Investigación

El cuantioso daño ambiental y ecológico que provoca la agricultura, al descubierto

La biodiversidad vegetal perdida por el uso agrícola de la tierra no se recupera del todo ni siquiera en 80 años

Campo de maíz en Illinois (Estados Unidos).

Campo de maíz en Illinois (Estados Unidos). / Unsplash

Verónica Pavés

Verónica Pavés

La agricultura intensiva es uno de los motivos principales de la pérdida de biodiversidad y del aumento de emisiones de gases de efecto invernadero en todo el planeta. Años después de haber abandonado los cultivos, el ecosistema vegetal sigue sin ser el mismo. Las plantas tardan mucho más en expandirse y colonizar aquellos lugares donde antaño predominó el uso agrícola de la tierra.

La pérdida de biodiversidad que provoca la agricultura intensiva pone de relieve la necesidad de tomar cartas en el asunto e intervenir con acciones de conservación. De otro modo, la recuperación del entorno tardará demasiado y, en la mayoría de los casos, ni siquiera lo hará por completo. 

Así lo destaca un grupo de investigadores alemanes, en un artículo publicado en el ‘Journal of Ecology’, donde insisten en la necesidad de establecer nuevas políticas de restauración de los espacios degradados.

Hasta ahora se creía que si se eliminaban las perturbaciones humanas la biodiversidad volvería a recuperar lo que era suyo. Sin embargo, la realidad ha demostrado que no es tan sencillo, ni siquiera en el caso de lugares donde se ha practicado la agricultura extensiva

Regadíos ilegales en la comarca murciana del Campo de Cartagena.

Regadíos ilegales en la comarca murciana del Campo de Cartagena. / EFE / ANSE

Los investigadores compararon varios pastizales abandonados entre 1927 y 2005 con otros lugares en los que nunca se había llevado a cabo esta actividad pero que también había tenido que recuperarse.

“Lo que queríamos ver era la velocidad a la que se podía recuperar la biodiversidad en campos arados y si lo hacía por completo”, explica la primera autora del artículo Emma Ladouceur. 

Pastos y malezas

La realidad era muy diferente a cómo se había planteado. Pasados 80 años, los campos abandonados apenas se habían recuperado en comparación con los sitios que nunca habían sido tocados por la mano humana. En concreto, en estos lugares donde antaño había predominado la agricultura, tan solo habían incrementado las nuevas especies en un 65%, denuncian los autores de la investigación.

Las plantas que ya habitaban en el lugar antes de ser destruido se recuperaron, pero no por completo. Además, las especies colonizadoras no fueron las óptimas. Gran parte de las especies que repoblaron los cultivos tras el abandono fueron pastos y malezas, o lo que es lo mismo, ‘mala hierba’ introducida previamente por los agricultores.

Uno de plaguicidas en una plantación.

Uno de plaguicidas en una plantación. / EFE / Jeffrey Arguedas

La situación de los pastizales es aún más desoladora si se la comparada con los campos que no habían sufrido cambios de uso. En ellos crecieron hasta 63 especies nativas exclusivas. 

Las zonas escogidas para llevar a cabo este estudio fueron cultivos antiguos en los que no se ha hecho ningún esfuerzo por su restauración. “Al observar de cerca y pormenorizadamente la recuperación de estos ecosistemas, tenemos una idea mejor de qué especies requieren un tratamiento mejor y a cuáles debemos ayudar”, explica el coautor del artículo Stan Harpole, profesor de la Universidad Martín Lutero.

Control de especies exóticas

Entre las medidas específicas que contemplan los investigadores están la siembra o plantación de especies que sabemos que no forman parte de la composición de los campos en recuperación, así como el control de especies exóticas para reducir la competencia con las especies nativas.

Los científicos consideran que este estudio está proporcionando datos inéditos que deben ser tomados en cuenta debido, entre otras cosas, a la larga serie temporal a la que se refiere. “Comprender ese proceso de recuperación puede darnos una idea de cómo podemos ayudar y acelerarlo mediante la restauración", agrega Ladouceur.

Trabajadores en una plantación de lechugas en Murcia.

Trabajadores en una plantación de lechugas en Murcia. / EFE / Marcial Guillén

Este tipo de estudios es crucial, además, para lograr las metas establecidas en el Marco de Biodiversidad Global de la Convención de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (CDB), adoptado tras el estallido de la pandemia de covid.19.

Uno de los objetivos de este acuerdo es reducir y restaurar al menos un 30% las áreas degradadas de ecosistemas terrestres, de aguas continentales, costeros y marinos para 2030 o, lo que es lo mismo, unos 1.000 millones de hectáreas. 

Este análisis también apunta a la meta de “garantizar que todas las superficies dedicadas a la agricultura, la acuicultura, y la silvicultura se gestionen de manera sostenible, en particular mediante la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica, aumentando la productividad y la resiliencia de estos sistemas de producción”.

Estudio de referencia: https://besjournals.onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/1365-2745.14063

Análisis del borrador del Marco Global para la Biodiversidad Post-2020: https://www.ecologistasenaccion.org/wp-content/uploads/2022/11/analisis-marco-global-biodiversidad-post2020.pdf