Hércules CF 2-2 Real Mallorca B

El Hércules arruina un gran día de Alvarito

Los blanquiazules renuncian a dos puntos después de regalarle el empate al Mallorca B, en zona de descenso, pese a marcharse al descanso con un 2-0

Pedro Rojas

Pedro Rojas

Amaneces torcido. Se intuye un día soleado, pero el primer paso fuera de la cama te hiela el pie. Hoy debería ser mi día, te dices. Sería lo justo. Te lo repites porque es lo que te ha susurrado todo el mundo desde el miércoles, cuando se supo que ibas a ser tú el único delantero centro del equipo. Ander Vitoria empezó su 33 cumpleaños sintiéndose titular, creyéndose útil, soñando con marcar por primera vez. Pero esa sensación de cálida confortabilidad se quebró de golpe cuando no encontró su nombre en la pizarra, esa que dejó escrita en el vestuario del Hércules Lolo Escobar antes de abandonar el estadio la noche previa a recibir al Mallorca B.

La vida es un manglar, un lugar inhóspito, un coto incómodo de veracidades variables en el que la existencia muta en un abrir y cerrar de ojos. En un momento te crees poderoso, invencible, y al otro segundo te parten la boca. No hay camino fácil ni minuto intrascendente cuando no puedes permitirte un desliz, cuando tus defectos no los corrige ni el exceso inexplicable de buena suerte, cuando vuelas a lomos de un imposible.

Otro error grave en acción defensiva permite a los baleares igualar en el tiempo de descuento en su segundo disparo a puerta

El Hércules vuelve a tropezar en su estadio. Es la quinta vez esta temporada. De Alicante han volado 11 puntos, demasiados para un proyecto que ambicionaba el ascenso al inicio de temporada. Cada jornada parece más difícil creer en un salto de categoría viéndole redundar en sus carencias pertinaces, visibles desde kilómetros, incorregibles, desagradables.

José Artiles, titular por primera vez, lamenta un fallo durante el partido contra el filial del Mallorca.

José Artiles, titular por primera vez, lamenta un fallo durante el partido contra el filial del Mallorca. / HECTOR FUENTES

Si eliminas el factor de improbabilidad de la fabulación vivida tras la destitución de Ángel Rodríguez, queda lo mismo del principio, la invisibilidad, la blandura, la falta de ideas y fundamentos defensivos, la transparencia arrebatadora de la última línea, la ausencia inexplicable de soluciones 22 días después del comienzo del mercado invernal. Si eso no se corrige, el resto dará igual.

Llevar solo seis triunfos en Liga y que cuatro hayan requerido de una remontada define a la perfección la fina línea en la que se está moviendo un equipo que se descose con suma facilidad, que interpreta mal los tiempos, que no sabe surcar la ola buena, que tiende a creerse más de lo que es a poco que el aire le sopla a favor. 

El atacante madrileño, que inició el choque en el puesto de delantero, marcó su par de goles en los primeros 12 minutos

Esos bloques se caen siempre, no crecen, son tan mentira como sostener que la excepción puede convertirse en norma. Son pura efervescencia, no dependen de sí mismos, sino de aleatoriedad, ese sótano oscuro en el que caminas a tientas entre salientes de acero.

A lo peor fue demasiado pronto. Mientras Ander le daba vueltas a los motivos de su desgracia la mañana de su aniversario, su sustituto antinatural, Alvarito, ya había celebrado dos tantos. El primero, en el minuto 9, con un golpeo seco a la base del poste desde fuera del área; y el segundo, 180 segundo después, siendo más listo que Míchel y aprovechando un envío al punto de penalti de Cedrés después de un cambio de orientación de Felipe.

Marcos Fernández agarra a Víctor Eimil mientras Lolo Escobar reclama una tarjeta amarilla al árbitro.

