El herculano Pablo Íñiguez tiene el deporte en los genes, ya que su padre, Roberto Íñiguez de Heredia, fue jugador de baloncesto en equipos de ACB como el Pamesa Valencia, Gran Canaria o Murcia y ahora es un entrenador de los más cotizados del baloncesto femenino, ya que tiene una Euroliga en su haber. Ahora dirige al Sopron húngaro y anteriormente pasó por los banquillos del Ros Casares o el Fenerbahçe de Estambul. El central blanquiazul habla con gran admiración de su padre. «Para mí es un referente en muchos sentidos, tenemos un vínculo muy especial, no sólo el padre e hijo, somos como amigos, cada verano hacemos un viaje mano a mano los dos», explica el pequeño de los Íñiguez.
El técnico, nacido en Vitoria pero afincado en València, se ha convertido en todo un trotamundos por Europa debido a la precariedad del baloncesto femenino en España. «Le visité en Estambul, también en Rusia y todavía no he podido ir a Hungría, lo tengo pendiente, pero no es fácil sincronizar agendas», explica Pablo. «Hablamos todos los días, comentamos los entrenamientos y no me pierdo ningún partido del Sopron en la Euroliga, esas tardes son sagradas para mí», agrega el central del Hércules. Roberto acudió al Rico Pérez en el último partido del año ante el Barcelona B, pero no pudo ver a su hijo en acción ya que fue suplente.
