Argentina

Crónica desde Buenos Aires: el imperio de las "segundas marcas"

Estos productos más baratos pero de calidad cuestionable son en ocasiones retirados del mercado por no cumplir con los requisitos indispensables

Un supermercado en Buenos Aires.

Un supermercado en Buenos Aires. / EFE

Abel Gilbert

Un tsunami de mosquitos invade la ciudad de Buenos Aires y promete quedarse por semanas. Pican y pican, esparciendo el fantasma del dengue. Hombres, mujeres y niños entablan una lucha cuerpo a cuerpo y desigual contra los invasores. Escuchan los zumbidos y salen corriendo a los supermercados a comprar repelentes en aerosol, un 170% más caros que en diciembre. Pero se encuentran delante de sus narices con la pasmosa novedad de que los precios de las marcas tradicionales vuelan más alto que los dípteros o escasean: otros desesperados llegaron primero. ¿Qué hacer? A muchos no les queda otra alternativa que adquirir lo que se conoce como una "segunda marca", un producto mucho más barato y de una calidad que obliga a veces a la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) a sacarlos de circulación por no cumplir con los requisitos indispensables.

La "segunda marca" es un documento de este presente de agobio en una Argentina con 57,4% de pobres y el peligro latente de quedar bajo esa condición. Cuando los billetes no alcanzan, no solo repelentes sino leche, quesos, fideos y arroces, artículos de limpieza, cosméticos y también ropas, electrodomésticos "clase B" o "C" se ofrecen como alternativa y consuelo. Una opción para algunos vergonzante porque da cuenta de que el poder adquisitivo se ha derrumbado con la fuerza de un alud.

El Gobierno de ultraderecha dispuso a mediados de diciembre una devaluación del 118% de la moneda nacional que agravó las circunstancias previas: 3,6 millones de personas pasaron a ser pobres desde entonces y pueden ser más porque se esperan mayores problemas. Diciembre cerró con una inflación de 25,5% y un promedio interanual del 211,4%. El coste de la vida subió un 20,6% en enero. Las ventas de las pequeñas y medianas empresas fueron en enero un 28,5% menos que el mismo mes de 2023. Los salarios en el empleo formal, que rodaron en picado bajo la administración anterior, se redujeron en los hechos un 14% en diciembre y otro tanto al mes siguiente. La caída del consumo en los supermercados en enero fue superior al 10%, en el mejor de los casos. La "segunda marca", sin su código de barras de comedido prestigio que certifica al comprador su pertenencia a un mundo de estabilidad económica, ha irrumpido otra vez con la fuerza de la necesidad.

De crisis en crisis

La crisis es una estación más en este país. Se cuela entre los veranos, otoños, inviernos y primaveras. Cada vez que irrumpe, millones de argentinos recuperan estrategias de supervivencia frente a una presión inflacionaria que se puede combinar con el paro u otras circunstancias de precariedad. Los gastos se acotan. Ese sentido de adaptación impacta en las compras de quienes pertenecen a la clase media y tienen pavor de dejar de serlo. La lista semanal sufre la poda de la resignación. La frecuencia aprovisionamiento se reduce. ¿Cómo llegar a fin de mes? Las plataformas de streaming se dan de baja. Lo mismo sucede con el seguro médico o el colegio privado. Tomar un café o ir de cañas puede constituir un lujo semanal. La carne, con sus rituales de cocción, el asado dominical, se ha vuelto prohibitiva. En las verdulerías a veces no se pide un kilogramo de tomate, sino uno o dos tomates.

Bajo esos apremios ganan espacio las "segundas marcas". En 2019, la entonces candidata a vicepresidenta Cristina Kirchner las llamó genéricamente "pindonga". La nominación denigratoria tenía un motivo político: recordar que durante sus gobiernos (2007-15) los argentinos adquirían productos de "primera". No era lo mismo ingerir Coca-Cola que la llamada Manaos, una bebida mucho más accesible, aunque carente de linaje. Volver a apostar por el peronismo era recuperar esos hábitos.

Comprar lo que se puede

El Gobierno peronista resultó ser, sin embargo, un fiasco y las "segundas marcas" se convirtieron, con el correr de las restricciones, en la "primera" y única elección posible de aquellos amenazados por las dificultades. La láctea francesa Danone advirtió en 2021 esa tendencia y sacó al mercado una nueva línea de yogures y leches a precios más accesibles que los de sus productos insignias. La mayoría de las empresas de alimentos hicieron lo mismo. Lo mismo las cadenas de supermercados.

Antes de la asunción del anarcocapitalista Javier Milei a la presidencia, un 80% de la sociedad había modificado sus hábitos de consumo debido a la inflación. Todo ha empeorado. Varias Argentinas coexisten. Dime qué consumes y te diré a qué universo perteneces: las clases alta y media alta, los sectores medios vinculados al empleo formal, el trabajador informal que necesita de ayudas del Estado y los que ya no tienen nada de nada, un 13% de indigentes.

El salario mínimo subirá a 180.000 pesos (156 euros). Para no ser pobre, una familia necesita como mínimo cuatro veces más. Hasta la "segunda marca" se ha vuelto inaccesible para numerosas familias. En este contexto surgen las "terceras", una escala aún inferior de unos artículos que acompañan el descenso de las aspiraciones mínimas. En esta ciudad que todavía preserva zonas de opulencia y deslumbra a los turistas con su diversidad cultural, debajo de los escombros de sus sueños 'blancos' y europeizantes del pasado, ahí, en los barrios sin lustre, pero también en otros que desconocían la amargura, el retaceo y la contención, se habla ahora de una 'marca' distinta, la social, el estigma de ya no poder comprar un repelente contra mosquitos o un litro de leche como antes.

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