Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

la tierra se mueve

Lunes

huevo de serpiente

Un filósofo ilustra nuestra tendencia hacia el desorden o entropía con una frase memorable: «Cualquier imbécil puede derribar un establo, pero para construirlo se necesita un carpintero». Significa que las posibilidades de «desorden» son mucho más numerosas que las de «orden», lo que en el ámbito de las relaciones humanas plantea la desigual confrontación entre «caos» y «civilización», el pacto ciudadano cuya plasmación son las declaraciones de derechos e instituciones consecuentes (constituciones democráticas, equilibrio de poderes, remoción de gobernantes, etc?). El juez Llarena, que instruye el proceso contra los golpistas catalanes, tuvo que abandonar el sábado un restaurante debido a las amenazas de un piquete de independentistas. No eran camisas pardas con porras ni milicias chavistas con bates de béisbol, pero el diagnóstico entrópico coincide y que la víctima sea un magistrado del Tribunal Supremo lo agrava en lugar de «contextualizarlo»: imaginen el umbral de libertad en Cataluña de un disidente sin escolta. En un restaurante, en un aula universitaria o en el zaguán del coaccionado, eso es totalitarismo, la enfermedad letal de la sociedad abierta que los agresores minimizan con eufemismos como «escrache simbólico», «gajes del juego político», «ejercicio de la libertad de expresión» o «el problema catalán».

martes

cul de sac

Algunas profesiones en España son o han sido, al margen de la cualificación requerida, de acceso restringido según un sistema de cupos: farmacias, estancos, administraciones de lotería, fedatarios públicos... Existen además otras que en la práctica adoptan el cupo por la vía de la licencia, cuya concesión lógicamente tiende a dosificarse si el gremio es influyente y sabe gestionar sus intereses con eficacia. Los taxistas pertenecen a este grupo, ya que han logrado restringir el libre acceso a su profesión, pueden especular provechosamente con la licencia y han gozado de considerable autonomía para fijar el precio del servicio. Ya sé que todo esto no ocurre «oficialmente» y sin embargo la Tierra se mueve. Ahora, han reaccionado con el cierre patronal (no sé por qué hablamos de «huelga» si quienes interrumpen la actividad son empresarios) ante lo que perciben como desprotección de los poderes públicos, aunque en realidad les han sobreprotegido, lo que esencialmente equivale a otro rugido inútil contra el catecismo liberalizador y el nuevo universo tecnológico.

miércoles

compulsión

Uno de los indicadores de que hemos entrado en agosto es que las multas de la ORA son sustituidas en los parabrisas por pasquines de exóticos brujos que curan el mal de amores. Otro indicador es el apogeo de las rebajas. Cumplimentando ambas tradiciones, esta mañana he recogido el tosco folleto de un tal Dr. Shyla especializado en vudú vengativo y me han regalado un reloj de pulsera singularmente económico tras el descuento. El aforismo más preciso sobre el consumismo establece que compramos lo que resulta útil, lo que nos parece bonito o lo que pone celoso al vecino. Esto sitúa a mi reloj en una circunstancia brumosa, ya que es tan útil como cualquier otro, su esfera tiene las dimensiones del Big Ben y pesa aproximadamente lo mismo. Supongo que sólo los megalómanos me envidian. Ignoro si estas modestas reflexiones ayudan a depurar los motivos que impulsan a la gente a descuartizarse por la última ganga. Tal vez nos parece irresistible cualquier objeto barato, aunque no sea especialmente útil ni bonito y deje indiferente al prójimo. Es decir, aunque no lo necesitemos y sea en consecuencia carísimo.

jueves

Cuarta dimensión

Es entrañable que quienes aderezaban las estadísticas de empleo con coletillas sobre precariedad o salarios de subsistencia, hayan prescindido de la lírica tras el regreso del pueblo elegido a Moncloa y hoy titulen entre la asepsia y un «ahí queda eso»: «La ocupación en julio vuelve al nivel de hace diez años». El birlibirloque con las fechas podría sugerir que hemos regresado a la bonanza del zapaterismo tras el ominoso interregno del PP, pero sospecho que incluso al autor del titular le parecerá descabellada esta conclusión inducida. Por mero instinto de supervivencia, ningún político renuncia a favorecer la contratación o garantizar la estabilidad laboral. Ahora bien, no todos los métodos funcionan y el dato coloca a los recién llegados frente a un dilema diabólico: qué hacer con la contrarreforma laboral prometida como el elixir milagroso que restituiría la dignidad a los trabajadores. Si el sanedrín de Podemos supera su gamberrismo adicto a lo irrelevante, cargará la suerte sobre estas pesadas cuestiones y entonces Sánchez tendrá que aparentar que algo cambia para que todo siga fundamentalmente igual.

viernes

el escáner

El CIS publicó ayer una encuesta electoral con resultados excelentes para el PSOE, previsibles para el PP, moderadamente preocupantes para Ciudadanos y lamentables para Podemos. Aun descontando un inevitable grado de «cocina» a beneficio de parte, es probable que describa fielmente la realidad del momento en que fue realizada, después de la llegada de Sánchez a Moncloa y antes de la elección de Casado. Sin duda, el CIS habrá gestionado científicamente que haya más encuestados que declaran haber votado al PSOE en 2.016 (26%) que votantes socialistas en aquellas elecciones (22%), o que uno de cada tres votantes del PP haya olvidado a quién votó. Son asuntos complejos que desbordan al profano. Hace poco, leí un sesudo informe que fijaba tajantemente el techo electoral del PSOE en el 30%, el porcentaje atribuido por el CIS, y sostenía que la suma de PP y Ciudadanos era mayor que la de PSOE y Podemos, lo que también confirma el CIS. Todo esto sólo indica mucha incertidumbre y algunas certezas como la simpatía instintiva por los cambios, el hartazgo del PP, las reticencias hacia Ciudadanos y la creciente percepción de que Podemos es folclore sin faralaes.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats