Entender más

La dictadura de Bukele en El Salvador

Las elecciones en el pequeño país centroamericano representan además una novedad por el hecho de que un jefe de Estado pone palabras sorprendentes en el espacio público

Nayib Bukele habla desde el Palacio Nacional junto a su esposa, Gabriela Rodríguez de Bukele.

Nayib Bukele habla desde el Palacio Nacional junto a su esposa, Gabriela Rodríguez de Bukele. / EFE

Abel Gilbert

Medio siglo atrás se publicó en Buenos Aires 'Yo el Supremo', la novela de Augusto Roa Bastos, el escritor paraguayo que se había exiliado en Argentina. De inmediato, fue considerada como uno de los libros señeros del boom de la literatura latinoamericana. Roa Bastos le había dado un giro a uno de los temas comunes de los escritores regionales: el dictador. Su novela se centraba en los aspectos más brutales de José Gaspar Rodríguez de Francia, quien había gobernado su país entre 1813 y 1840.

Muchos lectores creyeron ver detrás de De Francia la figura de otro tirano, el general Alfredo Stroessner. Como en un juego de espejos, otro nombre propio es observado 50 años más tarde a través de la misma narración. "(Nayib) Bukele es un remake de 'Yo el supremo'", señaló 'El Faro', la publicación digital que mayores dolores de cabeza le provocan al presidente que acaba de ser reelegido en unas elecciones inéditas. No solo porque compitió prácticamente contra sí mismo, sino que ni siquiera esperó el escrutinio oficial para autoproclamarse vencedor absoluto, con el 85% de los votos y un dominio completo del Congreso: 58 de los 60 legisladores pertenecerán al oficialista Nuevas Ideas.

"Técnicamente, El Salvador entrará en una dictadura a partir del 1 de junio de 2024, cuando Bukele asuma un segundo mandato que es inconstitucional y cuando ya no queda ninguna institución que le impida hacerlo. En la práctica, los elementos necesarios para constituir su dictadura fueron colocados el 1 de mayo de 2021, cuando su Asamblea dio un golpe de Estado al poder judicial y Bukele se hizo con el control de todo el aparato del Estado", añadió la publicación.

Las elecciones en el pequeño país centroamericano representan además una novedad por el hecho de que un jefe de Estado pone palabras sorprendentes en el espacio público. "Sería la primera vez que en un país existe un partido único en un sistema plenamente democrático", dijo, en tono autocelebratorio.

El antecedente cubano

La idea de un régimen de partido único solo tiene un antecedente regional, el cubano. La Constitución de 1976 consagró ese régimen que funcionaba en los hechos poco tiempo después de que Fidel Castro tomara el poder, cuando se fusionaron el Movimiento 26 de julio, que había encabezado la guerrilla contra Fulgencio Batista, el Directorio Revolucionario y el Partido Comunista, que terminó prestando el nombre. Ese entrevero de formaciones con orígenes ideológicos distintos se hizo con el argumento de la necesidad de formar un frente común en la defensa de la revolución socialista. Las elecciones cubanas tuvieron por décadas un mismo denominador: cerca del 100% de los votos se los llevaba el oficialismo. Y si bien Bukele se inició políticamente en el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FML, izquierdas), no parece haber pensado en la isla a la hora de exaltar el predominio absoluto de un solo partido, el suyo.

Por lo pronto, y a tono con sus aspiraciones, Bukele recibió una calurosa felicitación del cubano Miguel Díaz Canel y el chino Xi Jinping. Según Daniel Zovatto, director para América y el Caribe del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA), lo que ocurre en El Salvador "nunca se había visto" en América Latina “en un contexto que no sea que no sea el de dictadura pura".

Bukele le añade otro componente singular que, en un punto, comparte con el argentino Javier Milei: ambos le asignan a una dimensión divina a sus actos políticos.  "Dios quiso sanar nuestro país y lo sanó", aseguró el salvadoreño la noche de su victoria en las urnas, y en medio de las sospechas de la oposición de que algo turbio había ocurrido con el escrutinio.

De la guerra civil a las pandillas

El Salvador fue escenario de una cruenta guerra civil en los años 80: 80.000 muertos, 20.000 desaparecidos y un millón de desplazados. La paz se firmó con la promesa de restañar las profundas heridas sociales bajo la institucionalidad democrática. Pero los problemas se agravaron y crearon las condiciones para el surgimiento de Bukele, quien, casi sin escalas, pasó del FMLN a construir una fuerza de derechas que rinde culto a su ambiciosa personalidad.

El camino al régimen de partido único pasó antes por una toma del Congreso y el Tribunal Supremo y otras instancias que terminaron por validar la aspiración a mantenerse en la presidencia a pesar de lo que indica la Carta Magna. Las apetencias de Bukele habrían sido la de un político alucinado de no haber advertido que esa posibilidad de perpetuar su apellido y su proyecto se fundaba en un éxito personal: la derrota de las pandillas Mara Salvatrucha 13 y Barrio 18 que asolaban todo el territorio. Primero pactó una pacificación con las bandas. Luego se rompió el acuerdo. Al amparo de un régimen de excepción, que no se levantó siquiera para realizar los comicios, la tasa de homicidios, que se situaba en 106,3 casos letales cada 100.000 habitantes en 2015, cayó a 2,4 en 2023, de acuerdo con cifras oficiales. Las delincuentes ya no controlan áreas que antes dominaban y que eran blanco de violencia y prácticas extorsivas. Pero este régimen que suspende garantías básicas, "ha convertido al país en un Estado policial: cada vez hay más pruebas de detenciones arbitrarias, torturas, abusos y violaciones a los derechos humanos", recordó 'El Faro'. Un país con al menos 71.000 presos y 42,9% de pobres. 

La era del "partido único" no las tiene fácil en el terreno económico. El Salavor adoptó al bitcoin como forma de transacción. El Gobierno no ha podido persuadir que los receptores de remesas, que en 2023 ascendieron a 8.181 millones de dólares, asuman como propia la critptomoneda. Solo un 1,3% de los envíos de los miles de migrantes se realizan en ese circuito. En un país con un salario mínimo de unos 280 euros, baja inversión extranjera y con una tasa de crecimiento de 1,8 puntos previsto para este año, Bukele siente que su horizonte no se detiene en 2029, cuando finalice el segundo mandato. Alrededor suyo ya urden otra nueva reelección. Ni siquiera tendrá 50 años en ese futuro tan lejano como inquietante.

Suscríbete para seguir leyendo