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En el nombre del beneficio y del fútbol

Cosme de Medici decía que dos yardas de tejido rojo bastan para convertir a un hombre en un caballero. Del mismo modo, dos partidos del Atlético de Madrid en Liga de Campeones ante el Milan de Kaká bastan para convertir a un equipo de fútbol en un caballero aspirante a campeón de Europa. Al conjunto colchonero le faltaban dos yardas de tejido rojo para pasar de ser un buen equipo de fútbol capaz de empatar en el Calderón con el Real Madrid a ser un gran equipo de fútbol que puede triturar al Milan con un juego rápido, intenso y demoledor en el área rival. Y estaremos todos de acuerdo en que, en fútbol, el tejido rojo no se compra en la Liga, ni en la Premier, ni en el Calcio, ni en la Bundesliga, sino en la Liga de Campeones.

La frase que encabezaba el libro de contabilidad de Cosme de Medici era: «En el nombre de Dios y del beneficio». La frase que podría encabezar el libro de contabilidad de la Liga de Campeones es: «En el nombre del fútbol y del beneficio». O, mejor todavía, esta otra: «En el nombre del beneficio y del fútbol». El orden es importante. Pero los futboleros entendemos poco de beneficios porque estamos más pendientes del vuelo de Diego Costa en busca del gol y de la voracidad de Ronaldo en busca del Todo. El Manchester City es un equipo riquísimo, pero no jugará los cuartos de final de la lujosa Liga de Campeones. La Liga de Campeones es un negocio y, por tanto, busca los beneficios. El Manchester City es un negocio y, por tanto, busca los beneficios. Pero los beneficios pasan por el fútbol, amigos. Es decir, los beneficios, la pasta, los ingresos, los millones en publicidad y los millones en esa metafísica financiera más difícil de entender que la Fenomenología del Espíritu de Hegel dependen del fútbol, de la pelota, de los goles, del juego. Es verdad que el dinero puede comprar buenos jugadores que ayuden a ganar partidos, pero también es verdad que ganar partidos puede ayudar a comprar buenos jugadores. El Manchester City ha elegido el primer camino. Fracasó. El Atlético de Madrid ha elegido el segundo camino. Triunfó. Por eso hoy el Manchester City de Agüero, de Silva, de Negredo, de Yaya Touré y compañía es un buen equipo. Y por eso el Atlético de Madrid de Diego Costa, de Raúl García, de Koke, de Arda y compañía es un caballero que se ganó ante Balotelli, ese hombre, sus dos yardas de tejido rojo.

Está claro que los futboleros nos lo pasamos en grande viendo jugar al Atlético de Madrid, al Bayern de Múnich, al Barça y al PSG. Que los dueños del fútbol disfrutan con el fútbol, ya no está tan claro. Imagino a los Cosme de Medici del fútbol metidos en sus elegantes cuevas haciendo cuentas y más cuentas y viendo de refilón los amagos de Diego Costa y las diagonales de Messi. O no. A lo mejor Cosme de Medici disfruta con un partido de fútbol como el señor Burns, el dueño de la central nuclear de Springfield, disfrutaba con un helado en un capítulo de Los Simpson. Como dice Jason Holt en Los Simpson y la filosofía, el señor Burns nunca disfruta de las cosas más allá de lo que representan, y lo que las cosas representan se asientan en el pasado o en el futuro. Sin embargo, cuando el señor Burns saborea un helado en la feria de su ciudad, está disfrutando de algo sencillo por lo que es, por el puro placer de la crema helada.

Los que amamos el fútbol siempre disfrutamos de un partido como si fuera un helado, sin asignar a ese partido un grado elevado de simbolismo o un valor representacional, como suele hacer el señor Burns. La dos yardas de tejido rojo que otorgan el éxito en la Liga de Campeones pueden verse como un helado o sólo como lo que representan esas dos yardas en el libro de cuentas. Quiero creer que incluso Cosme de Medici disfruta saboreando un helado en la feria de la Liga de Liga de Campeones.

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