El Hércules vuelve este sábado al trabajo en su primer día laborable de un año crucial para la entidad blanquiazul, en el que es perentorio el ascenso de categoría tras siete años en el pozo de la Segunda B para consolidar el proceso de modernización y profesionalización puesto en marcha por el director deportivo Carmelo del Pozo. Subir al menos a la nueva Liga Pro es, pues, el primer desafío para el club en este 2021 antesala del centenario, en el que el equipo que entrena David Cubillo necesita mejorar su juego de ataque con la recuperación de jugadores clave tras superar lesiones de larga duración (Benja, Erice, Pedro Sánchez y Raúl Ruiz). La agenda de asuntos urgentes del nuevo año blanquiazul se completa con la necesidad de consolidar la paz social (el «fichaje» de Portillo por el Rayo es un avance en esa dirección) mientras se concreta la paulatina vuelta del público a los estadios en un escenario de incertidumbre por el avance de los contagios de covid-19 en la provincia.

El concepto de «nueva cultura de club» del que presume el Hércules desde el pasado verano se resume en un nombre propio: Carmelo del Pozo. Sin estridencias ni alharacas, el nuevo director deportivo ha cambiado para bien la fisonomía de la entidad en apenas cinco meses. Frente al descontrol institucional y el caos deportivo de la pasada temporada -con cuatro entrenadores y no se sabe cuántos secretarios técnicos-, Del Pozo ha cogido las riendas del club para llevarlo por una senda de profesionalización que se notó de entrada en la confección de una plantilla amplia y compensada en todas sus líneas para ponerla a las órdenes de un técnico como Cubillo conocedor de la categoría y de las urgencias históricas del Hércules. Pero la influencia de Del Pozo trasciende el ámbito deportivo y su criterio prevalece en asuntos de gran calado institucional y organizativo como la campaña de abonos o la necesidad de un campo de entrenamiento propio (rehabilitación de Fontcalent).

Último gol del Hércules, el pasado día 13 en la victoria ante el Atlético Levante (0-1). | LOF

El propio Del Pozo es consciente de que el futuro del Hércules pasa irremediablemente por salir de las «catacumbas» de Segunda B en un año en el que la categoría de bronce pasará a ser casi de «hojalata» con la creación de la nueva Liga Pro, antesala del fútbol profesional. El nuevo sistema de competición con 102 equipos complica sobremanera el ascenso a Segunda A, al que tampoco debe renunciar el conjunto alicantino por presupuesto, plantilla, historia y tradición, aunque sólo haya cuatro plazas disponibles. No obstante, el club viene de protagonizar la peor temporada de su centenaria historia y es razonable que se marque el objetivo de formar parte de los 40 equipos que estrenarán el próximo curso la Pro, también denominada Primera División RFEF. A partir de esa exigencia irrenunciable, soñar este año con el fútbol profesional es gratis.

El Hércules de Cubillo comienza el año segundo en la tabla, a cinco puntos del líder Ibiza, tras una primera vuelta en la que ha competido siempre, a pesar del hándicap de las lesiones de larga duración de jugadores clave como Benja, Pedro Sánchez, Raúl Ruiz, Jon Erice y Acuña -por dos veces-, a los que se unieron también las bajas prolongadas de Armando y Pedro Torres. Los cuatro primeros ya están a disposición de Cubillo y deben contribuir a mejorar la fase ofensiva de un equipo que ha destacado por su gran fortaleza defensiva -apenas concede ocasiones y está entre los cuatro menos goleados de los 102 conjuntos de la categoría-. Sobrados por la fortaleza en la contención de los centrales Moisés García y Tano Bonnín y del sorprendente mediocentro Appin, a los blanquiazules les falta fluidez en el ataque, desequilibrio en las bandas y acierto rematador. Cubillo ha hecho de la necesidad virtud al reubicar en el centro a Moyita para ceder la mediapunta a David Sánchez y en el lateral derecho a Javi Pérez, pero el entrenador sabe que el gol es imprescindible para cualquier equipo con aspiraciones.

El delantero del Hércules Benja durante un entrenamiento esta semana

En paralelo al rearme deportivo, el Hércules también ha evolucionado en lo institucional de la convulsión a la calma; de la crispación a la serenidad. Privado de la figura presidencial tras la segunda dimisión de Quique Hernández a finales de mayo, el club ha recobrado la paz social de la mano de los buenos resultados y de la lógica de la planificación deportiva, que ha dejado atrás los desatinos de la última campaña, ampliamente contestados por la afición. Del Pozo se ha convertido en el «hombre fuerte» de la entidad a todos los efectos y su discurso ha puesto sordina al ruido habitual en unos despachos propensos a las turbulencias bajo el mando de Enrique Ortiz y Ramírez. El máximo accionista meditó la vuelta al club de Portillo, pero finalmente lo descartó para evitar nuevas fricciones y el exjugador y exdirector deportivo se incorporó al Rayo Vallecano en calidad de ojeador.

Más que un reto, es una incógnita. Si no hay contraorden sanitaria, el domingo día 10 (12.00) podrían entrar al Rico Pérez 150 espectadores para presenciar el primer partido de 2021 en el derbi frente a La Nucía. El club no ha explicado aún el procedimiento de entrada, pero con los datos de la pandemia disparados, nada invita a pensar en un escenario de apertura de puertas del estadio a corto y medio plazo. De modo que el horizonte económico que afronta el club es de un desembolso de cuatro millones de euros a final de la temporada sin apenas compensación de ingresos por venta de entradas, publicidad, abonos u otros conceptos calculados en 1,5 millones en condiciones normales. Ortiz y Ramírez tendrán que rascarse el bolsillo en este 2021 porque la entidad no puede permitirse un año más en una Segunda B que este verano se convertirá ya en la cuarta categoría del fútbol español y el Hércules necesita más que nunca regalarse un ascenso para su 100º cumpleaños en 2022.