Cuando los políticos, en lugar de aportar soluciones, se convierten en el problema, algo va muy mal. Cuando la política, en lugar de estar al servicio de los ciudadanos se erige en protagonista endogámica, urge una reflexión.

Hace poco se publicó que los señores diputados de las Cortes Valencianas habían gastado en telefonía móvil un total de 325.580 euros durante el periodo anual computado entre abril de 2008 y marzo de 2009. Las escandalosas facturas se hicieron públicas para concienciar a sus señorías de que contuviesen el gasto. Me gustaría saber cuántas llamadas desde teléfonos móviles y fijos contratados con cargo al dinero público ha realizado la clase política de la provincia y la Comunidad, asesores incluidos, durante el último par de días para hablar de temas relacionados con los últimos acontecimientos vividos tras la operación de la fiscalía anticorrupción. Si tuviésemos acceso a la suma, seguro que la cifra daría vértigo.

Hace mucho, demasiado, que nuestros políticos y los partidos políticos mayoritarios viven desnortados, o cuando menos, guiados por la endogamia más recalcitrante, siendo principio y fin, causa y efecto, o mucho peor, visto lo visto, oído lo oído y leído lo leído un día tras otro durante varias legislaturas: erigiéndose en protagonistas de los titulares por culpa de sus propias crisis y enfrentamientos personales. Cómo no, también entre miembros del mismo partido.

La endogamia de la clase política se pone de manifiesto, de una manera clara y diáfana, con los adelantos de las campañas electorales. Las precampañas son cada vez más largas. Tanto, que la próxima se iniciará en cuanto pase el verano, si no antes, en el Debate sobre el Estado de la Nación. Si es que no ha empezado ya.