El mundo se le derrumbó a Juan Carlos Carrión cuando tenía treinta años y su amigo Antonio Espín le reveló el secreto que todos le habían estado ocultando en Aspe hasta entonces. «Quien crees que es tu padre no lo es», le dijo Espín tras armarse de valor porque, según declaró posteriormente en los tribunales, «sentía la obligación moral de decirle la verdad a mi amigo. No se merecía lo que le estaba pasando. Tenía treinta años y había llegado el momento de acabar con el engaño». Estas palabras sumieron a Carrión en una gran crisis personal. «Entonces empecé a atar cabos y a comprender muchas cosas que me habían pasado a lo largo de mi infancia y juventud y no terminaba de entender», explicaba el afectado refiriéndose a la relación afectuosa, cercana y generosa que su padre biológico siempre mostró hacia él, dispensándole un trato especial que nunca tuvo con sus otros tres hermanos. De hecho, quería que lo llamara «padrino», lo visitaba en el patio del colegio cuando era pequeño, le transfería a su cuenta bancaria importantes sumas de dinero, le hacía regalos de mucho valor -hasta llegó a comprarle un coche- y cuando inició relaciones con una chica del pueblo también hizo frente a los gastos de la entrada del piso y costeó la totalidad de su viaje de luna de miel.

Tras la impactante revelación que le hizo su amigo, Juan Carlos Carrión estuvo varios meses recordando escenas, valorando detalles y atando cabos. Al principio quiso olvidarlo todo pero no podía. Quería saber si era cierto.

El que siempre actuó como su auténtico padre, Justo Carrión, falleció veinte años atrás de tal modo que si conocía el secreto se lo había llevado a la tumba. Después de darle muchas vueltas al asunto finalmente decidió pedirle explicaciones tanto a su padre biológico, a su «padrino» como a él le gustaba que le llamara, como a su madre. El primero lo negó con vehemencia y su madre también le aseguró que no eran más que falsas habladurías de pueblo. Pero no le convencieron ni la actitud ni los argumentos que recibió de ninguno de los dos.

Ante un mar de dudas decidió seguir adelante en su empeño por saber la verdad y optó por viajar a un laboratorio de Madrid para hacerse una prueba de ADN con la que determinar la paternidad. Le pidió a uno de sus hermanos que colaborase en el test cromosomático y el resultado fue concluyente: habían sido concebidos por padres diferentes. Con el resultado en la mano acudió nuevamente a pedir explicaciones a su madre. «Tenía el derecho de saberlo y ella volvió a negarlo», recuerda con dolor porque a partir de ese momento ambos se distanciaron. Y acto seguido hizo lo mismo con su «padrino», que se mostró agraviado, le tiró de su casa y ya nunca volvió a dirigirle la palabra. Juan Carlos solo quería que se sometiera a la prueba de paternidad pero siempre se negó, incluso en varias ocasiones cuando se lo ordenaron los jueces, apelando a su derecho a la intimidad y siendo consciente de las consecuencias legales que le traería.

Con el paso de los años, y ante la imposibilidad de saber quién era realmente su progenitor, optó por acudir a la Justicia, lo que generó muchas reacciones en contra de él. «Tuve que soportar críticas, burlas, provocaciones y vivir bajo una gran presión social. Muchas personas me dieron de lado y caí en una depresión», recordaba ayer tratando de contener la emoción. Fue entonces cuando su madre admitió los hechos. Reconoció haber mantenido una relación extramatrimonial con el amigo íntimo y jefe de su marido. «Yo no quería reprocharle nada por lo que hizo pero me lo confesó sin mirarme a los ojos, después de tantos años de falsedades, y todo eso me produjo una enorme tristeza al pensar en el que yo siempre consideré mi padre y en mi corazón siempre lo será: Justo Carrión, un hombre que se comportó como un hombre y como un padre, tanto si sabía la verdad como si no la sabía...», subrayó antes de romper a llorar.

Tanto el Juzgado de Novelda como la Audiencia de Alicante declararon acreditada la paternidad en el juicio de filiación. A pesar de ello, la sobrina del demandado recurrió en casación. Pero, tras veinte años de lucha personal y jurídica, el Tribunal Supremo acaba de confirmar la resolución sin posibilidad alguna de apelación. Los magistrados ni siquiera han admitido la casación y han declarado firme la sentencia imponiendo las costas a la parte recurrente.

El padre biológico de Juan Carlos Carrión falleció hace cuatro años sin descendencia y su mujer lo hizo antes que él. Era un adinerado constructor y todos sus bienes -sobre todo viviendas y terrenos- le corresponden ahora a él como único heredero. «No me importa en absoluto la herencia -se sincera- daría ese dinero y todo el del mundo por poder abrazar de nuevo a mi auténtico padre y darle las gracias por lo que hizo. Pero ahora ya sé la verdad».