Actividad sostenible

Ganadería tradicional: el reverso de las macrogranjas

Las explotaciones extensivas presentan múltiples beneficios para la población y para el medio ambiente

Explotación ganadera extensiva, con animales en el campo

Explotación ganadera extensiva, con animales en el campo / Shutterstock

Uno de los últimos informes publicados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que el 34% de la proteína que se consume en el mundo proviene de vacas, pollos o cerdos. Se espera que la proporción siga creciendo, en especial en los países en desarrollo, por la mejora de sus condiciones económicas, y que en 2027 cada persona ingiera de media 38 kilos al año.

Ese ritmo es ecológicamente insostenible. El motivo radica en la producción, en cantidades ingentes, para satisfacer la demanda creciente de la forma más rápida y barata posible. Porque, por sí misma, la carne no tendría por qué suponer un problema si todas las explotaciones ganaderas se rigieran por criterios de sostenibilidad y adquiriesen conciencia medioambiental. Justo la filosofía contraria de la que practican las macrogranjas.

De hecho, variosestudios apuntan a que el método tradicional podría ser un aliado en la lucha contra el cambio climático. «Sería posible reducir un 30% las emisiones de gases de efecto invernadero si en un determinado sistema de producción, región y clima adoptaran las tecnologías y prácticas utilizadas actualmente por el 10 por ciento de productores con menor intensidad de emisiones», concluyen los expertos en el texto de la FAO.

La forma de criar el ganado es fundamental para el clima y el consumo

La forma de criar el ganado es fundamental para el clima y el consumo / Agencias

El documento se refiere a aquellas técnicas que van encaminadas a mejorar la eficacia, a emplear piensos de mejor calidad, a manejar el estiércol para reciclar sus elementos nutritivos y que llevan a rajatabla la eficiencia energética en toda la cadena de suministro. También en el transporte, otra de las actividades que aparecen en lo alto de la lista de las más contaminantes.

Y es que no es solo el medio ambiente el que sale beneficiado de estas prácticas sostenibles. Desde un punto de vista empresarial, los propios ganaderos pueden obtener mayor rentabilidad de su negocio, ya que la competitividad se dispara cuando se emplean menos recursos. Al mismo tiempo, en el contexto de la Agenda 2030 y con los gobiernos centrados en cumplir los objetivos del Acuerdo de París, los productores son susceptibles de beneficiarse de las subvenciones públicas que premian las iniciativas con sello medioambiental.

Por si fuera poco, a pesar de que aún queda mucho por hacer para lograr un cambio real en los patrones de consumo, la población valora cada vez más gastar su dinero en carne de calidad y de proximidad. Y, además, el bienestar de los propios animales es mucho mayor en granjas tradicionales que en las industriales, objeto de continuas denuncias sobre este tema. A primera vista, son todo ventajas.

Explotaciones ganaderas en España

Explotaciones ganaderas en España / Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación

Sin embargo, lograr esa ‘etiqueta sostenible’ no es tarea sencilla. Implica no derrochar recursos, vigilar que el origen de los insumos sea local, así como que la energía se emplee de manera eficaz. Asimismo, el tamaño de las explotaciones siempre debe ir acorde al entorno en el que se emplaza y su producción debería ser suficiente solo con abastecer los mercados locales. En esta línea, se deberían priorizar las razas autóctonas y manejar los pastos de forma racional.

Macrogranjas: mucho que mejorar

Las imágenes de pollos o cerdos apilados en grandes naves en condiciones muy alejadas de los mínimos de bienestar animal han hecho mucho daño a la reputación del sector. Pero, aunque parezca contradictorio, las macrogranjas también pueden tener una de las llaves para frenar el calentamiento global. Y es, precisamente, por su más que amplio margen de mejora.

«La ganadería que se ha practicado ‘tradicionalmente’, hasta mediados del siglo pasado, es la extensiva, la que está basada en el pastoreo. A partir de entonces empezó a desarrollarse la intensiva o industrial, basada en la estabulación de los animales y la transformación de piensos elaborados gracias al gran desarrollo del comercio internacional de materias primas», afirma Ildefonso Caballero, profesor de la cátedra de Producción Ecológica Ecovalia-Clemente Mata de la Universidad de Córdoba.

Recuerda también que la intensiva produce «totalmente al margen de la naturaleza»: «Se basa en el comercio de granos, en el transporte a largas distancias de animales entre granjas y hacia los mataderos e industrias lácteas, en la concentración de los ejemplares en mínimo espacios. Por tanto, tiene asociada una emisión de cantidades importantes de carbono».

