El sofocón que se llevó Valentín Botella el domingo en el palco del José Rico Pérez siendo, junto a Carlos Parodi, el centro de la ira de los aficionados indignados con la gestión de Enrique Ortiz, ha llevado al ahora vicepresidente, el último dirigente histórico que le queda a la entidad blanquiazul, a replantearse su continuidad en la junta directiva.

El empresario oriolano, increpado e insultado directamente por algunos aficionados en el transcurso del Hércules - Lleida, con los que, en un momento de indignación masiva del público llegó a encararse protagonizando un instante desagradable, enormemente tenso, consideraba, un día después de los hechos, que se ha rebasado un límite muy peligroso dentro del estadio que, de continuar creciendo en intensidad, puede desembocar en altercados todavía más violentos tras los que, según cree él, habrá que lamentar daños personales.

El expresidente herculano estaba el lunes muy abatido por lo que le tocó sufrir sintiéndose diana de las descalificaciones y protestas airadas de los seguidores, hasta el punto de valorar si ha llegado el momento de dejar de representar al club para evitar con ello males mayores a nivel personal e institucional. Botella no valoraría de ningún modo renunciar al cargo en el momento más dramático que sufre la entidad en sus cien años de historia, pero considera que si la escalada de tensión no ceja, deberá de anteponer los valores familiares y de salud a los del escudo.

Botella señala a quienes le increpaban e insultaban durante el Hércules - Lleida. Alex Domínguez

El episodio más grave que ha ocurrido dentro del Rico Pérez desde la entrada de magnate alicantino como dueño del equipo hace más de dos décadas, dejó un reguero de comentarios en las diferentes redes sociales señalándole a él como responsable absoluto del desaguisado deportivo. El propietario de la SAD blanquiazul aceptó hace meses dejar de acudir a su asiento en el palco para, con ello, contribuir a sosegar los ánimos, algo que, sin la obtención de buenos resultados sobre el césped, ya se antoja del todo imposible porque la protesta ha alcanzado el punto de no retorno... tal y como quedó demostrado el último domingo.

Asociación Hérculanos sigue explorando la vía política

Una de las organizaciones más activas desde hace años en contra de la actual gestión del club, Asociación Herculanos, emitió por la mañana un comunicado volviendo a conminar a la principal institución pública de la capital a favorecer, con su intermediación, la salida del club del fundador de Cívica. "Es la única solución factible para el Hércules", defienden.

"Estos veintitrés años de su gestión nos han conducido a la situación deportiva e institucional más vergonzosa de nuestra centenaria historia como club. Y seguimos sin tocar fondo", expresa el texto.

Los aficionados se vuelven contra el palco de autoridades que ocupan Valentín Botella y Carlos Parodi. Alex Domínguez

El colectivo pide al empresario que renuncie "de inmediato". "Ningún cambio de entrenador o jugadores consideramos que sea una solución viable a corto o largo plazo a semejante descalabro. Todos los directivos deben presentar de inmediato su dimisión", subrayan en su nota.

Asociación Herculanos reclama al Ayuntamiento de Alicante que se involucre "en una transición hacia una nueva propiedad". "El Hércules es uno de los símbolos alicantinos más importantes y es evidente que se ha convertido ya en un problema de ciudad. Esperamos que nuestro gobierno municipal deje de mirar para otro lado e intervenga para hallar una solución", concluye el mensaje de la agrupación, cuyo presidente, Quique Tébar, está convencido de que si fue el Consistorio el que le abrió la puerta de entrada, debe ser él también quien haga lo propio con la de salida porque, además, se da la circunstancia favorable de que la marca política de entonces y ahora es la misma.

No es la primera vez que se reclama desde diferentes sectores de la hinchada una intervención municipal, algo que el propio alcalde, Luis Barcala, ha declinado siempre al entender que l ejercicio de su autoridad no debe interferir en los designios de una sociedad anónima porque sentaría un mal precedente, a su juicio, en el tejido productivo de la ciudad.