Miradas alicantinas

Mercurios y medallones

La antigua pasarela del Postiguet unía el Paseíto de Ramiro con el Paseo de Gómiz, salvando la playa de las vías que allí existieron durante más de cincuenta años.

La antigua pasarela del Postiguet unía el Paseíto de Ramiro con el Paseo de Gómiz, salvando la playa de las vías que allí existieron durante más de cincuenta años.

Alfredo Campello

Alfredo Campello

El mes pasado comentaba en estas mismas páginas que, al cerrarse el viejo cementerio de San Blas, varios de sus panteones habían sido reubicados por los castillos y por algunos rincones de la ciudad. No sé si recordarán que mencioné unos relieves de Mercurio que atribuí a un posible panteón perteneciente a alguna familia de comerciantes, puesto que esta figura mitológica representa al comercio.

Pues bien, pocos días después recibí un mensaje de mi amiga Luisa Biosca, gran conocedora del patrimonio alicantino y de la historia de nuestra ciudad y me corrigió este dato. Las dos figuras del dios romano Mercurio que hoy contemplamos en los muros del castillo de Santa Bárbara provienen de la antigua pasarela del Postiguet que unía el Paseíto de Ramiro con el Paseo de Gómiz salvando la playa de vías que allí existió durante más de cincuenta años.

El proyecto de la pasarela fue redactado por el ingeniero Próspero Lafarga por encargo de la Junta de Obras del Puerto, propietaria de los terrenos, a finales de la primera década del siglo XX. En esos años se proyectó la construcción de una estación de clasificación de mercancías de la línea Alicante-Dénia en los terrenos que ocuparon en su día unas casetas de baño.

El proyecto contemplaba varias obras de embellecimiento, como la construcción de una verja metálica, un paseo marítimo (el de Gómiz) y una pasarela artística que salvara la nueva barrera generada por las vías en primera línea de playa. En cada uno de los extremos fueron colocados sendos relieves de Mercurio, los mismos que hoy observamos en el castillo.

Lo que no incluía el proyecto, por lo visto, era la iluminación de la pasarela que, durante las noches, era el escenario escogido por las parejas de novios para festear. Así El Periódico para Todos afirmaba en 1913 que la escalinata era una preciosidad sí, pero que “reinaba una oscuridad protectora de escenas inmorales” tanto en las escalinatas como en la pasarela. De forma bastante explícita nos decía que el transeúnte que se aventurase por allí a medianoche oiría “un rumor de besos y batir… de algo que no son alas precisamente”.

La temperatura que alcanzaba la pasarela metálica en verano también provocó alguna queja. “Poco me faltó para gritar: ¡Auxilio, que me aso!” dijo un redactor del Heraldo de Alicante dos años después. Y es que, seguía diciendo, “allí el calor se acumula de una manera enorme; se acuerda uno del infierno”.

Pese a las quejas de unos pocos, lo cierto es que la pasarela se convirtió en un icono de la ciudad y en una imagen recurrente en las postales de la época, siendo el balcón favorito de los niños, y no tan niños, que subían a lo más alto a ver pasar las humeantes locomotoras. Tras su derribo, los relieves de Mercurio fueron rescatados y reubicados.

Muy cerca de allí, cincuenta años después, concretamente un 7 de abril de 1963, se inauguraron oficialmente los ascensores del castillo, tal y como contó en estas páginas el periodista Fernando Gil Sánchez un año después. En agosto de ese mismo año la Comisión Permanente del Ayuntamiento presidida por Agatángelo Soler acordó embellecer el acceso al túnel del Postiguet con la colocación de dos medallones conmemorativos con las efigies idealizadas de los reyes Jaime I el Conquistador y Alfonso X el Sabio. La obra fue encargada al escultor José Gutiérrez Carbonell.

La noticia la dio el periodista Francisco Bas Mingot en las páginas de INFORMACIÓN. Con el tono socarrón al que nos tenía acostumbrado en sus crónicas municipales, Paco Bas nos contó el parentesco de ambos monarcas y “el aumento de la familia” tras aquel memorable “bon repòs” de Alfonso el Sabio y Violante de Aragón, hija de Jaime I, que acabó dando nombre a la zona. Si reposaron mucho o no, nadie lo sabe, pero fructífero y bueno sí que lo fue…

Sorprendentemente, 25 años después, las obras de construcción de una rampa para discapacitados en los accesos al túnel de los ascensores sepultaron por completo sendos medallones para sorpresa de todos. Ante el escándalo aireado por este diario, los medallones fueron rescatados, aunque dañados. Quedaron almacenados en el Castillo de Santa Bárbara a la espera de que el Ayuntamiento decidiese en qué nuevo lugar se reubicarían.

La cuestión es que han pasado casi 36 años de aquel rescate y el Ayuntamiento no ha dicho ni una palabra sobre su nueva ubicación. En la actualidad los medallones, todavía dañados, se encuentran almacenados en Las Cigarreras junto a otros elementos patrimoniales que siguen durmiendo el sueño de los justos esperando que alguien se acuerde ellos.