Conflicto en Oriente Próximo

Tensión en el tercer frente de Israel: la escalada con Hizbulá acerca el horizonte de una guerra al sur del Líbano

A ambos lados de la Línea Azul custodiada por Naciones Unidas, el Ejército israelí y la milicia libanesa Hizbulá se preparan para una mayor escalada que ninguno de los dos países desea

El ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, rodeado de militares del Ejército israelí en la Franja de Gaza.

El ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, rodeado de militares del Ejército israelí en la Franja de Gaza. / EP

Andrea López-Tomàs

Durante los 120 días que la Franja de Gaza lleva languideciendo bajo los bombardeos, ha habido otros dos pueblos más sufriendo ataques con la misma asiduidad. En la frontera entre el Líbano e Israel, las escaramuzas no se han detenido entre la milicia Hizbulá y el Ejército hebreo. Miles de sus ciudadanos, a ambos lados de la Línea Azul custodiada por Naciones Unidas, han sido forzados a abandonar sus hogares. Y parece que tanto Israel como el Líbano se preparan para una guerra que ninguno de los dos quiere. El primero está enfrascado en una ofensiva militar contra la Franja de Gaza, que ya ha arrasado con 27.000 vidas palestinas, y el segundo sufre una de las peores crisis económicas de su historia, con el 75% de la población bajo el umbral de la pobreza. Pero, con casi cuatro meses de enfrentamientos, la escalada bélica se presenta inevitable.

En la ciudad de Tiro, la más grande del sur del Líbano, suele ser habitual ver a soldados de todas las nacionalidades relajados tomando una cerveza frente al mar Mediterráneo. Los miembros de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano (UNIFIL, por sus siglas en inglés), misión presente en el país de los cedros desde 1978, salen de sus bases militares para disfrutar de la calma de una de las ciudades continuamente habitadas más antiguas del mundo. Pero, en las últimas semanas, esa calma, ese silencio inusual esconde una tensión latente. "No es el mejor momento para venir aquí", explica un soldado que prefiere mantenerse en el anonimato por cuestiones de seguridad. "Nuestro trabajo es patrullar la frontera como observadores, no vamos armados, pero nos sentimos inseguros", cuenta a El Periódico, del grupo Prensa Ibérica.

También los ciudadanos locales se muestran cautos ante la situación, al igual que la comunidad internacional. El secretario general de la ONU, António Guterres, dijo el mes pasado que una guerra entre Israel e Hizbulá "sería un desastre total" en medio de las múltiples visitas de diplomáticos estadounidenses y europeos en ambos países. Este tercer frente del Ejército israelí, después de Gaza y la Cisjordania ocupada, se ha cobrado 18 vidas en el lado israelí y más de 200 en el libanés. La mayoría son combatientes de Hizbulá, pero también han muerto una veintena de civiles, entre los cuales se cuentan tres periodistas. Gran parte de las casas a ambos lados de la frontera están vacías, con 83.000 desplazados internos en el Líbano y unos 60.000 evacuados en Israel. Los bombardeos por parte de ambos bandos se han cebado con hogares y cultivos.

Tropas israelíes "entrarán en acción"

Desde el inicio de la guerra y hasta el 19 de enero, Israel lanzó al menos 3.600 ataques contra el sur del Líbano. Desde el país de los cedros, por su parte, se han arrojado unos 920, principalmente por parte de Hizbulá pero también de otras milicias palestinas aliadas, como Hamás. La semana pasada el Ejército israelí afirmó estar aumentando la preparación en el frente norte con entrenamiento "intensivo" y su jefe, Herzi Halevi, advirtió de que el riesgo de guerra se había vuelto "mucho mayor". Esta misma semana el ministro de Defensa, Yoav Gallant, anunció, desde la frontera, que las tropas israelíes "muy pronto entrarán en acción" e informó a las unidades desplegadas en el límite con Gaza que muchos de los reservistas se estaban desplazando hacia el norte de Israel "preparándose para lo que viene después".

En sus múltiples discursos desde que empezó la guerra, el líder de Hizbulá, Hasán Nasrallah, ha dejado clara su intención de evitar la escalada. Pero eso sí, ha prometido una guerra "sin límites ni restricciones" si Israel aumenta su escalada militar. "Lo que pase en el Líbano depende de lo que pase en Gaza", dijo Nasrallah a principios de noviembre. Por eso, ha rechazado cualquier alto el fuego en la frontera con Israel si no hay uno también para Gaza y ha desdeñado una propuesta de Estados Unidos para retirar a sus fuerzas a varios kilómetros de la frontera, según funcionarios libaneses. Hizbulá cuenta con un arsenal de entre 150.000 y 200.000 cohetes, que es cinco veces mayor que el de Hamás y mucho más preciso, como ya demostró a Israel en la guerra de 2006. 

Como ocurrió entonces, un conflicto abierto entre ambos actores tendría consecuencias catastróficas para el Líbano. En 2006, perdió a un millar de sus ciudadanos y destacadas infraestructuras fueron destrozadas. "Si Hizbulá decide iniciar una guerra total, entonces, por su propia mano, convertirá a Beirut y el sur del Líbano en Gaza y Jan Yunis", dijo el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, en diciembre. Los cuatro años de crisis económica, una de las peores en todo el mundo desde 1850, según el Banco Mundial, han paralizado las instituciones públicas del Líbano, como el Ejército y la red eléctrica. Pese a la adopción de un plan de emergencia para un escenario de guerra a finales de octubre por parte del Gobierno libanés, está resultando ineficaz, abandonando a su suerte a las miles de desplazadas.

Resolución 1701

En estos cuatro meses, Israel ha atacado casi un centenar de aldeas y pueblos en toda la zona fronteriza del sur del Líbano, incluidas localidades cristianas, drusas, suníes y chiíes. Más allá de los objetivos de Hizbulá, los civiles, la infraestructura estatal, como centros médicos y hospitales, y el Ejército libanés se han visto gravemente afectados. Además, los cultivos y municipios han sido objeto de fuego de artillería y bombas de fósforo blanco, con consecuencias fatales para la población. Para evitar una escalada mayor, las potencias occidentales han acelerado la maquinaria diplomática. Los acontecimientos de los últimos meses indican que una guerra a gran escala probablemente se extendería a múltiples frentes, intensificando la participación de representantes iraníes en Siria, Irak y Yemen. Tal vez el propio Irán se haría partícipe, arrastrando a Estados Unidos, el principal aliado de Israel. 

Para evitarlo, Occidente ha invocado la resolución 1701 de Naciones Unidas escrita para confirmar la retirada de Israel del Líbano tras la guerra de 2006. Esta también ordenaba a Hizbulá que se desarmara y moviera sus fuerzas al norte del río Litani. Ninguno de los firmantes ha respetado el acuerdo: Tel Aviv no se ha retirado de todo el territorio libanés y los de Nasrallah han aumentado sus armas para disuadir al enemigo de atacar. Tampoco ninguno de los dos quiere ir a la guerra, pero este escenario cada vez se presenta más inevitable. Las soluciones diplomáticas se prevén poco probables y es difícil que consigan que las amenazas estratégicas de Hizbulá no aumenten, como ya ocurrió después de 2006.

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