Obituario

Mi vecino está jugando el Mundial

Muere a los 75 años Sandor Müller, exjugador húngaro del Hércules en los ochenta

Homenaje del Vasas húngaro a Müller en el estadio

Homenaje del Vasas húngaro a Müller en el estadio / INFORMACION.ES

Ramón Pérez

Ramón Pérez

Junio de 1982. Mundial de fútbol en juego. Se ha ido el sol, ves por la primera cadena los goles del Hungría 10-1 El Salvador. Vaya goleada. Te desperezas, miras el reloj, te levantas del sofá y decides coger el ascensor, pongamos que con la bolsa de basura en la mano y embutido en zapatillas de estar por casa. Imaginemos que a la altura del cuarto se para el ascensor y entra un tipo en chándal, lo acabo de ver por la tele. No será. Pero sí es. ¿Quién va a tener un chándal de la selección de Hungría en Alicante en 1982? Lo saludas. Salís los dos. La escena no hay quien se la crea. No es literatura, pasó de verdad

A Sandor Müller le vino el Mundial a casa. El futbolista húngaro había fichado en 1981 por el Hércules, ya veterano, tras toda una vida en el Vasas y una breve etapa en el Amberes. A final de la 81-82 el equipo blanquiazul descendió a Segunda, pero él fue seleccionado para disputar su único Mundial, un campeonato que se jugaba en España. La concentración magiar no requería mucha maleta: el campo base de la selección de Hungría era en el Hotel Almirante, en plena playa de San Juan. El 15 de junio disfruta de un encuentro para la historia, la mayor goleada de la historia de los Mundiales, un 10-1 a El Salvador jugado en el Martínez Valero.

Tras la contundente victoria, el seleccionador Kalman Mészöly les deja a los jugadores esa noche y la mañana siguiente libre. Alguna hamburguesería, quizás algo frente a la playa. Alguna botella seguro que cae. Pero Sandor Müller está en su ciudad, tiene un niño pequeño y decide despejarse y volver a casa para estar con los suyos. Coge un taxi y para en Bahía de los Pinos, donde reside desde que firmó por el club alicantino. Se cruza con algún vecino que seguro que no conoce, quizás ni saben a qué se dedica. Hoy el chándal lo delata. 

Müller y su selección caerían en primera fase después de jugar contra Argentina en el Rico Pérez y con Bélgica otra vez en Elche. Tras ello firmaría una temporada, la siguiente, redonda en lo personal con el Hércules, dando un magistral repertorio de calidad en la medular e incluso varios goles. Estiraría su carrera en el Vasas y se retiraría en Austria. Una vez colgó las botas tuvo una tienda de ropa y después una imprenta. Desde hace 25 años padecía una diabetes severa y hace dos veranos esquivó la amputación de un pie. A mediados de semana su corazón se paró en casa, con los suyos, de manera repentina, a los 75 años. Su hijo Andras tiene previsto viajar a España para volver a ver el Rico Pérez y enseñárselo a Mark, nieto de Sandor, que a sus 19 años juega con el filial del Ujpest Dosza. Sandor no regresó nunca, recordaba lo mucho que le costó el castellano y desde Hungría añoraba el piso de Bahía de los Pinos, donde aquella noche del 15 de junio bajó en ascensor con un vecino que tuvo una anécdota para contar.