen un esfuerzo titánico para que todos salgan a desfilar. Mujeres valientes, decididas. No podía ser de otra manera, teniendo como ejemplo y como patrona a la Purísima, a nuestra Inmaculada, una gran mujer y una gran madre.

Hace casi 20 años que aterricé en Monforte como matrona, 20 años que para mí han pasado volando. No faltó quien me dijo en su momento la típica frase de "nadie es profeta en su tierra". Ahora les puedo contestar: profeta no se, pero matrona sí. Y es que me he sentido acogida desde el primer momento, por mis compañeros, por mi pueblo y sobre todo por sus mujeres, que han confiado en mí, que han compartido conmigo alegría, a veces tristeza, ilusiones... Que me han permitido acompañarlas en su maternidad y en otras etapas de su vida. Va desde este pregón mi homenaje a todas vosotras, mis chicas de cualquier edad, os lo debo, por tanto que me habéis enseñado, lecciones de vida de las que no vienen en los libros. Por toda la confianza que depositáis cada día en mí, por todo el cariño y apoyo que me habéis demostrado estos años. Es por vosotras que hoy estoy aquí. Gracias.

Y sin más demora ahora toca disfrutar de nuestras recién nacidas fiestas de Moros y Cristianos. Tenemos por delante cuatro días que se han gestado con esfuerzo durante todo un año, cuatro días de música, desfiles, olor a pólvora, embajadas, diversión y cómo no, devoción a nuestra patrona. Y yo, un año más, os veré pasar, a mi familia, este año incluso con la bandera contrabandista, a mis amigos, a mis paisanos y paisanas y sobre todo a mis niños y a mis niñas, algunos recién nacidos, otros ya hombres y mujeres, que año tras año me llenan de emoción. Y cuando llegue el día 9 y se entreguen las banderas, el germen de una nueva fiesta ya estará sembrado, comienza de nuevo el latir del corazón de todo un pueblo, mi pueblo, Monforte.

No os entretengo más, no sea que vayamos a llegar tarde a la retreta, uno de mis actos favoritos, aunque ya no pueda entregarme tanto como antes, el tiempo no pasa en balde.

¡Que empiece la fiesta!

¡Vivan las tres comparsas!

¡Viva Monforte!

¡Viva la Purísima!

Elena López TerolMonforte, 5 de diciembre de 2019