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La capitalidad de Alicante: dudas y propuestas

Es mucho lo que se ha escrito sobre la capitalidad provincial alicantina, y nada ha sido definitivo. La provincia, sobrepuesta a los sistemas de organización del antiguo Reino de Valencia, no dejó nunca de tener algo de ambigüedad y los redundantes debates sobre la institución de la Diputación hacen que la ambivalencia se haya prolongado. Como opinaba Altamira, la provincia de Alicante tiene mucho de artificial, de suma de realidades geográficas, culturales y económicas distintas. Por eso, también, todo intento de intentar obligar a villenenses, alcoyanos, dianenses, ilicitanos u oriolanos a «sentirse» alicantinos ha estado llamado al fracaso, aunque con distintos matices.

La cuestión se complica cuando el propio Alicante se ha manifestado, por «su» capitalidad, en situación de permanente agravio con Valencia y, por extensión, con todo el País Valenciano: se ha dicho que Alicante se siente «en alquiler» en la Comunitat Autónoma Valenciana, pero no copropietaria. Más allá de los errores y abusos de los gobiernos autonómicos que no han sabido, casi nunca, promover operaciones e imaginarios que favorecieran la integración material y simbólica de Alicante, no es menos cierto que es más fácil jugar al agravio comparativo permanente que definir cuál es el estatus activo que Alicante desea: las élites alicantinas se han mostrado más cómodas con la queja que promoviendo diseños colectivos en los que Alicante jugara un papel propio, identificable y dinámico entre los valencianos. El memorial de agravios ha sido la fórmula estética para esconder las incapacidades propias de quienes nunca han sido capaces de liderar nada que tenga que ver con nuestros intereses colectivos. De los intereses personales ya dan buena cuenta los periódicos y los juzgados como para abundar en ellos aquí.

Unas quejas, unas reivindicaciones, en bastantes casos cargadas de razón, que tampoco han sabido orquestarse de una forma sólida porque el servilismo ante el poder, ya esté en Valencia o en Madrid, ha sido de una indecencia casi unánime. Se ha jugado, y mal, al «que hay de lo mío» olvidando el verdadero reto estriba en jugar un papel decisivo en la construcción de un proyecto de país equilibrado y cohesionado.

Cuando se intentó -piénsese en los planes estratégicos-, sirvió para mostrar la división interna, el ensimismamiento y la ausencia de sentido de la oportunidad: sólo cuando la crisis enseñaba las orejas se animaron personalidades e instituciones a pergeñar propuestas, en buena medida continuistas y demasiado dependientes del mito de la infraestructura ilimitada y de la construcción como panacea. Que en ese panorama el eje de la queja vuelva a ser la reivindicación estricta de unos infundados «derechos de capitalidad» no sirve de nada. Se trata, pues, de reflexionar desde otros puntos de vista. A apuntar unas posibles líneas de pensamiento nos dedicamos ahora, bajo las siguientes premisas.

No hay que renunciar a la renta de oportunidad que otorga la capitalidad provincial, pero ello significa, sobre todo, integrar en la ciudad las ventajas ya existentes: MARQ, Auditorio, MUBAG? sin esperar, por cierto, demasiadas estructuras más de este tipo, pues la legislación que se anuncia lo hará prácticamente imposible. Por lo tanto hay que evitar que la relación Ayuntamiento/Diputación vuelva a verse ensombrecida por disputas internas de partido. Lo ideal sería establecer un programa marco de cooperación con obligaciones mutuas y planificación de posibles sinergias.

La capitalidad no puede pensarse como un hecho estático, sino dinámico. Y eso obliga al Ayuntamiento y a la sociedad civil a promover acciones con una perspectiva temporal amplia. O dicho de otra manera: el potencial del Ayuntamiento alicantino le obliga a «dirigir» -no a «mandar», lo que no sólo es absurdo, sino contraproducente- a base de propuestas concretas, de alianzas -por ejemplo con la UA-, para generar resultados concretos en materias como lo cultural o turístico, pero, también, lo educativo o medioambiental. Reexaminar los planes estratégicos desde esta perspectiva, aunque sea bajo la luz oscura de la crisis, no estaría de más: hay cosas que no precisan inversiones inmediatas.

La capitalidad sólo puede entenderse desde un imaginario de geografía variable: ni puede esperarse que toda acción sirva por igual a todas las comarcas ni las necesidades son las mismas. En concreto Alicante precisa, con absoluta urgencia, definir su liderazgo en cooperación necesaria -esto es: sin esperar una primacía jurídica innecesaria- con los municipios de su comarca tradicional, con Elx -y a través de esta ciudad con la Vega Baja- y con Benidorm -y a través de ésta con el conjunto de municipios litorales-. Ello supone, a corto plazo, pensar, al menos, en: futuro de la Mancomunidad de l'Alacantí; gestión de residuos; buscar sistemas de colaboración territorial que incluyan la coparticipación en las recaudaciones fiscales para grandes inversiones o proyectos empresariales de interés común; proyectos de colaboración en definiciones de marcas turísticas, culturales y medioambientales.

Para Compromís estas cuestiones son básicas, estratégicas: sin resolver algunos de los problemas y preguntas subyacentes es inútil plantearse muchas cuestiones territoriales, que impliquen fuertes flujos humanos o que permitan que el Ayuntamiento y otras instituciones públicas sean actores en la generación de empleo. Compromís anima a la sociedad civil a reflexionar sobre todo esto y a promover foros abiertos para avanzar en esta materia principal. Para nosotros «Alacant, és important».

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