Hay quienes después de años de enseñanza, viviendo en un estado democrático y de derecho, obteniendo incluso licenciaturas universitarias, todavía no tienen claro el concepto de propiedad y menos el de propietario. La adjetivación propietario señala a la persona poseedora de ese derecho. A una subasta acuden libremente particulares y sociedades, e incluso organismos oficiales como el IVF, que representa los intereses económicos de la Generalitat. La utilidad, provecho o uso que le dé el postor que gane la subasta al bien adquirido, lo será según su leal y saber entender, negociando con otras partes o poniéndolo a la venta a posteriori optimizando beneficios. Posibilidades múltiples según quien sea el que se lleve el gato al agua.

No tiene mucho sentido que desde el Consistorio y en la persona del portavoz, de entrada la voz oficial del Gobierno municipal, se diga, con la volición de un lego, que «gane quien gane la subasta, el equipo debe seguir jugando en el estadio». Y punto pelota, que para eso gobernamos la ciudad, debe pensar el bueno de Bellido, sin atender que quien decidirá sobre esa cuestión será exclusivamente el nuevo propietario. Pero, a continuación, para dar categoría de dislate a su comentario, en un giro al que nos tienen acostumbrados, diciendo lo mismo y lo contrario, el propio portavoz asegura que el Ayuntamiento no es parte interesada. Echávarri en modo herculano, pide cautela. Ortiz pone su lado bueno, como aquellas viejas actrices que únicamente permitían la instantánea por el que las favorecía.

Toda esta modesta contribución a la perífrasis, viene a cuento de la subasta que se llevara a cabo el próximo 15 del presente mes de enero de este 2017 que comienza con otro sobresalto más en la familia herculana. A subasta el estadio, el Rico Pérez, imaginamos que el nombre como propiedad intelectual del Hércules no irá en el paquete. Cemento, césped, instalaciones, iluminación, dependencias que, ojo, no eran propiedad del Hércules CF, sino de ese engendro societario que se sacara de la manga en mala hora el señor Ortiz y sus conspicuos asesores, denominado Aligestión. Salen a concurso público, al mejor postor, que será más que quien ponga encima de la mesa más pasta para llevarse el pastel, en este caso el campo del Hércules. Ese que todos creíamos era parte indivisible del patrimonio herculano, como en su día lo fueron Bardín y La Viña, donde se fraguaron grandes gestas balompédicas del equipo de nuestra ciudad.

En todo este mundo enrevesado de las ocupaciones lucrativas, o sea negocios, se suelen utilizar sociedades interpuestas para que los máximos responsables, el que nos ocupa máximo accionista, no tengan que pagar por las desgracias acaecidas debidas a su pésima gestión. El señor Ortiz entró en su día a saco en la entidad herculana por puro negocio devenido de un do ut des. Y ahí lo tienen, vagando por los tribunales por otros asuntos, buscando reducción de penas a base de confesiones sin contrición y en la prórroga procesal, y hastiado de una propiedad que nunca le hizo feliz más que cuando la convertía en su particular hoguera de vanidades, con palco a su disposición para mayor gloria de su histriónica imagen.

El Hércules lleva tiempo en almoneda. No solo bienes raíces, sino también valores y principios se compran en un alocado andar entre zocos y colodros. En este demencial mercado, sale a la venta el Rico Pérez, su titularidad, su propiedad. La mala gestión lo llevó en su día a titularidad pública. Devuelto a manos privadas, vuelta a las andadas. En días puede retornar a manos públicas, IVF, o no, lo que pudiera poner al Hércules en la tesitura de buscarse otro terreno de juego donde competir. Todo dependerá de quien sea la nueva propiedad y lo que tenga a bien disponer. De lo que muchos herculanos estamos seguros es de que Bardín, Eladio Pérez del Castillo, Casimiro La Viña o Rico Pérez no se esconderían en momentos tan delicados para la entidad herculana. Darían la cara en primera fila defendiendo los intereses del club.