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Segunda RFEF

La conciencia tranquila de Carmelo

El director deportivo se marcha del Hércules sin logros deportivos después de ordenar una entidad tendente al caos

Carmelo del Pozo atiende una llamada telefónica en Fontcalent durante un entrenamiento. ALEX DOMINGUEZ

La única salida. Del Pozo es consecuente. Ni siquiera se ha sentado a esperar una oferta de renovación muy difícil de plantear después de cómo han concluido sus dos años al frente de la secretaría técnica. El segoviano cierra su segunda etapa como blanquiazul robusteciendo la base, devolviendo la paz diaria a la institución, pero sin alcanzar ninguna de las metas lastrado por el desacierto en la gestión del banquillo.

Tan difícil como naufragar dos veces en el mismo mar –la segunda en aguas menos profundas–, era plantear (y plantearse) un tercer año de Carmelo del Pozo en el Hércules. El director deportivo se marcha de Alicante haciendo muchas cosas bien en su primera etapa en solitario en la entidad blanquiazul [en la anterior, hace una década, fue segundo de Sergio Fernández], pero la inmensa mayoría invisibles para el gran público. Las que sí se ven, las que saltan a la vista, las que se contemplan con meridiana claridad mires desde dónde mires, esas han salido mal, sin discusión.

A pesar de ello, el técnico segoviano, que cumplirá 53 años en julio, deja su tarea diaria con la cabeza alta y «con la conciencia tranquila», convencido de que ha dado todo de sí para que las cosas, las que dependen directamente de su acción, salieran bien, que no siempre ha sido así.

Después de una semana sin precipitar un encuentro con Enrique Ortiz en la oficina, el hombre que fue a buscarle expresamente en 2020 para que sacara al Hércules del fútbol más deficitario, Carmelo se reunió por fin con el propietario para, después de un intercambio breve de opiniones y pareceres no vinculantes, llegar a la conclusión de que un tercer capítulo con los dos como protagonistas era imposible, de modo que el sustituto de Javier Portillo en la confección de las plantillas salió del despacho aceptando que su vínculo laboral con la SAD blanquiazul se extinguiría el 30 de junio por lógica, sin estridencias, sin contribuir a generar más ruido.

Del Pozo no ha alcanzado ninguna de las metas a las que aspiraba cuando rubricó su contrato relativas al primer equipo. Lo demás, lo que también contribuye a robustecer los engranajes de un club con tendencia a la autodestrucción. Tal vez por eso, Carmelo sostenga que deja el cargo «conciencia tranquila» por el trabajo realizado, ese del que el ya ex responsable del área deportiva del Hércules destaca la «satisfacción lograda por las buenas prestaciones demostradas en el fútbol formativo con el mantenimiento de la categoría por parte del filial –la mejor clasificación desde que milita en la actual división, subraya– y el ascenso del conjunto juvenil a División de Honor».

No son asuntos menores, pero tampoco suficientes por sí solos. Tampoco lo es la negociación por el traspaso de Abde al Barcelona, llevada mano a mano con el propietario y que pasó de haberse podido cerrar a finales de julio por 350.000 euros a los dos millones que terminó pagando el cuadro blaugrana después de plantarse y llevar al límite la operación, que cristalizó horas antes de cerrarse la ventana estival del mercado de fichajes.

Pero no se termina saliendo de un equipo haciéndolo todo bien. Los errores que se cometen pesan. Si afectan al destino del bloque en la competición, aplastan. El mal que ha lastrado a Carmelo del Pozo en el Hércules ha sido la gestión de los entrenadores, las decisiones adoptadas con los responsables de liderar el vestuario. Acertar con los futbolistas siempre es más incierto, aunque solo sea por simple estadística. Aun así, demostró un gran conocimiento del mercado y una buena capacidad para negociar contratos sin provocar dispendios por encapricharse de alguien concreto. 

Con los técnicos, todos es bastante más difícil. El ya exdirector deportivo del Hércules ha pagado este curso la inseguridad que le provocó la destitución (precipitada para una inmensa mayoría) de David Cubillo, el hombre que tuvo once jornadas sentado a Abde en el banquillo, pero que recibió la notificación de despido cuando el equipo era segundo en Liga.

Aquel vaivén, la indefinición en la elección de su sustituto con la interinidad de Alejandro Esteve hasta dar con el definitivo, Manolo Díaz, al que le costó coger la verdadera medida de la plantilla, finalizó de la peor manera, en la cuarta categoría. Eso le ha llevado a adoptar una actitud excesivamente conservadora con Sergio Mora y ha terminado siendo su tumba profesional, en Alicante.

El esfuerzo y el empeño que ha puesto Del Pozo en el Hércules ha sido ingente, pero el fatalismo que ha acompañado a sus equipos en cada uno de los dos años que ha estado al frente sí es cuantificable: ha sido mucho. Todo lo que podía salirle mal, le ha salido. Al destino contrariado no se le puede ganar. Nadie lo hace y es harto improbable que alguien lo haga nunca.

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