Marcos Fernández agarra a Víctor Eimil mientras Lolo Escobar reclama una tarjeta amarilla al árbitro. / HECTOR FUENTES

Menos de un cuarto de hora de juego y 2-0 frente a un enemigo accesible, ineficaz lejos de Palma, incapaz de ganar a domicilio, que únicamente había marcado un par de veces fuera de su isla y ninguna le valió ni para empatar. El empacho de optimismo alimentado en las últimas cuatro semanas se desbordó por el campo, por la grada, por el ánimo... La caricia narcótica del éxito terminó enroscándose en la mentalidad voluble del equipo, que se dejó ir, se fue olvidando de pelear, de seguir empujando, de ir a por más, de satisfacer su necesidad de mostrar colmillo.

Una indecisión en el centro del campo y la falta de contundencia de Felipe, lesionado desde el descanso, facilitaron el 2-2 final

Las dos únicas ocasiones de batir a Pere García de que dispuso el Hércules hasta el final brotaron inconexas de la inocencia del rival. El madrileño pudo sellar su un triplete en la última acción de la primera parte, pero a su remate le faltó fuerza después de superar al guardameta. Luego, a la hora de juego, Cedrés, casi hace el 3-0 sin querer, su chut lo repelió el portero en el primer palo y el balón le sobrevoló envenenado buscando el segundo hasta que se estrelló en el poste. Ahí se esfumó el Hércules, aburrido mientras descontaba nanosegundos sin hacer participar a sus centrocampistas.

Es imposible que perdamos, se escuchaba en las butacas ¿Cómo nos van a marcar?, se preguntaba el público. De falta directa, respondió Garay. Con la derecha, a diez minutos del final, un zapatazo suyo puso el cuero en la escuadra de Carlos Abad, que no daba crédito. El sopapo sonó fuerte, pero no valió para arrancar de su letargo a un bloque gastado al que todos los que lo dirigen acusan de estar cansado, por unas razones u otros.

Incredulidad

Era tan evidente el triunfo a pesar del accidente, que Escobar sacó del campo al bigoleador para que recogiera la ovación de la grada. En ese instante el Hércules era sexto, a solo dos puntos de la promoción. Justo después, inconcebible, el filial mallorquinista ganó un balón dividido en el centro del cancha durante el tiempo añadido. Se aprovechó de la amnesia de los dos pivotes «alicantinos», descargó a la banda izquierda, donde Chacartegui, manco desde el descanso por una lesión en el hombro, se rindió sin pelear.

Los jugadores del Hércules abandonan el campo tras el pitido final.

Los jugadores del Hércules abandonan el campo tras el pitido final. / HECTOR FUENTES

El centro al área posterior lo conectó Diabate, libre de marca entre un central cojo y otro fuera de posición, para empatar a dos ante la incredulidad de Ander Vitoria, recién llegado a una fiesta que el técnico le había dejado claro con tiza que no era para él.

Sin romper a sudar, el vasco pudo apagar su infortunio, su mal fario, su historia de fracaso pendular. El colegiado alargó lo justo para darle la última palabra. Balón tenso desde el flanco justo a la cabeza del cumpleañero. Era el guion perfecto, su conejo en la chistera... pero el truco no funcionó, el realismo mágico solo cuenta historias de héroes, y esos galones hay que ganárselos, nadie los regala.

HÉRCULES (2): Carlos Abad; Raúl Ruiz , Dani Marín, Roger Riera, Felipe Chacartegui, César Moreno, Toscano (Maxi, 71’); Cedrés (Ander Vitoria, 87’), Míchel, Artiles (Luque Júnior, 71’) y Alvarito (Víctor Eimil, 91’).

MALLORCA B (2): Pere García, Valverde, Garay, Gayà, Miguel, Tofol (Marcos, 46’), Quintanilla (Diabate, 46’), Montalbán (Lázaro, 89’), Imanol, Llabrés (Montiel, 79’) y Tovar.

GOLES: 1-0, Min. 9: Alvarito. 1-1, Min. 12: Alvarito. 2-1, Min. 80: Garay. 2-2, Min. 92: Diabate.

ÁRBITRO: Alfredo Ramo Andrés (Aragón). T. Amarillas: a los locales Marín, Alvarito, Míchel y Abad, y a los visitantes Alonso, Tovar, Garay, Llabrés y Fernández.

ESTADIO: José Rico Pérez, delante de 4.456 espectadores.