Elda vuelve a disfrutar de la Feria de la Purísima que es, con sus 553 años de historia, la manifestación social, cultural, lúdica y económica más antigua de la ciudad. El evento arrancó ayer con una gran afluencia de público. Sobre todo de jóvenes y niños impacientes por «feriarse» acompañados por sus padres.

Los 60 puestos de venta de productos de artesanía, alimentación y juguetes podrán visitarse hasta mañana, mientras que las atracciones, 40 en total, se mantendrán, en su habitual emplazamiento del Polígono Almafrá, hasta el próximo 15 de diciembre. También hay una carpa municipal con talleres para los más pequeños que abrirá mañana, de 12 horas a 14 horas y de 17 horas a 20 horas, y hoy de 17 a 20 horas.

Fue un 22 de marzo de 1466, cuando el rey Juan II de Aragón, estando en la localidad castellonense de Sant Mateu, concedió a la villa de Elda, por intercesión de de Joan Roiç de Corella, II conde de Cocentaina, el privilegio real para la celebración de una feria.

El cronista oficial, Gabriel Segura, considera que «los eldenses debemos sentirnos orgullosos de ella, debemos cuidarla y repensarla para que se constituya en un hito de referencia social y cultural de nuestra idiosincrasia como pueblo. Debemos dejar de maltratarla, de alejarla a la periferia cada vez más, de crear eventos comerciales ficticios e impostados, algunos falsamente medievales que acumulan fracaso tras fracaso, y que la atacan directamente. Debemos repensar la Feria de Elda como una oportunidad para la ciudad, dado que tiene un origen medieval real, gozó de privilegio real, y que puede constituirse en un evento que marque el inicio de la Navidad», apunta.

Tras pasar la Feria de Elda por diversas ubicaciones, a finales de la década de los años 70, la promoción de viviendas obligó de nuevo a trasladar «Los Caballitos», como se le denominaba popularmente, a una nueva zona, en este caso la Almafrá, desde donde pasaron a la avenida de Ronda, en la zona próxima al cauce del río, para terminar en su actual emplazamiento, de nuevo en la Almafrá.

Relata Gabriel Segura que la Feria de Elda tuvo un precedente en 1388, cuando siendo señora de Elda, la reina Violante de Bar, su marido el rey Juan I de Aragón, concedió una feria a Elda. Evento comercial que no llegó a cuajar ante la falta de población, inestabilidad e inseguridad en la frontera castellano-valenciana. Aquella feria medieval concedida en 1466 se estuvo celebrando anualmente durante los meses de octubre, hasta que en 1518, a reina Juan de Castilla cambia la fecha de celebración a los primeros quince días de diciembre.

A lo largo de los siglos medievales y modernos y hasta finales del siglo XIX la feria de Elda tuvo un carácter eminentemente agropecuario, de intercambio y compraventa de mercancías, animales y caballerías, al mismo tiempo que de objetos y utensilios dométicos por parte de buhoneros, trajineros y arrieros, así como de plateros (act. joyeros). Se celebraba en las plazas de Arriba (act. Sagrado Corazón de Jesús) y de Abajo (act. de la Constitución), así como en calles adyacentes. Tenía un carácter comarcal y regional lo que favorecía que a ella acudieran gentes de otras poblaciones a adquirir y vender mercancías.

La progresiva industrialización eldense por el predominio de la industria del calzado hizo que este evento comercial fuera perdiendo importancia económica durante la primera y segunda década del siglo XX. Situación que motivó la falta de apoyo municipal que alcanzó su cénit cuando en octubre de 1922 el alcalde de Elda llega a proponer que "€ en vista de la escasísima importancia que hoy tiene la feria tradicional € que se celebra es esta ciudad, se suprima para lo sucesivo, y que se remita certificación de este acuerdo a la Delegación de Hacienda de la provincia".

Aquella descaballeda propuesta municipal no llegó a fructificar y la feria de la Purísima fue adaptándose a los tiempos evolucionando desde una feria agropecuaria hasta una feria comercial, con abundantes elementos de ocio. Así desde las primeras décadas del siglo XX se introducen las atracciones de feria, caso del tiovivo, instaladas primigeniamente en la Plaza Sagasta. Los dulces navideños, especialmente el turrón, hacía su aparición en Elda durante la feria, de la mano de los turroneros de Jijona que frecuentaban este tipo de eventos comerciales por toda la región.

La década de los años veinte y treinta, con la excepción del periodo de la guerra civil, verán surgir a los juguetes entre los puestos de los feriantes. Elementos que se incrementarán exponencialmente a partir de la década de los años 50 del siglo XX, cuando la recuperación económica y el desarrollo de la industria del calzado permitió la concesión de algunos lujos para la población infantil; naciendo así la costumbre de que los abuelos "feriaran" juguetes a los nietos durante la Feria.

Hasta el año 1971-1972 la feria de la Purísima se celebró en las citadas plazas del casco antiguo. La alineación urbanística de la calle Colón, con el consiguiente derribo de manzanas, obligó a trasladar los puestos de los feriantes al solar ubicado entre las calles San Ignacio de Loyola y Hernán Cortes, junto con las atracciones feriales, que a lo largo del siglo XX también habían conocido diversas ubicaciones, caso de la plaza Sagasta, solares del Progreso y Gran Avenida.