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Crónica desde Pekín: El programa más visto (y criticado) del mundo

El visionado de esos cientos de horas convalida un curso de historia contemporánea china. Ahí se ha glosado su carrera espacial, los trenes de alta velocidad y rutilantes infraestructuras como la Presa de las Tres Gargantas

Bailarines de dragones chinos actúan en el templo Dongyue el primer día del Año Nuevo Lunar chino en Beijing.

Bailarines de dragones chinos actúan en el templo Dongyue el primer día del Año Nuevo Lunar chino en Beijing. / AP

Adrián Foncillas

Es ese gigantismo chino aún imbatible tras haberle arrebatado India la primacía demográfica: el año nuevo lunar genera la mayor migración humana del mundo y su gala televisiva o 'chunwan' es el programa más visto. Casi 700 millones de telespectadores la siguieron la semana pasada frente a los 123 millones que concitaron los tipos en calzones ajustados persiguiendo un balón amelonado de la Super Bowl. Y, aunque sus responsables aplaudieron este año un aumento de la audiencia del 12%, sus días más gloriosos quedaron atrás. Mil millones la vieron en 2018.

Muchos chinos recuerdan la primera emisión del 'chunwan' como un mojón biográfico. Fue en 1983, fresca aún la apertura económica de Deng Xiaoping. En las zonas rurales muchos se arracimaron frente al único televisor del pueblo. Contó apenas con números musicales y de baile y el público llamaba para solicitar una canción. La edición siguiente sumó ya breves escenas teatrales y sátiras. Hoy hay ópera, acrobacia, magia… acabaríamos antes mencionando las disciplinas artísticas que faltan. La mastodóntica gala se alarga desde la cena hasta bien entrada la madrugada y está tan ligada al ritual del año nuevo como la limpieza de la casa, las empanadillas de la suerte en el opíparo banquete, los 'hongbao' o sobres rojos con dinero que reciben los niños y los fuegos artificiales para ahuyentar a los malos espíritus.

La gala empieza a andar seis meses antes de su emisión con el filtrado de artistas y los ensayos. Su contenido es un secreto que se desvela apenas unas horas antes de su inicio. Un solo minuto frente ante esa audiencia asegura fama inmediata así que no han escaseado los rumores de artistas dispuestos a todo por participar. Su organización se le encargó en varias ocasiones a Zhang Yimou, antes 'enfant terrible' del cine chino y ahora trovador del partido. En sus repetidas actuaciones cimentó Peng Liyuan su fama de vibrante soprano antes de que su marido alcanzara la presidencia. “¿Xi quién?”. “Xi Jinping, el marido de Peng”, se decía entonces.

Un curso de historia contemporánea

El visionado de esos cientos de horas convalida un curso de historia contemporánea china. Ahí se ha glosado su carrera espacial, los trenes de alta velocidad y rutilantes infraestructuras como la Presa de las Tres Gargantas. Ha servido para insuflar ánimos ante retos nacionales, ya fueran temporales, terremotos o el coronavirus. Y también ha radiografiado la sociedad y sus cambios, consumados o ansiados: las felices familias representadas pasaron de contar con un vástago a dos y varios tan pronto la política del hijo único dejó paso al estímulo de la natalidad para frenar el envejecimiento demográfico.

La gala ha añadido contenidos, abrazado las redes sociales e introducido expresiones juveniles. Una mareante coreografía de cámaras graban en realidad aumentada y otras epatantes tecnologías. Pero el baño de modernidad es saboteado por ese aroma rancio de la propaganda. Ninguna es tan pedestre y estomagante como la china. Los chinos la dan por descontada y sólo protestan si alcanza magnitudes norcoreanas. La gala no es solo el programa más visto sino también el más criticado del mundo. En el paseo por internet del día siguiente abundan los que lamentan haber visto la misma gala durante décadas.

Nada impactó más en esta que Kashgar. Esa milenaria ciudad de resonancias míticas que condensa el alma uigur fue elegida como subsede, honor al alcance de pocas, y los televidentes quedaron absortos con su belleza arquitectónica, las coreografías de sonrientes bailarines y sus escenas cotidianas. Ocurre que en Xinjiang han sido denunciadas tercas violaciones sobre la población uigur. El medio 'Voice of America', vinculado a Washington, se preguntó si Pekín estaba “acentuando la asimilación étnica otra vez”. El diario 'Global Times', el más inflamado diario del régimen, acusaba el día siguiente a Occidente de calumniar a China e ignorar el desarrollo económico de su provincia más occidental. Un año del Dragón que comienza con la guerra de esos gigantes de la propaganda promete emociones intensas.

El balance no ha sido tan cruel esta vez. “Ligeramente mejor que la última”, opina un amigo. “No ha sido la peor de la Historia”, concede otro. Sus responsables habían admitido el miedo a perder el favor de la audiencia y han aligerado unos gramos el adoctrinamiento. Disponen de un margen escaso porque el 'chunwan' es ya una imagen de marca grapada a la memoria colectiva del país.

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