Los resultados de las elecciones italianas han desatado la alarma en Berlín, Bruselas y los mercados. Nunca un cómico había logrado poner tan nervioso al poder neoliberal que nos lleva directos hacia el abismo. Pero sí, algo está cambiando en la vieja Europa, aunque lo desconocido nos aterre y no sepamos por dónde va a salir Grillo, el líder del Movimiento 5 estrellas, que en vez de estar compuesto por experimentados políticos está repleto de desempleados y de trabajadores en precario. Todo un dato a tener en cuenta. Nadie puso el grito en el cielo cuando desde la Unión Europea se instigó o permitió un golpe de estado encubierto contra un gobierno legítimamente constituido en Italia. Efectivamente, Berlusconi gobernaba de una forma arbitraria, caprichosa y envuelto en una nube de corrupción asquerosa, pero eran las urnas, el pueblo italiano en definitiva, el que debía despojarle del poder. No fue así. Merkel colocó al tecnócrata Monti para estrangular al estado del bienestar. Resultado, no ha aguantado el primer envite en las urnas. Hace años, cuando España quería entrar en el por entonces llamado Mercado Común, el mayor impedimento era la falta de un régimen democrático. Ahora, ¿dónde sitúa Bruselas la democracia? ¿Quizá en el Bundesbank o en la City londinense? No se puede anteponer el capital a la democracia, pero la libertad se va por el sumidero. Por muchos defectos que tenga es el sistema de gobierno menos malo de los conocidos, como dijo en su día Churchill. Hay una carencia evidente de valores en la sociedad que arrastra a la clase política, que no es más ni menos que el propio reflejo de lo que hoy somos. Hay un peligro evidente de retroceso no sólo en educación, sanidad, servicios sociales... sino en la propia calidad democrática de nuestros gobiernos, cosa que podemos comprobar a diario, sobre todo los viernes. Ante esta crisis corremos el peligro de que surjan partidos populistas que no sólo no solucionan el problema de fondo, sino que ayudan a profundizar en la depresión. Igual necesitamos eso, caer a lo más bajo para lograr una profunda regeneración. Pero qué miedo dan estos movimientos, aunque en un principio vengan disfrazados de una pureza casi virginal.