Vi el partido del año en un bar de la Rambla; quería comprobar "in situ" la reacción de los seguidores de los dos equipos Barcelona CF y Real Madrid, y créanme que lo pasé bomba. "Culés" y "merengues"confraternizando y compartiendo cervezas sin que hubiera sangre, solo gritos de entusiasmo. Y es que fue todo un espectáculo ver la inteligencia del juego de ambos equipos, bajo la mirada atenta de Pep y Pellegrini convertidos en Zeus y Júpiter, reyes de los olimpos griego y romano. Y los dioses del estadio luchando por esa meta en la que les va casi la vida, arropados por los gritos de cien mil almas.

En el descanso entablé conversación con tres jóvenes treintañeros que se sentaron en mi mesa, los tres eran comerciales de una empresa de electrodomésticos; en mi irrefrenable obsesión les pregunté si les gustaba el teatro: dos de ellos nunca habían pisado una sala teatral, y el otro solo había visto dos obras de El Tricicle. Y aquí se acabó la conversación, claro, aunque tampoco era el momento de hacer proselitismo. Porque los dioses volvieron enseguida a continuar con su juego, sabedores de la pasión que despiertan y deseosos de mantener sus cetros: desde Víctor Valdés a Leo Messi, posteriormente premiado como el mejor jugador del mundo (balón de oro en Francia), pasando por el gitano sueco Ibra (Ibrahimovic) que coronó su tardía intervención con el único tanto de la noche para gloria del Barça. Pero ni Casillas, ni Xabi Alonso, ni Cristiano Ronaldo desmerecieron de sus contrincantes. Todos son magníficos, incluido el que casi nunca juega porque al entrenador no le sale del níspero: mi Raúl. Y estos dioses colman las frustraciones y tristezas de sus seguidores, convirtiéndose en bálsamo para muchas dolencias. ¿Por qué criticarlos? Si además de ser como un ungüento mágico para grandes masas terminan pagando a Hacienda el 43% de sus sueldos millonarios que exige la llamada Ley Beckham, habría incluso que agradecerles su dedicación.

Bendito (e inocuo) bálsamo para los tiempos que corren. Si quieren pasar un rato divertido lean el librito "La diosa del fútbol", de Pablo Burgo-Borch, en el que un "culé" que vive y trabaja en Madrid debe mantener oculta su condición de seguidor del Barcelona si no quiere perder su empleo. Es realmente hilarante y con situaciones del teatro del absurdo. Total, que ha pasado de ser un denostador del fútbol, al que años atrás consideré el opio del pueblo, a convertirme en "merengue" (¿por qué no confesarlo?) y a hacerlo convivir pacíficamente con Mozart, Shakespeare, Lope de Vega, Nuria Espert, Sting y Ana Belén. Rectificar es de sabios. ¿O no?

*La perla.- "El fútbol es el deporte más difícil porque se juega con los pies respondiendo a lo que te dice la cabeza, y miren la distancia que hay" (Raúl).