Las explotaciones intensivas deben mejorar mucho todavía

Las explotaciones intensivas deben mejorar mucho todavía / Shutterstock

En concreto, los últimos estudios estiman que esta práctica sería responsable del 14,5 por ciento de la generación de gases de efecto invernadero a nivel mundial. El metano es uno de los gases emitidos por los animales y que tiene un gran poder de calentamiento de la atmósfera. Y esa no es la única cicatriz que la ganadería deja en el medio ambiente. Según la ONU, en términos globales, más del 90% de las zonas forestales que son eliminadas se utilizan para la ganadería. Las consecuencias más evidentes son la pérdida de biodiversidad y la deforestación.

Recuperar el pastoreo

El pastoreo es una actividad milenaria que ha ido evolucionando en paralelo al propio ser humano. Se caracteriza por la movilidad de los animales y por el uso compartido de los recursos naturales, tal y como recoge la FAO. Además, está asociado a la conservación de la biodiversidad (por su capacidad intrínseca para adaptarse al entorno) y a la mejora de los suelos. Esto ayuda, entre otras cosas, a disminuir el riesgo de incendios forestales, pues elimina masa vegetal combustible.

«Hoy en día, la ganadería extensiva tiene más valor e importancia por los servicios medioambientales y socioeconómicos que presta que por el volumen de alimentos que produce. Sin embargo, estos son de una calidad altísima. En su mayoría están acogidos a denominaciones de origen, indicaciones geográficas protegidas y otras figuras de calidad diferenciada», recalca Caballero.

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ENTREVISTA. David Yáñez, científico del CSIC.

"Buscamos cómo bajar las emisiones del ganado"

David Yáñez

David Yáñez / CSIC

Aunque el pastoreo tradicional no tiene nada que ver con las macrogranjas, el sector en su conjunto tiene mucho margen de mejora. A eso se dedica David Yáñez-Ruiz, científico titular de la Estación Experimental Zaidín (EEZ) del CSIC y miembro del proyecto Re-Livestock. La iniciativa se vale de fondos europeos (13,5 millones de euros repartido entre 13 países) y su objetivo es reducir los gases de efecto invernadero de los sistemas ganaderos.

-¿Se ha demonizado la ganadería tradicional por culpa de la industria intensiva?

-Creo que es al contrario. Se demoniza la intensiva sin conocer que ese término hace referencia a la eficiencia en la optimización de recursos. Bajo esa denominación caben muchos tipos, la mayoría con implicaciones ambientales muy variables. En España, la ganadería opera en gran medida en sistemas que están ligados al territorio, fijan población,respetan el bienestar animal y reducen las emisiones de gases de efecto invernadero.

-Varios informes afirman que la ganadería sostenible puede ayudar a frenar la crisis climática.

-En su conjunto, la ganadería, incluyendo la producción de alimento para los animales, representa una parte muy importante de las emisiones de gases de efecto invernadero (14,5% a nivel global). Por tanto, cualquier medida que vaya encaminada a reducirlas va a contribuir de manera significativa a mitigar los efectos del calentamiento global. Sin embargo, los cambios deben ser globales para que realmente sean efectivos.

-¿Se podría mejorar su productividad y reducir así las emisiones?

-Sin duda, esa es una de las vías que tiene más impacto.

-¿Cómo?

-Mejorando la calidad del alimento, empleando aditivos que reduzcan la emisión de metano o seleccionando animales para que sean más longevos. Las emisiones derivadas de sus primeros años de vida se diluyen si, en el caso de la producción de leche, pueden tener más lactaciones.

-¿En qué consiste el proyecto Re-Livestock?

-El objetivo es facilitar la implementación de prácticas ganaderas que ayuden a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y también contribuir a la adaptación de los animales a las olas de calor. El proyecto cubre los sectores de carne de vacuno y porcino y la producción de leche de vaca.

-¿Han llegado ya a algunas conclusiones?

-Con la tecnología y el conocimiento que tenemos hoy, podemos reducir entre un 10 y un 30% las emisiones, pero la mayor dificultad está en poder implementarlo a gran escala. Las olas de calor van a afectar a la producción ganadera y esto requiere una reestructuración de las instalaciones o el tipo de dieta. La tecnología digital que estamos desarrollando para detectar síntomas de estrés puede ser una de las medidas más eficaces.

-¿Qué áreas tienen mayor potencial de mejora?

-El desarrollo de aditivos para reducir la producción de metano, el uso de subproductos de la industria alimentaria para promover la circularidad o la selección genética de animales más eficientes.