Miradas alicantinas

Los ecos del cementerio de San Blas en nuestros días

Algunos de los históricos panteones del cementerio del barrio de San Blas fueron reubicados por nuestra ciudad. Seguramente los haya visto, pero no haya caído en la cuenta que en realidad no son monumentos sino antiguas tumbas.

Algunos de los históricos panteones del cementerio del barrio de San Blas fueron reubicados por nuestra ciudad. Seguramente los haya visto, pero no haya caído en la cuenta que en realidad no son monumentos sino antiguas tumbas.

Alfredo Campello

Alfredo Campello

El hecho de que este año el Día de Todos los Santos haya caído en miércoles ha repartido a los visitantes a nuestros cementerios en dos fines de semana diferentes, además del 1 de noviembre. Han sido unos días de limpieza de sepulturas, adorno de las mismas y lo más importante, recordar a los que ya no están entre nosotros.

En la actualidad, Alicante cuenta con cuatro cementerios en uso. El municipal de Nuestra Señora del Remedio, el sacramental de Villafranqueza, el de la Isla de Tabarca (pendiente de reforma y ampliación) y el casi desconocido camposanto de la pedanía de Tángel del que ya hablé anteriormente en estas páginas. Pero hasta finales de la década de 1950 nuestra ciudad contaba con otro cementerio más, el de San Blas.

Mucho se ha dicho ya sobre este camposanto perteneciente a la Iglesia, incluso antes de su derribo, por lo que no redundaré en lo ya escrito por unos y copiado por otros. He querido centrarme en esta ocasión en aquello que queda del cementerio samblasino, porque pese a que fue clausurado, desmontado y arrasado, su eco aún perdura como veremos a continuación.

Y esto es así porque algunos de sus históricos panteones fueron reubicados por nuestra ciudad. Seguramente los haya visto, pero no haya caído en la cuenta que en realidad no son monumentos sino antiguas tumbas.

Tras el cierre del cementerio, la piedra de los panteones no trasladados al nuevo camposanto fue vendida en subasta como material de obra, reservándose el Ayuntamiento algunos de los panteones para reubicarlos principalmente en los castillos. Además mucha sillería fue reutilizada para reparaciones en los baluartes de ambas fortalezas. Repasemos ahora los panteones del viejo cementerio de San Blas que se salvaron del derribo.

En la rotonda superior del Tossal, junto a la entrada al castillo de San Fernando hallamos una columna rematada por una urna perteneciente a una antigua tumba del cementerio samblasino. Fue colocada en 1958 con motivo del 150 aniversario del Dos de Mayo y está dedicada a los Héroes Alicantinos de la Guerra de la Independencia tal y como leemos en su base. En las fotos antiguas del cementerio podemos ver esta columna entre los viejos mausoleos.

Es sin duda el castillo de Santa Bárbara el que más se benefició del cierre del cementerio de San Blas puesto que buena parte de sus reparaciones en esos años se realizaron con sillares de los viejos panteones. Por ejemplo, a día de hoy se observan varios relieves incrustados en las paredes con la cara de Mercurio, el dios romano del comercio, por lo que podemos suponer que provendría de algún panteón propiedad de una familia de comerciantes. Pero además tres panteones fueron resignificados y reubicados en la fortaleza del Benacantil.

El más singular fue sin duda el panteón piramidal masónico que fue reconvertido en monumento al cartaginés Amílcar Barca. Fue ubicado en el revellín del Bon Repòs. Tras descubrirse lo erróneo de la placa explicativa y por tanto de la conmemoración, el monumento fue desmontado ignorándose su paradero actual, tal y como conté hace años en otra colaboración en prensa.

Sobrevivieron dos tumbas; una urna convertida en homenaje al alcaide castellano Nicolás Peris que defendió la fortaleza contras las tropas aragonesas de Jaime II en 1296 perdiendo la vida en el combate. Se encuentra situado en el Albacar d’Enmig. Es la segunda vez que aparecen en este artículo las urnas funerarias. Derivadas de las vasijas utilizadas por los romanos, las urnas simbolizan la muerte. De ahí su presencia en los viejos camposantos.

El otro panteón lo hallamos en el baluarte de Santa Ana. Se trata de la tumba, hoy vacía, del alicantino Félix Berenguer de Marquina, Virrey de Nueva España, reconvertida en monumento en su memoria. Ambos monumentos fueron restaurados no hace muchos años.

El último resto localizado del cementerio de San Blas lo hallamos en lo alto del barrio de Santa Cruz, concretamente en la confluencia de las calles de San Antonio y San Rafael. Se trata de una sencilla tumba formada por una base de piedra y una columna dórica rematada por una cruz de hierro. En las fotos antiguas del cementerio de San Blas observamos varias tumbas con esta misma morfología, sin que podamos asegurar de cuál de todas se trata. En la actualidad todo el monumento ha sido repintado en blanco y en dorado con un resultado más que discutible y que lo asemeja más a una estupa budista que a un monumento católico. Está pidiendo a gritos una limpieza y puesta en valor que lo dignifique. Colocado en 1960 a instancias del alcalde Agatángelo Soler, conmemora el accidente acaecido en 1946 cuando un varal del paso del Descendimiento de la Santa Cruz se rompió sin causar daño alguno a los allí congregados, tildándose este hecho de milagroso, tal y como recuerda la repintada placa colocada en su base y que resignifica el monumento funerario.

A día de hoy no tengo constancia de más tumbas o panteones del cementerio de San Blas reubicados por la ciudad ¿Conocen ustedes alguno más?